martes 24 de julio de 2012, 01:07h
Dice la leyenda que durante la mítica Batalla de Lepanto,
librada entre la Armada turca y las fuerzas navales españolas, el humo generado
por los disparos de la artillería ibérica fue tan intenso que desorientó a las
fuerzas otomanas produciendo su derrota. De allí -según una versión por
supuesto, no confirmada- se originaría el popular dicho "perdido, como
turco en la neblina".
Por acá, no hay neblina, ni turcos, ni españoles, ni batalla
naval en ciernes. Pero sí hay perdidos y desorientados. Tal parece surgir de
las marchas y contramarchas de las últimas semanas en el plano económico, y
también en el político, emergentes de las usinas oficiales.
La declaración de guerra al gobernador de Buenos Aires
terminó con un inesperado triunfo de éste, ante la rendición de su desafiante,
la presidenta de la Nación, que seguramente sorprendió al mismo triunfador. El
ajuste tarifario en el transporte, que mencionábamos como inexorable ya desde
hace varios meses, que fuera anunciado por el gobierno a comienzos de este año
y que fuera suspendido luego del fatal accidente de la Estación Once, ha sido
puesto nuevamente en marcha -aunque en forma desprolija- por el Ministro
"del Interior y Transporte".
Y las amenazas en mal tono a los gobernadores de provincia
sobre el manejo de sus cuentas locales -que deberían abstenerse de requerir
auxilios a la caja nacional- ha variado en múltiples comunicaciones -dice la
prensa- a los mismos gobernadores pidiendo informes sobre sus necesidades y
ofreciendo la disposición del gobierno nacional a escucharlos.
La abstención de utilizar la Gendarmería Nacional en los
conflictos sociales producidos en las jurisdicciones locales -anunciada por
Cadena Nacional por la señora presidenta- cambió abruptamente, en menos de una
quincena, ante la decisión de enviar tropas federales a Santa Cruz, para
reemplazar a la policía en huelga. Y el Ejército, cuya abstención operativa en
tareas internas ha sido una bandera del oficialismo -e incluso una norma
vigente por la Ley de Defensa Nacional-, será utilizado para operativos de
"contención" (?) en villas de emergencia. No se sabe muy bien para
qué.
Podríamos seguir, y seguir. Con precios libres pero
congelados, que de pronto se descongelan sin motivos conocidos; con
"techos" a los aumentos salariales, que son sobrepasados ampliamente
en diversas paritarias, sin embargo aprobadas por el Ministerio de Trabajo; con
la desmentida contratación a la imprenta del Vicepresidente para fabricar
moneda, luego confirmada y por último probada con la partida de fotocopias
borrosas a las que se les da el valor de billetes de curso legal.
¿Qué pasó?
La respuesta viene de los propios mentideros oficiales. Se
relaciona con la abrupta caída de la imagen presidencial, que ha perdido más de
veinte puntos y sigue en picada, al compás de la ubicua y permanente Cadena
Nacional, hastiante hasta el cansancio, por los temas más nimios, o más
insólitos, como denunciar a un empleado de inmobiliaria cuyo titular se atrevió
a confesar, ante una consulta periodística, la caída de la actividad por las
complicaciones burocráticas sobre el manejo de las divisas -y aún de los pagos
en pesos-.
La desorientación es contagiosa. Nace en el gobierno, se
proyecta al partido oficial, y termina paralizando a la administración.
Como en Lepanto. La diferencia, no menor, es que en la
histórica batalla naval había frente los derrotados una formación organizada,
poderosa, con objetivos claros, que convirtió la desorientación adversaria en
triunfo propio. En nuestra comparación, por el contrario, frente a los
"desorientados" hay un vacío conceptual, organizativo y político que
causa más temor que el propio conflicto.