El gran error de Sánchez, la equivocación de Rajoy
domingo 03 de mayo de 2015, 22:59h
Las imágenes del acto oficial del 2 de mayo en la sede de la
presidencia de la Comunidad de Madrid mostraban hasta qué punto el cambio está
ahí, incluyendo a ese Partido Popular que es el más reticente a las mudanzas,
empezando por las de rostros: Ignacio González y Ana Botella, presidente
autonómico y alcaldesa de Madrid salientes, respectivamente, encabezaban una
recepción en la que ya eran las dos figuras que menos importaban a los
corrillos: incluso los candidatos de 'Ciudadanos' -él, con corbata color
naranja-eran mucho más asediados, para no hablar ya de Esperanza Aguirre, la
peculiar candidata a la alcaldía de la capital y de la que difícilmente se
podría decir que representa una renovación en las estructuras políticas del
país, por mucho que las encuestas le ofrezcan pronósticos relativamente
halagüeños.
Pero, pese a ese cierto aire vetusto que se respiraba en el
Palacio de Correos -antigua Dirección General de Seguridad-de Madrid, el del
cambio es un aroma ya imparable, cuando esta semana comienza la que puede ser
una larga sesión (sesiones) de investidura en Andalucía, y se van a poner sobre
el atril de las intervenciones cuestiones clave. Por ejemplo, ¿habrá pacto, de
algún tipo, del socialismo de Susana Díaz con Ciudadanos?¿Qué hará el
evanescente Podemos? Y, sobre todo, ¿existe de verdad la tentación de
reproducir una especie de acuerdo de 'todos contra el Partido Popular'? Lejos
de mí la idea de erigirme en defensor del partido que nos gobierna a los
españoles -por mayoría absoluta todavía, por cierto--, pero, entre los errores
que pienso que comete Pedro Sánchez, creo que el mayor es el de excluir por
principio los pactos 'con el PP y con Bildu'.
Con todos sus fallos, que no son pocos, hay que reconocer
que el PP se muestra como un partido serio, responsable, que está, me parece,
abochornado por sus pasados (y múltiples) casos de corrupción y se dice
dispuesto a no repetirlos. Cierto que Rajoy carece de imaginación y de ese
valor personal que consiste en salir a la calle a que te partan la cara, no es
un estadista ni se le espera como tal; ni siquiera es un gran político. Pero no
menos verdad es que su sentido del patriotismo y su serenidad no le hacen
merecedor a convertirse en un apestado. Y, además, por si fuera poco, las
encuestas, que a nivel personal destrozan a su presidente, dicen que el PP va a
ser un partido con el que habrá que contar tras las elecciones de dentro de
tres semanas...aunque sea para forzar 'pactos contra natura' para evitar
alcaldes y presidentes de autonomías
'populares'. O sea, que el PP sigue siendo un referente político de primer
orden, aunque Rajoy nos tenga aburridos con su 'previsible', monótono,
triunfalista, economiista, discurso.
Si la mayor equivocación de Pedro Sánchez -ayer, almuerzo
segoviano con militantes, a seis euros el cubierto-es su rechazo 'a priori' de
ciertos pactos, sin entender que el PP no es el de Fraga, ni el de Aznar, y que
Bildu ya no es ETA, la de Rajoy ha sido el haberse dejado encelar contra Albert
Rivera. Los alfilerazos que desde el PP siguen propinando a Ciudadanos no son
pequeños. Y resulta que el único 'aliado' posible del PP será quien hoy es su
peor enemigo ante las encuestas, es decir, no otro que Ciudadanos. Algo que
sagazmente ha entrevisto Susana Díaz, muy activa en sus conversaciones estos
días en busca de una rápida investidura (que todos dan por hecha, de una manera
u otra, con el apoyo de Ciudadanos o sin él).
Y esto es algo que me parece que también vislumbra Sánchez,
que comparte, creo, el mismo análisis 'realista' que Rajoy respecto a la
formación de Rivera, pero que se cuida muy mucho de proclamarlo, ni siquiera a
micrófono cerrado. Sabe Sánchez lo que se juega en estas próximas elecciones
cuya campaña 'oficial' comienza a finales de esta semana, y que son mucho más
que municipales y autonómicas: si todo le sale mal y el PSOE no consigue
gobernar más que en Andalucía (gracias a Susana Díaz) y en Asturias (gracias a
Javier Fernández), puede que ni siquiera llegue a competir en las generales,
frente a Rajoy o a quien sea. Así que Ciudadanos, hay que repetirlo, con su
escasez de cuadros, de líderes y de programas locales, es el árbitro, el gran
árbitro: aquel a quien apoye Rivera será el nuevo, o el viejo, inquilino de La
Moncloa. Y el juego de tronos comienza, precisamente, esta semana en la que
arranca la galopada final hacia las elecciones del 24-m.