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Un poco de ciencia-ficción política

Supongamos, un suponer, que Alberto Ruiz Gallardón cumple las amenazas que ha ido vertiendo en privado y decide, llevado de la cólera y el disgusto, abandonar el Partido Popular. En el PP carece de los suficientes apoyos como para pensar en dar el salto hacia otros objetivos, y consta que el alcalde madrileño ha ido filtrando a determinados periodistas amigos que en él crece la tentación, tras haber sido excluído de las listas electorales, de abandonar la alcaldía y romper la ficha de afiliado al partido que preside Mariano Rajoy.

Otro suponer: ¿y si, en estas, pierde el PP y Rajoy decidiese también abandonar la jefatura de la oposición? Pues ocurre que, en ese caso, que no digo yo que esté cercano, pero que cabe dentro de lo que es posible, se abriría una carrera (lucha) por la sucesión en el PP, una macroformación con setecientos mil afiliados, centenares de sedes en toda España y un suelo de aproximadamente diez millones de votos.  

En este supuesto, que insisto en que no tiene por qué traducirse en la realidad, Ruiz-Gallardón podría ensayar la creación de un partido de corte centrista. ¿Lo haría solo? 

Sigamos suponiendo: imaginemos que José Bono, que es otro enorme animal político no demasiado querido en la ortodoxia de su partido, no llegue a la presidencia del Congreso de los Diputados, como le ha prometido Zapatero. Y ello puede ocurrir por dos motivos: uno, porque el PSOE no gane las elecciones y no goce de mayoría en la Cámara. Dos, porque, aun ganando los socialistas, podría ocurrir que no todos los diputados de este grupo quieran votar al ex presidente castellano-manchego; piénsese, por ejemplo, en la hostilidad que los socialistas catalanes han mostrado siempre hacia Bono.

En este supuesto, que está claro que no tiene por qué hacerse efectivo, Bono podría ensayar la creación de un partido de corte centrista, o su integración en alguna formación pretendidamente de este corte ya existente, que acaso podría ofrecerle el liderazgo. ¿Lo haría junto con Ruiz-Gallardón, para abarcar algo más de espectro político?

Llegado a este punto, usted pensará que lo hasta aquí escrito es pura política-ficción, obviando acaso el hecho de que la política tiene siempre algo de ficción, en cuanto que ha de ser creadora y anticipar los hechos. Ya sé, ya, que los supuestos que propongo dependen de muchos factores: de quién gane las elecciones y por cuánto, del comportamiento de los parlamentarios de un grupo y, sobre todo, de las decisiones personales e intransferibles de los personajes a los que me he referido.

Pero sepa usted que este es un tema del que se habla mucho en los cenáculos y mentideros del políticamente bullicioso Madrid. Y que tanto Bono como Gallardón alguna vez han hablado del asunto,  si bien siempre, me dicen, en un plano estrictamente teórico.  

Y ocurre que, a la vista del comportamiento que estamos observando en las dos principales formaciones políticas españolas, el espacio para el centro se amplía y el número de electores que se sienten huérfanos, incapaces de decantarse entre el horizonte rosáceo que nos pinta Zapatero y el absolutamente negro que diagnostica el PP, también parece crecer. Hagan sus apuestas, aunque esta sea muy minoritaria. Y piensen que, estando donde y como estamos, casi todo es posible, aunque no sea lo más probable.
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