Política o corporaciones: el verano de un amor
martes 29 de enero de 2013, 03:36h
La campaña "Argentina, el verano de un amor"
supone otro tipo de intervención estatal en tiempos de vacaciones.
¿Qué tipo de intervenciones debería realizar el Estado en
tiempo de vacaciones? No hace mucho, se pedía que simplemente garantizase un
piso mínimo de ingresos que las haga posibles. Del resto se encargaba el
mercado con sus recitales, shows, ofertas y sobreprecios orientados a aquellos
nichos de consumo popular esporádicos donde el gasto, para muchas familias,
oscilaba entre la posibilidad de vivir con más licencias que durante el resto
del año y el desafío de llegar sin demasiados apremios al último día de
vacaciones.
Desde ya, la pregunta que inicia esta nota hubiera adquirido
una respuesta bien definida en tiempos del peronismo histórico; ya que entonces
la intervención estatal era justamente lo que hacía posible el turismo social,
todo un emblema de una política que desafiaba la idea de que la felicidad
colectiva fuese una promesa a futuro antes que una realidad efectiva. En
cambio, para las generaciones de la post-dictadura, aquella época apenas si
alcanzaba a ser un recuerdo y las vacaciones terminaban, en más de una ocasión,
en un dèjá vu del sueño hippie: carpa en la costa, en el norte, o en el sur.
Pero aún en décadas tan regresivas como los años noventa, se
estableció entre un sector de la sociedad (no mayoritario pero para nada
desdeñable) y el Estado un pacto implícito en tiempos de vacaciones: dólar
barato a cambio de viajar por el mundo. Muchos álbumes fotográficos familiares
son testimonio de ese pacto, indispensables para hacer una historia de aquellos
años, no sólo porque arrojan pistas sobre algunas de las vías no coactivas con
que se impuso el ideario neoliberal, sino porque profundizó la idea de que las
vacaciones son parte de la vida íntima, "privada", de los individuos.
Desde luego, a los que no contaban con la chance de viajar
por el mundo, se les ofrecía gozar del consumo ajeno: aún hoy numerosos medios
de comunicación dedican amplios espacios al goce del goce -o de la desgracia-
de las estrellas del mundo del espectáculo, con sus dramas, peleas, amores,
separaciones y llantos.
Durante los años noventa la intervención estatal también
tomaba el rostro de la policía. Seguridad en las zonas de veraneo, operativos
de tránsito y la emblemática campaña "Sol sin drogas", que puso en aprietos a
algunos íconos populares muy queridos (inolvidable resulta el sinceramiento del
viejo Charly, que en medio de un recital exclamó "mucho mejor drogas sin
sol" y terminó declarando en Dolores por apología del delito).
Sin embargo, entre el operativo "Sol sin drogas" y nuestros
días algo ha cambiado. Y un signo de ese cambio se anunció a principios de año,
cuando el Estado Nacional presentó la campaña "Argentina, el verano de un
amor", una iniciativa emplazada en el recientemente recuperado edificio
Unzué de la ciudad de Mar del Plata.
Construido a principios del siglo XX por una familia de la
aristocracia y donado al Estado Nacional para instalar un asilo de niñas
huérfanas, durante sus primeras décadas de vida la gestión del edificio estuvo
a cargo de la Iglesia Católica y la Sociedad de Beneficencia. Recién cuando la
Fundación Eva Perón se hizo cargo de las políticas de protección social, el
edificio Unzué dejó de ser un "asilo" para pasar a ser un
"hogar".
En el discurso de inauguración de la primera etapa de las
obras de restauración, en el año 2009, Cristina Kirchner recordaba el
significado político que había provocado el cambio de nombre decidido por
Evita: un "asilo" es un lugar para exiliados; un hogar, en cambio, un espacio
de contención para los que deben ser integrados. La distancia entre "asilo" y
"hogar" es la que mediaba entonces entre la asistencia social como beneficencia
y la justicia como reparación y reconocimiento de derechos vulnerados.
Los resultados de la recuperación del edificio Unzué
permiten hoy apreciar un nuevo tipo de intervención del espacio público, que
pone en diálogo propuestas construidas desde el Estado con diversas expresiones
sociales. De este modo, se articulan actividades y actores que el mercado
difícilmente podría vincular. Desde la Feria de Emprendedores de la Economía
Social hasta las conferencias de José Pablo Feinmann, pasando por el stand de
Paka Paka, espectáculos en vivo, cine, teatro, clases de baile, partidas de
ajedrez, computadoras con conexión a internet, trámites del DNI, el pasaporte o
la SUBE, o el escenario abierto al que ya subieron bandas como El Otro Yo pero
también muchas otras que con sólo llenar un formulario se aseguraron un lugar
para tocar.
En consecuencia, la recuperación del edificio Unzué es una
prueba de que no sólo es posible construir alternativas al mercado en tiempos
de vacaciones, sino también de que la propia vida "privada" puede enriquecerse
enormemente a partir de las resignificaciones que la política es capaz de
imprimir a la vida pública.
En este sentido, es lamentable que en el mismo momento en
que la recuperación de un espacio público como el Unzué reúne a miles de
familias en Mar del Plata, la Cámara en lo Civil y Comercial haya impedido -al
menos por ahora- que se recupere el Predio de la Rural en la ciudad de Buenos
Aires.