lunes 01 de abril de 2013, 10:30h
Toda política para reducir la inflación, necesita lo que los
economistas llamamos un "ancla nominal".
En un país con las características de la Argentina, el candidato
por excelencia para ser anclado es el tipo de cambio.
Esto es así por dos razones: la primera, vinculada al hecho
de que, durante mucho tiempo la Argentina exportó "lo
que come", de manera que un aumento del tipo de cambio se reflejaba
directamente en los precios de los alimentos.
Congelar el tipo de cambio, entonces, implicaba, congelar el
precio de los alimentos, componente escencial de la canasta de consumo de la
población de menores recursos.
La segunda, se vincula con la dolarización de la economía
argentina, producto de décadas de abuso del impuesto inflacionario, y el
consecuente deterioro del poder de compra de la moneda local y de los ahorros
en pesos.
En ese contexto, la cotización del dólar se convirtió en
referencia directa e inmediata del valor de los ahorros, y del poder de compra
del peso.
Si bien, en los últimos años, con las prohibiciones y
limitaciones para exportar carne, trigo, maíz, etc. más otras distorsiones, y
la consecuente profundización de la "sojización" del comercio
exterior, la influencia de la primera razón se redujo sustancialmente (Ya casi
no exportamos lo que comemos), la segunda, el dólar como moneda principal de
referencia, sigue vigente.
A lo primero, además,
hay que agregarle el cambio estructural de la producción y venta de alimentos,
en dónde la participación de las materias primas e inclusive de la producción
se ha reducido sustancialmente, frente a los costos de transporte, distribución
y comercialización.
Pero, resulta imposible anclar el tipo de cambio, cuando el
mismo se encuentra, al menos desde las expectativas, "atrasado".
En efecto, fijar un precio del dólar a un valor percibido
como bajo, si no se hace nada más, sólo lleva a pérdida de reservas del Banco
Central, y no frena los precios internos, dado que la pérdida de reservas
resulta una crónica anunciada de una devaluación futura.
Tampoco sirve, a estos efectos, frenar la pérdida de
reservas, restringiendo el acceso al dólar, dado que, como se sabe, esta medida
lleva a la creación de un mercado
alternativo que, legal o ilegal, hace surgir otro precio mayor para el dólar
que se vuelve referencia y los intentos por "controlar" y anclar el
otro dólar, tampoco ayudan demasiado, teniendo en cuenta que, ello implica,
finalmente, también perder reservas, mientras crecen las expectativas de
"unificación" al valor más alto.
Los países de la región generaron una verdadera
"revolución macroeconómica" al pasar del ancla cambiaria al ancla
monetaria, más relacionada con la política
antiinflacionaria del "primer mundo", al pasar a un régimen de
anuncios de metas de inflación, con ajustes de la tasa de interés y con la
introducción de un dólar "flotante" (dónde flotar significa no sólo
"subir", sino también "bajar").
Esto fue posible, y necesario, porque el boom de los
commodities con tipo de cambio fijo y el flujo de capitales hacia la región,
impedía el uso del tipo de cambio fijo como instrumento antiinflacionario.
(Fijar el tipo de cambio, con precios internacionales subiendo, hubiera
generado una explosión de los precios internos -¿Le suena?-)
Pero esta política requiere, ante todo, un Banco Central
creíble y percibido como capaz de coordinar su política con el gobierno, sin
tener que financiarlo y sdemás un tamaño razonable del mercado de crédito, para
que la tasa de interés, influya.
A estas alturas, usted ya se habrá dado cuenta que, en la Argentina, con un tipo
de cambio atrasado, un mercado financiero inexistente, y con un Banco Central
que dice que nada tiene que ver con la inflación, las dos anclas macro posibles
para encarar una baja de la tasa de inflación, no están disponibles.
¿Y entonces?. Entonces, sólo queda la vía "bruta":
mentir en el índice y tratar de congelar algunos precios directamente.
Pero esto no es "anclar" el barco, es
"encallarlo". Es frenar la inversión y el empleo privado, y afectar
la tasa de rentabilidad de algunos sectores.
En síntesis, por ahora, no hay política antiinflacionaria
seria a la vista. Porque el tipo de cambio oficial está atrasado y no se puede
"fijar" y porque la política monetaria no puede establecer metas de
inflación o algo parecido, creíbles, ya
que se dedica a financiar gasto público, con emisión.