lunes 27 de octubre de 2014, 16:03h
La economía argentina presenta hoy caída en el nivel de
actividad y en la tasa de empleo privado, mientras mantiene una tasa de
inflación muy elevada.
Esta recesión con inflación, no es producto, como se
sostiene desde el oficialismo, de obstáculos coyunturales surgidos de la pelea
con los buitres, o el complot de los poderes concentrados.
La situación actual es producto del intento por prolongarle
la vida artificialmente, a un modelo que ya presenta "muerte cerebral".
Me explico. El huevo de la serpiente del desbarajuste actual
surgió con la política de aislar los precios locales de la energía, y de la
producción agropecuaria del formidable aumento de los precios internacionales
de esos productos que se vivió en el período 2003/2012, con la interrupción del
2008-2009, por la crisis internacional.
En otras palabras, a partir de la destrucción de los precios
"verdaderos" del petróleo, el gas, el trigo, la carne vacuna, o el maíz, por
citar algunos ejemplos, los mercados de dichos productos, como todo mercado en
dónde se destruye su señal principal, el sistema de precios, presentaron una discrepancia
creciente entre oferta y demanda, que terminó en caídas de producción, y la
necesidad de importar, o en sustitución a favor de la soja, y caída en el resto
de la producción agropecuaria, acompañada de restricciones y cuotas para
exportar.
Mientras la cantidad producida y los precios de la soja y
derivados "acompañó", el problema se notó
menos. Pero el estancamiento de la producción de soja y el freno al
crecimiento de su precio internacional, explicitó claramente el problema.
Con menores exportaciones y mayores importaciones, y con el
mercado internacional de capitales relativamente cerrado -por decisión del
gobierno argentino- las reservas de dólares del Banco Central empezaron a caer,
para atender los pagos de deuda.
Del otro lado de la ecuación, sostener el consumo privado a
través de un creciente y, en muchos casos ineficiente y "corrupto" gasto
público (recuerde una perogrullada, detrás de cada peso que "gasta" el sector
público hay un "privado" que lo recibe, sea empleado público, jubilado,
subsidiado, etc.), obligó a llevar la presión tributaria, en todos los niveles,
a un récord, y a recurrir a la emisión
de pesos del Banco Central, para cerrar el déficit. Un Banco Central que pierde activos -las
reservas- mientras aumenta sus pasivos -los pesos que emite- sólo puede
"cerrar" su balance, devaluando, -para hacer crecer artificialmente las
reservas valuadas en pesos- y la devaluación termina, tarde o temprano en los
precios internos.
En síntesis, una economía que, a los precios relativos del
"modelo", produce recesión e inflación.
Sólo con otros precios relativos la economía argentina
podría retomar un sendero de crecimiento, recuperando inversión y flujos de
capitales.
Pero la experiencia argentina indica que los gobiernos no
terminan con sus modelos, si no que los modelos terminan con los gobiernos. A
lo máximo que pueden aspirar los gobiernos con modelos agotados es que éstos
"aguanten" hasta el cambio de mandato, de manera de no pagar totalmente los
costos de sus desatinos.
Y es a eso a lo que está abocado el equipo económico en
pleno. Tratar de que las reservas y algún grado de endeudamiento le permitan
llegar a fines del 2015 sin una caída mucho mayor del nivel de actividad y el
empleo, y sin tener que reconocer el verdadero precio del dólar en el mercado
oficial. Y tratando de que todos los pesos que tiene que emitir para financiar
el gasto no espiralicen la inflación.
Para sostener las reservas, racionamiento, endeudamiento
"forzoso" con exportadores e importadores, controles, etc. y, eventualmente,
jugar la carta del arreglo de la deuda, después de enero o el desdoblamiento.
Para lo segundo, el exceso de pesos, el "corralito" del
control de cambios, impidiendo que los pesos se transformen en dólares, y la
colocación creciente de deuda del Banco Central y del Tesoro, para que los
pesos que circulen, sean los mínimos necesarios para que el nivel de actividad
no se desplome todavía más.
La probabilidad de "éxito" de este esquema, y que CFK
termine como Menem, con una recesión modesta, y pasándole la muerte oficial del
modelo al que siga es baja, pero no nula.
Lo que sí está claro es que el modelo hace rato que murió,
aunque su fantasma nos seguirá persiguiendo un rato largo.