El populismo mata de hambre
jueves 08 de enero de 2015, 17:28h
En Argentina sufrimos dolores que no tenemos por qué
soportar. El hambre es dolor. Dolor físico. A cada niño que sufre de
desnutrición no sólo se lo condena a una enfermedad mortal, a un futuro
recortado de desarrollo y crecimiento humano, se lo condena, también, a una
corta vida de dolor continuo en su pancita, en cada mareo, en su falta de
fuerzas, en el desastre orgánico que significa la falta de minerales y
vitaminas, en las ganas de comer y beber y que haya muy poco o casi nada y al
final ya ni tener esas ganas.
Los niños que mueren de desnutrición están inmersos en una
familia y en un contexto que también está desnutrido. La pobreza es tan cruel
que los padres, desnutridos ellos, carecen de las posibilidades intelectuales y
materiales para criar y alimentar a los hijos, lo mismo pasa con los ancianos.
Los niños y los ancianos impedidos, por su vulnerabilidad, no pueden proveerse
alimentos. Si el Estado no está ahí, es entonces porque no está en ninguna
parte,
En la partida de defunción del chico pusieron como causa de
la muerte: "enfermedad", así, genérica, misteriosamente. No es porque los
médicos chaqueños no sepan tipificar enfermedades o causantes de los colapsos
finales. Es porque la maldad llega en su carruaje más sofisticado; la
burocracia fraudulenta, que este gobierno despliega como leitmotiv de gestión.
Ocultan datos para falsear las estadísticas. Yo no soy médico. Mis categorías de
enfermedad son: evitables o no evitables, prevenibles o no prevenibles. No hace
falta agregar que la desnutrición es, por obligación y por derecho, prevenible.
Repudio categóricamente que sigan falseando los datos para
conformar la estadística de mortalidad infantil del país, de indigencia y de
pobreza. El populismo empobrece, desemplea y mata, es así de duro.
Podemos cambiar nuestro país, pero primero tenemos que
quitarnos la mochila de los prejuicios y el recelo. Tenemos ante nosotros la
oportunidad de desarrollar Argentina. Hay recursos naturales, recursos humanos
y mercados que demandan nuestros productos. Para aprovecharlo necesitamos
acuerdos políticos sólidos y amplios, que den certezas y ofrezcan confianza.