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Seguridad va en serio

Autoridades del tránsito realizan auditoria mecánica

Autoridades del tránsito realizan auditoria mecánica

A las 5 de la madrugada, después de Semana Santa, estaban los inspectores del tránsito, acompañados de mecánicos, en las piqueras de Torrijos-Carter, Mano de Piedra y Panamá Viejo, de donde salen todas las mañanas los buses con desperfectos electromecánicos, a brindar un servicio rodeado de peligros y mala atención. El transporte sigue siendo el calvario de los panameños más pobres, después y a pesar de decenas de accidentes fatales e inútiles intenciones de las autoridades de poner fin al desparpajo administrativo del transporte público.  

El operativo fue una sorpresa, y más, cuando fueron retenidos en las piqueras unos 40 buses. Los principales perjudicados fueros los usuarios, que formaron largas filas para abordar los pocos buses que lograron salir. Pero, a pesar del perjuicio, hubo aceptación, pues casi todos los meses hay víctimas fatales por los ya famosos “diablos rojos” que circulan por las calles con ostensibles desperfectos mecánicos y eléctricos, que causan mortales accidentes.  

Los conductores se lavaron las manos -al estilo Pilatos- alegando que ellos entregan “la cuenta” a los dueños de los buses, quienes tienen la responsabilidad de invertir en mantenimiento y no lo hacen. La cuenta es una cantidad de dinero que los conductores entregan diariamente a los propietarios de los buses, que deben ser estacionados con el tanque lleno de combustible y lavados.  

El buen funcionamiento del transporte público es vital para la calidad de vida del panameño pobre, que generalmente invierte hasta 4 horas diarias en trasladarse desde sus lugares de residencia hasta el trabajo y viceversa. Pero tanto conductores como propietarios, y los llamados “pavos” o secretarios de los conductores, parecen no tomar conciencia de que ellos son parte integral de la calidad del servicio. Sus modales, la música estridente, el maltrato y el irrespeto general, es una conducta diaria de estos otros panameños, también pobres, pero con ese pequeño poder que significa hacer el favor de llevar a un pasajero. La otra culpable es la Autoridad del Transporte Terrestre, una dependencia del Ministerio de Gobierno y Justicia que ha andado “manga por hombro”, desde que era la Dirección Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (DNTTT), o desde que el panameño tiene memoria social sobre el servicio público que significa ser transportado.

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