Escuchadme.
Intentad entender estas simples palabras, ya que de otras me
avergonzaría.
Czeslaw Milosz
Lo grotesco no tiene límite. Ni el oportunismo ni el ademán
populista o la burocracia revolucionaria. Lo folklórico en este país lo cubre
todo. Uno sabe de sobra que las instituciones gallegas y no gallegas se han
transformado en un sello de goma. No es nuevo, hace décadas que sucede. Algunos
lo veían, otros se hacían los distraídos buscando siempre algún conchabo,
alguna figuración, algún viaje. Pero lo cierto que ya no hay más inmigrantes
europeos. Y todos estos centros se fueron vaciando de contenido, se fueron
muriendo - literalmente - y terminaron (en el mejor de los casos ) en una
suerte de museo con apoyo exterior. Hasta allí no más. Clima aterciopelado,
sonrisas, entremeses y afonía.
Con retórica renovada cada tanto surgen agrupaciones. Son
casi las mismas con otros nombres. Cómplices siempre de almuerzos y conjuntos
musicales que verifican el mal gusto y lo chabacano. Y dejan íconos,
nostalgias, deseos imaginarios. Y una oratoria sopesada con cautela y
flatulencias. Y otros aprovechan, callan, fingen. Eso es todo. Se empobrece el
poco pensamiento que existe y se vive de recuerdos. Generalmente equivocados,
distorsionados, repertorios de personajes y gestos que formaron una fachada. Una
genealogía de inmigrantes conversos. Allí las mutaciones y mutilaciones, la
legión de excluidos, los vivillos de afuera y de adentro en asociaciones de
transiciones democráticas. En fin, todo, todo lo que usted - querido lector -
sabe, conoce y no quiere decir. A tragarse el sapo. Y a acomodarse. Es triste,
causa mucha tristeza. Los que crearon estas asociaciones, los que lucharon sin
buscar nada a cambio para levantar una cultura ejemplar - emblemática - no se
merecen este final.
Sucede con el Centro Gallego, con todos los centros
españoles o no españoles. Ejemplos sobran, desde los restaurantes hasta las
mesas de dominó. Y cargos, el ignominioso silencio de los cargos.
Se manejaron mal y a
veces peor, no advirtieron que las épocas cambiaban, se hacían sus pequeñas
alianzas, sus ceremonias crípticas, sus homenajes póstumos. Ahora,
desenfadadamente, casi todos esos gallegos que algunas vez fueron republicanos
(estalinistas en su mayoría, hay que decirlo) son gallegos K. Apoyan sin
sonrojarse al gobierno nacional y popular del peronismo K. Y quieren hacer
diferencias entre un peronismo y otro peronismo y otro peronismo. Y mezclan
todo como en el puchero o en una ensaladera reservada a los velorios. Mezclan a
García Lorca y a Queipo de Llano, a Simón Bolivar con los "pueblos
originarios", todo en un manipuleo concreto y humillante. Perros, lobos,
ardillas y gatos mezclados con banderas, retratos y gaitas. Y a veces tangos
grabados y dale que va. Pero no lo hacen por la patria ni la solidaridad. En nuestro
infeliz país los tabúes se comparten. En este punto no se diferencian
ideologías o creencias. Todo sigue igual, se culpa al que no está con las
ovejas. O al que habla. El sainete criollo ahora incorpora este desbarajuste
emocional y estigmatizado.
He conocido en estos banquetes caballeros que fueron
estalinistas, luego social-demócratas, finalmente místicos fundacionales. Pero
ahora es funcional, es grupal, forma parte de las grandes fantasías populares.
Debemos detenernos en las inflexiones, en la genealogía de
este curioso apartheid, en un zigzagueante linaje que enfatiza los rostros de
los viejos paisanos que son engañados otra vez, arrastrados en letanías y
gestos canónicos. Parte de estos descalificativos son nuestros antepasados. No
los queremos ver. Carnaval y favela, la
despiadada geografía, la pobreza, los crímenes, violaciones y muertes,
corrupción, la desolación de las calles y de los barrios, las inundaciones, el engaño, la
hipocresía, la tierra desolada, las
villas miserias, el chori chori pán, la mendicidad crispada, la polarización
vertiginosa del engaño. Ante eso los ojos en blanco y las órdenes imperiales. Y
a callar que el subsidio tiene que llegar.
Pues bien: las modas cambian y los hombres también. Habrá
discursos con suculentas opiniones y silencios oprobiosos, buscarán el canon
cultural o vecinos escandalizados. El monopolio azul y blanco lucha junto al
monopolio chovinista de viejos melodramas y jerarquías. Usurpar es un verbo
solapado, tal vez debamos repasarlo. Lifting es la otra palabreja. Y luego
deterioro, zócalo, mansarda, balcones mitológicos, miserias y vacuidades. Ya
escucho a los monaguillos. Deus meus,
Deus meus, quid deliriquiste me.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 12 de junio de 2013
www.carlospenelas.com