lunes 22 de julio de 2013, 11:41h
Como probó un gran economista argentino, Guillermo A. Calvo,
un gobierno que hace lo mejor en cada momento, pero incumpliendo sus promesas
del pasado, termina haciendo el mal.
Simplificadamente, esto es así, porque los individuos aprenden que no pueden
confiar en las promesas oficiales. Por lo tanto, cuando dicho gobierno, para
hacer lo que conviene en cada momento, incumple sus promesas pasadas, termina
sufriendo de falta de credibilidad. Y su mala reputación genera, como
resultado, un escenario que está lejos de ser el mejor.
Es lo que se conoce en la literatura económica como
"inconsistencia temporal".
Nótese que para este mal resultado de la política, no hace
falta un gobierno que pretenda "engañar" a la gente, o mal intencionado.
Sólo se requiere un gobierno que, por falta de previsión, o
por impericia, se vea obligado a cambiar
de políticas con frecuencia incumpliendo sus promesas previas y cayendo,
entonces, en la trampa de la mala reputación.
Un recurso intermedio que utilizan los gobiernos para
moderar los efectos de la mala reputación sobre la credibilidad de sus
políticas, es por ejemplo, el "cambio de gabinete", como un intento de
argumentar que "las promesas las habían hecho otros asesores del Presidente o
del Primer Ministro", que se equivocaron "ellos".
Lo que está sucediendo este año con el gobierno argentino
sirve, perfectamente, como ejemplo del teorema que expuse sintéticamente
arriba. (¡Perdón, Guillermo!).
En efecto, veamos, el
caso petrolero.
El gobierno tomó control del paquete mayoritario de YPF, con
el argumento que, en manos de una empresa extranjera, la compañía no invertía.
No desarrollaba su producción y sus reservas, y giraba dividendos al
exterior. Y que, en cambio, en manos del
Estado, recuperada la "soberanía hidrocarburífera", YPF renacería, aumentaría
su producción y reservas, mantendría bajos los precios para los consumidores
argentinos y resolvería la crisis de falta de petróleo y gas local.
Un año después, con los mismos "actores", el gobierno pasa a
argumentar que, en realidad, lo que YPF necesita es la inversión extranjera.
Y se asocia a una empresa que, como Repsol, por las
condiciones e incentivos del mercado argentino, también redujo su producción,
inversión y reservas.
Es probable que el gobierno haya hecho bien en "incumplir"
su promesa estatista, dado que dicha política nos lleva a un desastre mayor.
Pero, ahora tiene un problema de falta de credibilidad que
hace muy "cara" la privatización de esta porción del yacimiento de Vaca Muerta,
dado que, para compensar su mala reputación, debe prometer ventajas y
concesiones que, además de ser inconstitucionales e ilegales (una mancha más en
el tigre institucional), resultan más gravosas para el país, y con el ingreso
de muchos menos fondos, de los que hubieran surgido, sin el antecedente de la
confiscación, y mediante un proceso de concesión abierta, transparente, al
mejor postor, y en el marco de una ley y la constitución.
Algo similar ocurre con el blanqueo impositivo y la
redolarización del mercado inmobiliario.
Después del último blanqueo, el gobierno prometió "traje a
rayas para los evasores". Sin embargo, ahora, les promete, en lugar de traje a
rayas, un smoking, champagne y cena gratis, con tal que traigan dólares. Los
dólares que se fueron espantados por su política financiera y el clima
antinegocios y antimercado creado en estos años.
Es decir, primero se echó a los inversores externos y se
estafó a los ahorristas en pesos, mintiendo con la inflación, y con tasas
negativas. Ahora, con tal que vuelvan, les prometen el "olvido fiscal" y el
"secreto fiscal". Justo un gobierno que nunca olvida y cuya presidenta difunde,
por cadena nacional, información fiscal confidencial de sus compatriotas.
Después de pretender una "revolución cultural" pesificando
las operaciones inmobiliarias, los mismos funcionarios, ahora no sólo las
dolarizan, sino que, a quién venda su propiedad contra cedines, les entrega
dólares "legales".
En este contexto, no resulta difícil proyectar el bajo éxito
que tendrá la inversión externa en hidrocarburos, o el ingreso de dólares.
O explicar el alto costo que tendrá, para el país, el
"premio" que hay que dar para compensar las inconsistencias temporales de las
políticas públicas.
Cuando se cae en falta de credibilidad y reputación, volver
de allí, es muy difícil y, sobre todo,
muy caro.