jueves 03 de octubre de 2013, 11:31h
El Papa Francisco
también habla claro cuando habla de política.
Nada de eufemismos. Entre las muchas cosas que ha dicho en los últimos
días descuellan dos: ha señalado como el peor mal de nuestro tiempo el paro
juvenil y la soledad que afecta a los ancianos y ha consignado una denuncia
-cito textualmente de la ya famosa conversación con Eugenio Scalfari-:
"Pienso -ha dicho- que el llamado liberalismo salvaje convierte a los
fuertes en más fuertes y a los débiles en más débiles y excluye a los más
excluidos". Concluye esta reflexión diciendo que: "Necesitamos normas
de conducta y también, si es necesario, la intervención directa del Estado para
corregir las desigualdades más intolerables".
Si nos paramos un
minuto a pensar sobre las palabras del Papa Bergoglio y las proyectamos hacia
la política seguida en varios países de la UE por algunos de los partidos integrados en el
Partido Popular Europeo (desde Merkel a Rajoy, pasando por el portugués Pasos
Coello), grupo que acoge a partidos y coaliciones que llevan en su ADN la
etiqueta "DC" -Democracia Cristiana- caemos en la cuenta de que las palabras de Francisco son un toque de
atención. Un aldabonazo que por venir de quien viene y dado el predicamento mundial
conseguidos en estos primeros cien días de reinado, los gobernantes no deberían
echar en saco roto.
Porque la cosa va de encender las luces largas para
iluminar el camino trazado por durísimos planes de ajuste. Planes que no
siempre aciertan en la creación de empleo, pero son eficaces creando condiciones
laborales que empujan a muchos asalariados a la más amarga de las marginaciones
sociales, aquella que está generando un nuevo tipo de indigentes: los que
padecen lo que los sociólogos llaman "pobreza sobrevenida". Gentes
que tenían un empleo con un buen sueldo y que, de repente, al quedarse en el
paro, se han visto abocados a la precariedad y a pedir ayuda. Primero a los
familiares, después a los amigos y, por último -a la desesperada- a Caritas o a
otras ONG. Cuando este tipo de recursos se agotan, el siguiente paso es la
calle.
Y no hay nada más duro que vivir a la intemperie porque es el reino de
la exclusión. A ése tipo de excluidos es a los que se refería el Papa. La
verdad es que Francisco no está solo en su manera de reflexionar.
En los últimos
años -desde que empezó la crisis- han sido muchas las voces que se han alzado
para a denunciar que hay gobiernos que están aprovechando la crisis para
laminar los pilares del Estado del bienestar desarrollado en los países de la Europa tras la Segunda Guerra
Mundial.
Afortunadamente siempre nos quedará Roma ahora que tenemos allí a un
Papa que, como decía con ironía un humorista, resulta que ¡Nos ha salido
cristiano! y se ocupa y sufre por los perdedores de éste tiempo que nos ha
tocado vivir.