Las aguas corren en busca del mar

Unas 6 mil personas agrupadas en más de mil familias miran con asombro cómo el río Juan Díaz los despoja de sus pertenencias, arrastra sus carros y se lleva lo que encuentra a su paso, por lo menos 4 veces por siglo.  Las casas que no sufren las embestidas directa de la corriente quedan llenas de lodo, animales muertos y basura de indescriptible procedencia.  Junto a los despojos, las caras mustias y asombradas de los más viejos recuerdan la última vez que el río hizo lo mismo.

“No se puede ir contra natura”, comenta un anciano que escuchó cuando era niño decir a su padre que nunca debió comprar una casa por donde el río pasó alguna vez.  No hay manera de obligar al río a que desvíe su cauce, para construir urbanizaciones o viviendas en un desorden producto de la ausencia de normas urbanísticas.

“Los ríos no se salen de sus cauces, como dicen los expertos de hoy”, continúa diciendo el anciano, más resignado que enfadado. “Estos expertos no saben que el río pasaba por aquí, y lo que hace es volver”.  Una mujer dijo que ellos son como la gente que vive en Miami: “vamos a quedarnos aquí, como la gente de Miami, porque no tenemos a dónde ir”.  El Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC), no logra convencer a los residentes para que muden sus casas. “¿A dónde?”, contestan los damnificados.

El presidente Torrijos y la primera Dama pidieron solidaridad a los panameños, para que hagan donaciones de útiles escolares, agua embotellada y comida seca para los miles de afectados. Los centros de acopio de ayuda están en Policentro de Salud de Juan Díaz y en las juntas comunales de Pedregal, Tocumen y los corregimientos del este de la ciudad capital.