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Programa

Programa

Por Enrique Szewach
lunes 19 de marzo de 2012, 20:37h
Como recuerdan, apenas ratificado su segundo mandato, la Presidenta anunció su programa de "sintonía fina". 

Un eufemismo, para disfrazar un ajuste fiscal, basado en la reducción y/o eliminación parcial, de subsidios a la energía, el transporte, y otros productos, (Es decir, un aumento implícito de la presión fiscal, dado que, hasta ese momento, dichos subsidios se financiaban con impuestos, pero su eliminación no significaba una reducción de los mismos); junto a la "desindexación salarial", un intento para moderar la pérdida de competitividad del costo laboral, con un aumento de salarios más en línea con la evolución del tipo de cambio (cuya tasa de devaluación iba a ser levemente acelerada). 

Todo esto acompañado por  un esquema de control de cambios, "moderado", para limitar la fuga de divisas y, a su vez, independizar, de cierta forma, la esperada aceleración de la tasa de devaluación, de la tasa de interés en pesos. (Con una moneda de baja calidad, por la inflación, la única manera de sostener los depósitos en pesos, y por lo tanto la afluencia de crédito en moneda local, es que la tasa de interés esté por encima de la tasa de devaluación, a menos que se prohiba comprar dólares).

Se anunciaba, también, por enésima vez, la búsqueda de una normalización de las relaciones financieras con el exterior, de manera de crear las condiciones para retomar cierto nivel de endeudamiento.

A su vez, parecía que la eliminación de subsidios a la energía iba a permitir, aunque parcialmente, ir reconociendo más precio a los productores,("compartir" con las empresas la baja de subsidios) para que la oferta de gas y petróleo, y la inversión energética en general, empezara a recuperarse lentamente, mientras la demanda, con los nuevos precios, se presentaría más racional.

Fue este programa el que llevó a algunos analistas -y a un importante Banco de Inversión- a proponer que la Presidenta iniciaba su segundo mandato, con cierta inclinación a la "ortodoxia", después de  años  de fiesta consumista a toda orquesta, para ganar la reelección.  Un control de cambios, suave, aparecía dentro de esa postura,  como un desliz menor y transitorio.

Sin embargo, a poco de andar, el pseudo programa ortodoxo se fue transformando, sin solución de continuidad, en un conjunto pseudo heterodoxo de medidas contradictorias. 

La eliminación ordenada de subsidios, por el fracaso de la política de"renuncia voluntaria", se ha transformado en un esquema confuso, todavía indeterminado, en su monto y alcance. 

Mientras tanto,  se trata de transferirle a la Ciudad de Buenos Aires, el costo económico y político, en el caso del transporte local. (¿Por qué se mantienen los subsidios al transporte en la Provincia de Buenos Aires?. ¿O acaso es federalismo que los jujeños no paguen el transporte en la Ciudad de Buenos Aires,  aunque sigan pagando el del GBA?).

 Y lejos de "seducir" a las empresas con precio, se las amenaza por incumplimiento de contratos, admitidos y controlados, por este mismo gobierno, en el marco del ahora denostado "capitalismo de amigos".

El control de cambios "light", se ha convertido en una verdadera persecución policial, incluyendo, un arbitrario control de importaciones.

La desindexación salarial, al menos en las negociaciones  que encabeza u homologa el propio gobierno, ha sido postergada.

 Y el panorama se completa con el asalto final a las reservas del Banco Central, y a los límites para financiar al Gobierno con emisión, explicitando, lo que ya era obvio, que el Banco Central no tiene intervención en la política antiinflacionaria. Solo se limita a "aceitar", con la oferta monetaria, el gasto público y el nivel de actividad. 

El resultado de este "programa", es que, más que nunca, la tasa de inflación depende del "ancla cambiaria", ahora reflejada en la brecha entre la cotización del dólar que no se puede comprar y el dólar que sí se puede comprar. 

Mientras que el nivel de actividad ha quedado a merced de la discrecionalidad del control de importaciones,  del clima,  y  del ciclo de liquidez global, que determinan el valor de nuestras exportaciones, y la demanda de nuestros socios comerciales (si no toman demasiadas represalias por nuestras trabas al comercio).

En síntesis, el supuesto programa ortodoxo ha quedado archivado, mientras nos encaminamos a un ajuste desordenado, arbitrario, dominado por la política, los grupos de presión, la burocracia estatal y el ciclo global
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