Salud presidencial: las ratas en la fuente o la parábola de Pedro y el bobo
sábado 12 de octubre de 2013, 19:16h
Una genealogía del periodismo amarillista local que va desde
el 17 de octubre de 1945 hasta la reciente operación de la presidenta Cristin
Fernández de Kirchner que permite ver los mecanismos y lógicas de cierto sector
de los medios de comunicación para instalar mentiras y rumores como verdades.
A poco de cumplirse tres décadas de la recuperación
democrática, un sector del periodismo nacional se sumergió en un verdadero
aquelarre de trapisondas informativas concentradas en el incidente de salud
vivido por la Presidenta de la Nación. La grosería de las suspicacias
iniciales, los diagnósticos sin sustento y las especulaciones destituyentes asociadas
a fantasías seudo médicas sin asidero fueron moneda corriente en los últimos
días. Desarticuladas cada una de esas infamias por la mera confrontación con lo
real, los papelones acumulados en unas cuantas horas no parecen haber detenido
el entusiasmo de las cloacas desinformantes.
Pero antes de abordar los últimos bolazos torpemente
disfrazados de primicias, vale la pena intentar una rauda genealogía del
amarillismo panfletario argentino.
Cada vez que se acerca un 17 de octubre es inevitable recordar
la emblemática imagen de los peregrinos fundantes del peronismo calmando su
fatiga en la Plaza de Mayo.
En aquellos días, los medios de comunicación tradicionales
ya estaban empeñados en la cruzada de interpretar la realidad haciendo una
lectura sesgada y capciosa de los hechos más relevantes. Las directrices de las
potencias hegemónicas encajaban perfectamente con su defensa de los intereses
de las clases dominantes. Y esos medios, a través de sus consagradas firmas,
eran también los dueños y los árbitros de toda expresión que pudiera definirse
como cultura.
Bien podría decirse que el ejercicio pleno de la mentira no
les era necesario para seguir ejerciendo su rol de escribanos de ese mundo que,
en gran medida, bailaba al compás de títulos, notas y alguna que otra profecía.
Aún así, en aquella jornada de octubre y 1945, resultó claro
que la inconmovible solidez de esa estructura no alcanzaba para frenar una
marea humana que, ignorada por editoriales, críticas y fotos, no tenía más
remedio que vivir su vida sin otro espejo que lo real y palpable que le
planteara cada amanecer. La lealtad que impulsó el 17 de octubre le pasó por
encima a las vallas de la desinformación y continuó su marcha de gigante para
cambiar democráticamente el rumbo de la historia con el triunfo del 24 de
febrero de 1946.
Pero menos de diez años después, con el derrocamiento de
Perón, esas voces recuperaron su rol protagónico para narrar las viñetas
sucesivas que, con el tiempo, se llamarían Historia.
Desde aquellas jornadas épicas inauguradas en el paisaje de
las patas en la fuente y clausuradas a sangre y fuego en el 55, los medios de
la antigua cruzada se fueron fusionando con las estructuras empresariales de
las clases dominantes acrecentando su poder e influencia.
Pero la mayor conquista de esos núcleos devenidos
corporaciones fue la de haber naturalizado su palabra como una expresión
incuestionable de la realidad. La mascarada de un periodismo independiente u
objetivo los dotó de una impunidad tan arraigada en segmentos mayoritarios de
la opinión pública que, al verse nuevamente amenazados por la no sumisión de un
gobierno, abandonaron todo resto de pudor y moderación. Es en esa ceguera
enfervorizada donde aparece de modo flagrante una expresión de lo que los
griegos llamaban hybris y que el inverecundo doctor Castro (¿por malicia? ¿por
ignorancia? ¿por desprecio de la erudición ajena?) insiste en vender como una
categoría vinculada a la salud.
Desde ese desenfreno surgió la andanada miserable de
epítetos y falsas inducciones con que se quiso degradar la figura del
vicepresidente Amado Boudou. Y una vez lanzada la campaña se hizo circular una
fantasía destituyente que pretendió ignorar las normas básicas de la
Constitución - en lo que a jerarquías sucesorias se refiere - y desconocer el
texto que en otras ocasiones los voceros del odio han defendido con tanto
énfasis.
Simultáneamente, la burda operación de lanzar un rumor
descabellado, esperar que los aliados (pero también los incautos y los burros)
el primer mundo lo recojan y recuperarlo como ejemplo de la forma en que el
mundo ve los acontecimientos locales, ha sido otra de las infamias desembozadas
que han proliferado en torno de la salud presidencial.
Entre los últimos fuegos de artificio del impresentable club
de bufones que le dan sus nombres a los medios hegemónicos, han aparecido otras
ficciones que dicen tener su sustento en fuentes afincadas en el círculo más
cercano a la Presidenta. Se menta así un supuesto entorno del que surgen las
especulaciones más recientes.
No deja de llamar la atención que los poseedores de esa
fuente tan estratégicamente instalada, no le haya comunicado a estos muchachos
el accidente originario de esta historia, el diagnóstico primigenio y la
ulterior evolución que desembocó en la internación de la Jefa de Estado.
Teniendo acceso a tan privilegiada "garganta profunda"
sorprende la desorientada catarata de versiones erróneas que viene
enriqueciendo el historial periodístico de esta legión.
Es posible que aún estén a tiempo de tomar en cuenta la
enseñanza de la fábula sobre el pastorcito mentiroso y no insistan en suplantar
la nobleza de un reconocimiento del error por ese empecinamiento que define su
ya conocida fe de ratas.