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Estatuto tristón

Ahora, cuando ya no es noticia y no está de moda, hablemos del Estatuto.

La Comunidad de Madrid ha conmemorado el 25 aniversario de su Estatuto de Autonomía. Un concierto institucional. Un Pleno extraordinario. Asamblea de puertas abiertas. Alguna exposición y poco más. Hay que ver el lío montado con el 2 de Mayo, las Olimpiadas o la Eurocopa y compararlo con la intranscendencia de una celebración estatutaria tristona.

Da la impresión de que los madrileños percibimos que nuestra vida diaria tiene que ver poco con el Estatuto y que sin él poco variarían las cosas. Que los políticos son conscientes y prefieren cumplir formalmente sin extender la celebración. Madrid tiene un Estatuto "yo me lo guiso, yo me lo como".

Es lógico que en Madrid no entendamos los líos que se montan con el Estatuto catalán, el valenciano o el andaluz. Desde el golpe electoral de "los tamayos", Madrid es una autonomía acomplejada que no se ha atrevido a acometer un debate que otras regiones viven apasionadamente en temas como la financiación autonómica, la gestión y derechos sobre el agua, o los derechos ciudadanos.

El silencio ha imperado y sabemos más lo que piensa Esperanza Aguirre del Estatuto catalán que lo que piensa sobre el Estatuto madrileño, más allá de que le interesaría dividir Madrid en circunscripciones electorales para, a golpe de ley electoral, conseguir más diputados.

Madrid nació como nació. Nadie nos quería en Castilla y León, ni en Castilla-La Mancha. Éramos pequeñitos pero matones y tanta gente en tan relativamente minúsculo espacio territorial desequilibraría a los que nos rodeaban. Nacimos por exclusión. Fuimos porque no pudimos ser con otros. Hicimos un Estatuto de Autonomía elemental y básico al que hemos ido añadiendo competencias según se nos transferían hospitales, residencias o colegios. Eso es lo que somos. Iniciar un debate estatutario para afirmar nuestra identidad lingüística cheli, cultural  en torno al chotis o histórica en torno al patrimonio nacional, reivindicando la transferencia del Museo del Prado, al Palacio Real, el Monasterio del Escorial o el Palacio de Aranjuez, nos llevaría al más absoluto de los ridículos. Madrid existe por ser capital de España y esa circunstancia determina que su hecho diferencial sea el de ser capital.

No sería mala idea repensarnos como madrileños en la reforma de nuestro Estatuto. Recomponer nuestra maltrecha figura en torno a unas cuantas ideas básicas del Madrid que queremos. Reformular el Estatuto cerrando el círculo de competencias autonómicas. Fortalecer la financiación autonómica para asegurar la suficiencia económica y garantizar la solidaridad. Emprender el camino de la segunda descentralización de las comunidades autónomas a los ayuntamientos.

Por último, el Estatuto debería establecer los derechos de ciudadanía de los madrileños. La pertenencia a una Comunidad como la madrileña depende de la capacidad de sentirnos incluidos a través de los derechos que compartimos. Convertir los derechos constitucionales en patrimonio accesible para todos los madrileños es la clave para construir un Madrid que se celebre en su Estatuto y en su autonomía. Un Madrid trabajador y ciudadano.

Francisco Javier López Martín
Secretario general de CCOO de Madrid
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