Ese PSOE que se reinventa
lunes 30 de junio de 2014, 08:32h
Se inicia la semana de la renovación en el socialismo, una
suerte de campaña electoral interna en el PSOE en la que Eduardo Madina, Pedro
Sánchez y, en menor medida en función de los avales recibidos, José Antonio
Pérez Tapias, aspiran a ocupar la secretaría general que dejó vacante hace un
mes Alfredo Pérez Rubalcaba. Un auténtico cambio de rostros se avecina en un
PSOE que ya no tendrá como 'número dos' a Elena Valenciano, ni a Oscar López de
'número tres'. Del PSOE de Rodríguez Zapatero, de quienes fueron sus ministros,
ya no queda prácticamente nadie en primera fila. Y no digamos ya de quienes
acompañaron los trece años de poder de Felipe González...
He seguido de cerca el proceso en el PSOE desde poco después
de que, hace ahora cuarenta años, un 'pacto del Betis' que contaba con fuertes
apoyos internacionales diera fin al 'socialismo histórico' encarnado, en el
exilio, por Rodolfo Llopis. Fue en el congreso de Suresnes y este mes de
octubre se cumplirán cuarenta años de su celebración: presidido por François
Mitterrand, y con algunos de sus asistentes forzados a permanecer en la
clandestinidad, de allí salieron los dirigentes socialistas que iban a tomar el
poder en 1982 y que en él permanecerían trece años: Felipe González, Alfonso
Guerra, Enrique Múgica, Nicolás Redondo, el fallecido Ramón Rubial, Manuel
Chaves...Hoy, todos ellos son casi septuagenarios o, como González y Guerra,
han superado los setenta años. Aunque tanto Guerra como Chaves permanecen en
sus escaños de diputados, lo cierto es que su influencia ya se ha desvanecido.
Algunos de ellos participaron recientemente en la 'cena de
viejos rockeros' que algunos personajes que pasaron por gobiernos del PSOE, de
Alianza Popular y del PP, así como de UCD y algún empresario, ofrecieron al rey
saliente en un restaurante clásico de la Casa de Campo de Madrid. Es una
fotografía que ilustra perfectamente un cambio de era, ese cambio que se
concretó en la abdicación de Juan Carlos I en su hijo Felipe, o, una semana
antes, en la dimisión de otro histórico de la política, Alfredo Pérez
Rubalcaba.
La carrera por la secretaría general en el PSOE, que sigue
siendo, al fin y al cabo, el segundo partido en importancia de España, hay que
contemplarla en ese marco de renovación y, desde luego, no hay que dramatizarla
en exceso. He visto crisis casi peores en la formación socialista, que se
reinventaba en cada una de ellas: la renuncia al marxismo de González y sus
continuas tentaciones abandonistas; las peleas sin cuento entre 'renovadores' y
'guerristas'; la bicefalia Almunia-Borrell, que acabó con la elección, por
nueve votos, de Zapatero como secretario general en un congreso dividido.
Yo diría que, más que la derecha, que se pega mejor al
terreno de lo pragmático, la izquierda está condenada a reflexionar continuamente
sobre sí misma, definiendo puntos de avance social que luego habrán de ser
recogidos por la derecha. Es su grandeza y su miseria, su debilidad y su
fuerza. El PSOE, que salió con enorme fuerza en los primeros pasos de la
transición, se agotó, esta es la verdad, con trece años de gobierno, del que el
partido salió descalabrado, desmoralizado y desacreditado. El 'fenómeno
Zapatero', que gobernó luego durante ocho años, solo se explica por los errores
de Aznar en gestionar la terrible tragedia del 14-m y por la lentitud
proverbial de Mariano Rajoy para ascender peldaños. Pero el PSOE no se había
regenerado, no había digerido del todo el enorme desgaste de todo el llamado
'felipato' de González,
Ahora, sospecho que al PSOE le aguarda una bastante larga
travesía del desierto, salvo cambios impredecibles en la coyuntura nacional e
internacional, en la que ha de consolidar a su nuevo líder (o lideresa, ya
veremos), ha de plantear sugerencias verdaderamente nuevas para gobernar y
representar a los ciudadanos y proponer soluciones valientes para los retos que
España tiene ante sí, la tentación secesionista de Cataluña en primer lugar.
Desde ese punto de vista, estoy a punto de decir que no me
importa -aunque sí me importa-quién gane el congreso de finales de julio, En
todo caso, gane quien gane habrá de hacer una ejecutiva de integración que
plantee esa nueva era que parece que reclaman los militantes y los
simpatizantes. Y toda la sociedad.