Sigue el salto de obstáculos: ahora, Panamá
domingo 13 de octubre de 2013, 12:38h
Desde luego, no seré yo quien critique por inservibles las
'cumbres' iberoamericanas (veintidós en total) celebradas hasta ahora en
distintas capitales de América Latina, España y Portugal. El simple hecho de
congregar, con el Rey de España como indiscutible 'primus inter pares', a dos
decenas de jefes de Estado de naciones iberoamericanas en torno a una mesa para
debatir problemas puntuales, y buscarles solución -aunque esas soluciones no
siempre lleguen--, es ya un éxito. Un éxito que, a trancas y barrancas, se ha
prolongado durante veintidós años, y que se inició con el lustre y esplendor de
aquellos fastos conmemorando el 500 aniversario del Descubrimiento. Eran
tiempos de despegue. Eran otros tiempos. Ahora, vivimos una era de cambios
profundos, que, entre otras muchas cosas, afectan directamente a la 'cumbre'
que se inaugurará en Panamá el próximo viernes. Ni las relaciones políticas y
económicas de España con América Latina son las mismas, ni el Rey va a estar
presente y ha habido que buscar un encaje al menos digno para realzar la
presencia del Príncipe, que no puede figurar ni siquiera como uno más, puesto que
no es jefe de Estado, y será Mariano Rajoy quien ostente la máxima
representación española.
En efecto, los tiempos cambian tanto que ha sido Don Felipe
quien ha presidido, por primera vez desde hace treinta y siete años, la parada
militar del 12 de octubre, jornada de la fiesta nacional, antes llamada 'de la
Hispanidad'. El Rey, doliente, se tuvo que conformar con ver el desfile por la
televisión desde su lecho convaleciente y con enviar un mensaje que leyó su
hijo ante los congregados en la tradicional recepción de este día, festivo
entre los festivos. Ya en la 'cumbre'
iberoamericana del pasado año, celebrada en Cádiz, el Monarca advirtió a todos
que "tendría que pasar por el taller" y someterse a una operación que, en
realidad, iba a ser la primera de una serie. Lo menos que puede decirse es que
ha sido un año no demasiado bueno para la salud del titular de la Corona, que,
no obstante, se resiste a iniciar cualquier movimiento relacionado con una
abdicación, incluso a medio plazo.
Aseguraban algunos, pese a los desmentidos oficiales, que el
Monarca incluso se planteó la posibilidad de acudir, siquiera por unas horas, a
esta 'cumbre' panameña, alegando que jamás ha faltado a esta cita, que es la
principal en la agenda diplomática española y que, básicamente, financia
España. En todo caso, estaba claro que el Rey no está lo suficientemente
recuperado como para emprender un viaje de diez horas y que el jefe del Estado
español, que el 5 de enero cumple 76 años, necesita descanso, por mucho que le
queme su inactividad recluido en La Zarzuela. Será el Príncipe, que, también en
enero, cumplirá cuarenta y seis años, quien acompañe al presidente Rajoy a una
cita iberoamericana que, esta vez, tiene menos contenido que nunca y que se ve
agobiada por problemas internacionales de calado, entre los que la parálisis de
la Administración Obama, el 'vecino del norte', por el veto presupuestario
republicano, no es precisamente el menor.
Si el año ha sido malo para el Rey, estimo que ha sido
bastante bueno para su heredero: ha cumplido a la perfección sus funciones
-memorable su discurso presentando la candidatura olímpica de Madrid en Buenos
Aires--, se ha prodigado para lograr que los españoles le conozcan algo mejor,
ha mejorado su cotización en las encuestas y ha saltado limpiamente sobre los
rumores de presuntas, quién sabe si inventadas, desavenencias matrimoniales. Es
un Príncipe listo para tomar el relevo en el trono de un país que le observa,
que se convulsiona como Estado y al que las naciones europeas y latinoamericanas
miran no sé si con desconfianza o aún con esperanza.
Soy de los que opinan, y el papel al que se obliga al
Príncipe en esta 'cumbre' de Panamá lo demuestra, que hay que proceder ya a un
relevo en la cabeza de este Estado, elogiando y recompensando los sin duda
magníficos servicios que el Rey ha prestado a los españoles. Pero no puede ser
que cada fasto -12 de octubre, 'cumbre' de Panamá, aniversario de la
Constitución, Pascua Militar...-- se convierta en un problema protocolario y en
un trágala para ese hombre, aún joven pero ya no tanto, llamado a ser el futuro
Felipe VI. Hay quien dice, con cinismo y exageración, que el principal cometido
de un Rey es pasar revista a las tropas marcialmente. "Esto", me decía un alto
jurista durante la recepción del pasado sábado en el Palacio de Oriente,
"parece ya una carrera de obstáculos para la Corona".
Panamá, una 'cumbre' que marcará el inicio de modificaciones
sustanciales -quizá en la cabeza de la Secretaría Genera Iberoamericana,
desempeñada con acierto hasta ahora por un más que octogenario Enrique
Iglesias; seguramente también en la periodicidad de estos actos, que pasarán a
ser bienales--, va a ser el siguiente obstáculo en la carrera: va a haber
muchas, demasiadas, ausencias significativas, y la 'marca España' tendrá más
dificultades que nunca para dejarse sentir. ¿Tiene Don Felipe, el prudente,
algún plan secreto para brillar con luz propia, para saltar sin dejarse
jirones, este obstáculo?¿Cooperarán a este buen fin los aliados
latinoamericanos que asistan -los otros ya se sabe que no asisten-a la
'cumbre'?
fjauregui@diariocritico.com