Los muertos de Néstor y Cristina
domingo 14 de abril de 2013, 23:58h
"Los muertos están muertos..."
Juan Manuel Abal Medina, Jefe de Gabinete de Cristina
Kirchner, luego de la tragedia ferroviaria de la Estación Once.
"Un muerto más o uno menos no modifica nada..."
Gabriel Mariotto, Vicegobernador de Buenos Aires, luego de
la tragedia de La Plata.
Sería,
tal vez, injusto poner en la cuenta del matrimonio presidencial la totalidad de
los muertos producidos en los últimos diez años -los que ellos llevan
gobernando- por la ineficiencia del Estado, la incapacidad de gestión, la
indolencia o simplemente el desinterés por la suerte de la vida de los
argentinos.
No
resulta sencillo, sin embargo, discriminar los que responden a esa causa y los
que simplemente obedecen a estadísticas imposibles de reducir. Algunas cuentas
hacen ascender la contabilidad de los muertos del kirchnerismo a alrededor de
30.000, número artero si los hay para referirse a esta contabilidad.
Llegan
a este número sumando los muertos por accidentes viales debido al mal estado de
las rutas -29.183-, los producidos por hechos de inseguridad debido al
desmantelamiento de las fuerzas policiales y la instalación del narcotráfico
-9.125-, los que sumaron la tragedia de Cromagnón por ineficiencia de los
organismos de control -195-, el accidente ferroviario de Once debido a la
corrupción kirchnerista en el sector Transporte -52- y los muertos en las
inundaciones de La Plata por ineficacia y nuevamente corrupción en la gestión
kirchnerista platense -el número oscila entre 51 y 127, depende qué informe
escuchemos-.
En
esta cuenta no se agregan los "puchitos": los muertos en los enfrentamientos
internos con grupos opositores -Mariano Ferreyra-, los que resultaron de los
hechos represivos frente a protestas gremiales -Carlos Fuentealba-, o los de
desapariciones, como la de Julio Jorge López. Y varios más.
Si
estos números fueran colocados en su totalidad en la cuenta kirchnerista, éste
habría sido hasta ahora el gobierno más sangriento de la historia argentina,
superando incluso al del "proceso".
Convengamos, sin embargo, que no todas son responsabilidad exclusiva del
kirchnerismo.
En los
accidentes de tránsito, la evolución en la última década parece dar la razón,
si no en todo, al menos en la mitad de estas cifras. En el 2002, las muertes
por accidentes en la Argentina fueron 3200. En 2008, la cifra anual había
crecido a 4315, y en el 2012 ya alcanzó las 7485. El pocentaje de incremento de
muertes en accidentes durante el kirchnerismo ascendió casi un 150 %. El
retraso de la infraestructura, el descuido del estado de las rutas, la falta de
señalización, el desmantelamiento de las policías de tránsito, en síntesis, la
desidia y la inoperancia de la gestión "K" fueron las responsables directas o
indirectas de más de 10.000 muertos.
Una contabilidad adecuada de las víctimas de la inseguridad,
por su parte, debiera comparar el promedio de muertes "antes de K" y el mismo
"durante K". Aquí la sorpresa sería "contraintuitiva", dando parcialmente la
razón al argumento cristinista de la "sensión térmica de inseguridad".
En efecto, el crecimiento de los números nominales al igual
que los porcentajes mostraría un nivel estadístico de muertes violentas más o
menos estable (entre 5 y 6 cada 100.000 habitantes, el doble de Europa pero la
mitad de USA y la décima parte que Brasil, por ejemplo) por lo que eximiría a
Néstor y Cristina de este rubro, donde lo que sí se nota es un incremento de la
violencia en los robos, hurtos y delitos contra la propiedad, así como el
salvajismo de algunos asesinatos que reflejan la instalación en el país de las
redes de narcotráfico -con sus métodos característicos-.
Cromagnon fue una transición en la que se conjugaron vicios
del pasado con los que comenzaron a profundizarse con los tiempos K. La
irresponsabilidad estatal, la indiferencia ante la vida, la frivolidad en el
tratamiento de cuestiones de seguridad, la indiferencia por el dolor de las
víctimas. Tal vez no debieran imputarse en forma directa al kirchnerismo -quien
gobernaba la ciudad era su aliado Néstor Ibarra- pero también fue una clara
corresponsabilidad de los artistas, del propietario del local y -por qué no
decirlo- de algunos concurrentes. Pero fue también la primera demostración de
la indiferencia del matrimonio ante la tragedia ajena: no interrumpieron ni por
un instante su "descanso" en Calafate para acercarse a las víctimas y compartir
su dolor.
Pero donde sí el régimen "K" vuelve por sus fueros son las
tragedias de la Estación Once y las inundaciones de La Plata. No existe
justificación alguna para el deterioro en que circulaban -y aún circulan- los
ferrocarriles, que cuanto más pobre es el nivel de sus usuarios más descuidados
e inseguros son. Un accidente con una formación que circulaba a menos de 25
kms/hora produjo más de medio centenar de muertos y centenares de heridos
-algunos, con secuelas de por vida- cuando vemos accidentes en Europa con
trenes de alta velocidad con saldos de muy pocas vidas y algunos heridos.
En La Plata, la responsabilidad por la tragedia es
inexcusable. Los avisos previos de alerta fueron reiterados por organismos
técnicos y universitarios desde, al menos, una década antes. La desidia aquí
fue claramente responsabilidad de las administraciones locales de la Ciudad y
de la Provincia de Buenos Aires, cuyas autoridades de Hidráulica han
desaparecido de la escena con el argumento que habían "delegado" esas tareas en
los Municipios. Tal vez habría que recordarles que la "delegación" puede
realizarse sobre la ejecución de las obras, pero no de la responsabilidad que
les toca. Tanto la gestión de Bruera como la de Scioli -y la anterior de Solá-
comparten esos muertos con los Kirchner. Pero, en nuestra cuenta, son
claramente muertos de Néstor y Cristina.
Como lo son los rápidamente ocultos casos de Julio Jorge
López, de Mariano Ferreyra, de Carlos Fuentealba -compartido con la gestión
local-, y de otros varios cuya lista abriría la ventana del recuerdo sobre
casos que tuvieron su presencia periodística y fueron rápidamente tapados por
el devenir denso y complicado de la vida nacional.
No hemos hablado sobre las víctimas de la trata, de la
persecución policial por razones de intolerancia sexual, y de otras lacras
similares. Concedemos que esta situación golpearía las conciencias hasta de
Néstor y Cristina. Aunque recordemos que son, también, muchos, entre los que
destacan Fernanda Aguirre y Marita Verón.
En
síntesis: sería injusto decir que Néstor y Cristina han sido los presidentes
más sanguinarios de la historia. No sólo injusto: estaríamos lejos de la
verdad. Pero no lo estamos si decimos que gracias a las falencias
injustificadas de sus gestiones que administraron el mejor ciclo económico de
las últimas décadas, a su desinterés por la seguridad y la vida de las personas
comunes patentizada en las frases de Abal Medina y de Mariotto que encabezan
esta nota, a su indiferencia tristemente modélica con el dolor ajeno, a su
actitud tolerante con la corrupción y a la permisividad de la imbricación del
narcotráfico con importantes escalones del poder el Estado, son responsables no
de decenas de miles, pero sí de muchos centenares de muertes de compatriotas
inocentes.
Ricardo Lafferriere