De la antipolítica a la victimización

El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires insistió durante la semana que concluye en su estrategia de presentarse como una víctima de la perfidia kirchnerista que no lo deja gobernar en paz, luego de que el juez federal Norberto Oyarbide decidiera cerrar la investigación sobre las escuchas ilegales que comprometen a Mauricio Macri y enviar la causa a juicio oral.

El alcalde también eludió responsabilidades en el conflicto que paralizó al subterráneo porteño con el argumento de que se trata de otro embrollo del gobierno nacional para perjudicar su gestión.

En varias oportunidades anteriores, Macri justificó la escasez de obras públicas en la Ciudad aduciendo que el kirchnerismo le cierra el paso a la posibilidad de financiar emprendimientos como los kilómetros de subterráneo que alguna vez prometió construir.

Sin embargo, Macri no gobernó la ciudad más rica del país en un período de estrechez económica general sino todo lo contrario, por lo que cuenta en realidad con posibilidades de aprovechar la recaudación fiscal que proporciona una población de elevada capacidad contributiva, en términos relativos.

Empero, siempre prefirió aludir a las trabas que impone a su gestión el gobierno nacional.

En el discurso del PRO, el juez Oyarbide no es más que una marioneta, pero esa postura no da cuenta de las evidencias que implican a Macri en el delito de escuchas ilegales, que ya fueron suficientes para meter preso a dos funcionarios de su gobierno.

Por otra parte, más allá de denunciar la supuesta maniobra del gobierno nacional con los subterráneos, el PRO tampoco explica con claridad contradicciones tales como haber firmado un acta de aceptación de los subterráneos porteños, aumentar luego la tarifa del viaje y negarse ahora a participar de las negociaciones entre la empresa concesionaria, los delegados sindicales y el Ministerio de Trabajo.

El avance de la causa contra Macri encendió luces rojas en el oficialismo porteño, pero a la vez comenzó a abrir una discusión en el kirchnerismo, ya que no pocos creen allí que una condena le serviría al alcalde para refugiarse en su posición de perseguido.

Para colmo, algunos observadores estiman que el juicio oral podría ventilarse en medio del proceso electoral del año próximo.

Presentándose como la antítesis del kirchnerismo -conservador, conciliador y antipolítico- Macri consiguió ganar dos veces en forma holgada las elecciones de la principal ciudad argentina.

Pero después de seis años al frente del gobierno, su supuesta condición de outsider político parece poco creíble, por lo que prefiere cultivar ahora la postura de víctima de un gobierno autoritario que no tolera sus posiciones ideológicas.

Sea como fuere, no pocos kirchnerista prefieren que sea la política la que derrote las posiciones ideológicas de un conservador que reivindica el modelo de los 90, antes que la justicia lo saque de la cancha por un delito aunque fuese grave como la asociación ilícita para espiar a ciudadanos.

Los vericuetos de la Justicia pueden no resultar tan claros para la sociedad que observa el desenlace de la causa, pero las cifras de una elección constituyen sin duda un dato incontrastable del consenso popular.

El nuevo examen acerca de cómo percibe la sociedad porteña el enfrentamiento ideológico entre la postura conservadora del Pro y la política transformadora del Frente para la Victoria llegará el año que viene, con la elección de renovación parlamentaria.

Para entonces, el gobierno nacional podrá dar cuenta de una larga lista de transformaciones a favor de una sociedad más abierta y más equitativa.

En cambio, Macri sólo podrá ofrecerse como la antítesis kirchnerista y una víctima de su perfidia. Para entonces, el PRO habrá atravesado siete años de gestión y no podrá seguir haciéndose el desentendido