Lo que América no debe olvidar
miércoles 15 de mayo de 2013, 20:19h
La reciente condena de un Tribunal de Guatemala a 80 años de
prisión para el ex dictador, general Efraín Ríos Montt, por genocidio, como
responsable de miles de asesinatos, es uno de los actos de justicia más
esperados en Centroamérica, en América Latina y en el mundo.
Sin embargo, este es un solo caso de justicia en un país que
tiene más de 70 mil desaparecidos y 200 mil muertos bajo las dictaduras que se
sucedieron a partir de la invasión de Estados Unidos en 1954.
A instancias de la poderosa bananera United Fruit Company se
derrocó a un presidente electo democráticamente como Jacobo Arbenz Guzmán, que
decidió expropiar (y pagar) las tierras no utilizadas por esa compañía para
repartirla entre miles de campesinos sin tierra, entre otras medidas de
justicia social.
En ese momento, el país, que en 1944 había salido de la
noche de la dictadura de Jorge Ubico, para vivir apenas unos diez años de un
proceso de recuperaciones democráticas, entró al infierno de un esquema de
terrorismo de Estado que perduró hasta los años 90.
resumen de la tragedia que vivió el pueblo de Guatemala,
durante casi medio siglo. Pero lo más preocupante es que continúan las viejas
estructuras paramilitares y no ha cambiado el esquema de aquel ejército. El
terror sigue siendo "parte de nuestra piel", como ha señalado un testigo en
esta causa.
La justicia es otro ejemplo donde sólo se han modificado en
algunos aspectos. Y por eso se intentó detener el juicio a Ríos Montt. El
tribunal además ordenó al Estado guatemalteco que ofrezca una disculpa al
pueblo ixil, lo que aceptó Pérez Molina. Además, que se levante un monumento a
las víctimas y haya ceremonias en los poblados afectados y que se
construya un centro cultural en la región ixil de El
Quiché, para rescatar la memoria histórica y la identidad. Hay muchas otras
medidas que pueden contribuir a que miles de víctimas accedan a la justicia, si
se ejecutan.
Pero ¿dónde está la mayor presión contra la justicia?
Precisamente en los grandes propietarios, en el poder económico y mediático,
que han reaccionado con furia y amenazan con apelar este histórico fallo.
La antigua oligarquía, que siempre colaboró con las
dictaduras militares, no quiere justicia, sino olvido. La cúpula empresarial,
agroindustrial y financiera de Guatemala exigió el día 13 de mayo anular el
juicio contra Ríos Montt porque, según
un comunicado, "no se ha demostrado la intencionalidad específica el Estado por
exterminar a un grupo étnico en particular".
El Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas,
Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), demandó que en las apelaciones
del caso, la Corte
de Constitucionalidad "contribuya a la gobernabilidad y un efectivo estado de
derecho, anulando la sentencia".
Es bueno comparar estas declaraciones con lo que se escucha
desde algunos sectores "democráticos" ante los juicios contra los ex dictadores
en Argentina.
Como aquí, las grandes empresas advierten que este fallo por
genocidio se debió a la presión internacional y un abogado defensor llegó a
decir que con la condena a Ríos Montt se ha "avergonzado" a Guatemala.
En el país que, después de Colombia, tiene el récord trágico
de víctimas de dictaduras alienantes, los poderosos no sienten ni piedad, ni
arrepentimiento alguno. Siguen siendo el poder, como sucede en buena parte de
América, donde tratan de obstaculizar todo cambio a favor de los pueblos. No
los "averguenzan" los crímenes de lesa humanidad cometidos bajo su amparo, y
presionan sobre la justicia, que siempre manejaron, para asegurar la impunidad.
No solo reivindican los horrores del pasado, sino que
intentan regresarnos a esos confines. Por eso la memoria y la justicia verdaderamente independientes
de los poderes fácticos son lo que hacen posible el futuro de los pueblos
libres.