Los descontrolados al final aterrizan

Están descontrolados no sólo los controladores aéreos y algunos pilotos vip de Aerolíneas Argentinas, que si no desayunan omelette con la receta de Adrián Ferrá se desorientan en el espacio, sino hasta los residentes de la Casa de Gran Hermano meta feromona bajo las sábanas. En el caso de estos "hermanos" el descontrol se justifica: interpretar papeles de seres humanos les es incompatible. Lo que mejor les sale es el sexo, pero mediático. Los que sí están descontrolados son los traficantes de dólares, los poceros inmobiliarios que perforan la ciudad hasta el umbral de derrumbe, los ruralistas de la tribu del Momo Benegas profiriendo amenazas arcaicas entre los silos, y los descontrolados periodistas independientes presuntamente perseguidos por oficialistas descontrolados. Raro y exótico esto. Porque después del 23 de octubre a los oficialistas les sobra para seguir festejando. Pero son los opositores quienes intentan transferirles su disfunción e impotencia y aguarles la fiesta. Aunque cada vez que lo intentaron-con esporádico éxito, en 2008 y 2009 - debieron resignarse en el desquite.

También Durán Barba está descontrolado: ya que no puede controlar que con sus serias enseñanzas los "borriquitos" discípulos del Pro no sigan haciendo papelones.  Si antes, al ecuatoriano, le dieron resultado los guiones del "Cacho" en la cancha de bochas, y el de los papelitos en el cesto y no en la calle, ahora le fracasa el libreto de comparar a los cirujanos con los ingenieros de las construcciones. Mejor sería comparar a los que levantan edificios con los que fabrican aviones. Pero esta ocurrencia no se le ocurre.

La culpa de todo este descontrol la tienen las recientes elecciones. En lugar del previsible y prudente criterio de aceptación sensata del fallo de las urnas, pasa todo lo contrario. Las fuerzas conjuntas de los grandes medios, los periodistas que se dice que alguna vez fueron grandes en esos medios y se van reduciendo; o ya eran reducidos y el público los desmesuraba por efectos de algún descontrol óptico; los líderes opositores que ya nadie sabe si alguna vez fueron aunque sea medianos, y los intelectuales aprensivos con el pueblo que se sienten bárbaramente hegemonizados por el auge de la militancia silvestre, optaron otra vez por descontrolarse. Como se dice en el diván: se "descargan" de toda la energía negativa y de rencor cargada internamente, y que si no la expelen los implosiona;  o se "descarrilan"; y se les nota. Porque cuando hablan se deslizan de un tema a otro-de la inflación inflacionada al fogoneo del dólar, y de la CGT (a la que desean ver destituida) a Aerolíneas Argentinas, a la que pronostican en quiebra por impericia - pero todo con inconexas formas y gaseoso contenido. Y en ese "descarrilamiento" psíquico dialéctico, y por  entre medio del surtido temático, deslizan a Schocklender y a Guillermo Moreno, y como un estribillo y sonsonete al diabólico Indec y a la inseguridad jurídica (que de buena gana desearían fuera inseguridad del Gobierno).

Los controladores aéreos descontrolados no son sonsos y van a saber aterrizar rápidamente, por cuenta propia. O por cuenta de razones de Estado.

Más lento para aterrizar le va a resultar a cierto periodismo. Porque con el hervor de sus feromonas alienta la erótica moda de ser "apedreado", "lapidado" y lacerado muy dulcemente, aunque sea con cascarillas de huevo de codorniz o con papel picado. Presume así poder ingresar al falso reino de la heroicidad pero sin un rasguño. Así cualquiera. Y además con un aumento de fama y de sueldo, porque cuanto más descontrolado se exhibe más le pagan los patrones.

En este género del descontrol el Gobierno gana. Cuando se descontrola es cuando más produce hechos y cosas que descontrolan a los opositores.