Ahora que un tribunal devuelve al doctor Montes su buen nombre profesional, aquel que se echó a perder en una campaña de acoso y derribo, tanto Güemes como su antecesor Lamela guardan un profundo silencio. Tal vez sea que el consejero de Sanidad, el presente y el pasado, hayan sido sedados para no aceptar la sentencia.
Al doctor Montes se le comparó con Frankestein mezclado con el doctor Mengele. Se libró de ir montado en un burro con un sambenito amarillo porque Torquemada cerró el negocio por falta de personal. No hubo mala praxis pero sí una cacería al hombre motivada por sabe Dios qué oscuros motivos. Una persecución en la que no faltaron medios ni se escatimaron esfuerzos.
Ahora se espera que la Comunidad esté a la altura de las circunstancias y corrija su error. Y, en todo caso, que despierten a Lamela de su dulce siesta de fauno. Pedir excusas a tiempo evitaría explicaciones más engorrosas.
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