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Intervención de Carme Chacón en la Conferencia Política

Presentación ante el plenario de las conclusiones de la Comisión de Innovación y Progreso Sostenible
"Responsabilidad y confianza son dos palabras que nos definen bien y que definen bien nuestro programa electoral. Responsabilidad para asumir nuevos retos y confianza en poder alcanzarlos.

El sentido de la responsabilidad es lo que nos mueve a plantear unas propuestas meditadas, ambiciosas pero factibles, pegadas a la realidad, pero con un enorme poder de transformación social. Y si asumimos ese compromiso es porque confiamos en nuestra capacidad para cumplirlo, porque cumplimos la palabra que damos. Y sobre todo, la primera razón de esta confianza nos la da la sociedad española, que ha demostrado sobradamente su voluntad de mejorar y su capacidad para lograr metas que hasta hace poco parecían inalcanzables.

Debemos estar satisfechos. Hoy hemos puesto colofón a un programa lleno de sensatez y de futuro.

Hace cuatro años nos comprometimos a llevar adelante un profundo proceso de transformación de la sociedad española en todos los órdenes, que incluía una decidida apuesta por un nuevo modelo de crecimiento. Se trataba entonces de asentar el progreso de nuestra sociedad sobre unas bases más sólidas y seguras, sobre unos presupuestos que garantizaran el bienestar en el presente pero sin comprometer el futuro.

El primero de estos pilares es, sin ninguna duda, la innovación. Sólo los muy miopes -y hay que decir que el Gobierno anterior lo era- no percibían la necesidad de incrementar nuestra competitividad, y hacerlo a partir de unos principios diferentes. Hace tiempo que es evidente que en la nueva economía globalizada ya no podemos, ni debemos, competir ofreciendo mano de obra barata y productos de escaso valor añadido.

La alternativa más razonable, en realidad la única sensata, era optar por un modelo de crecimiento basado en la innovación tecnológica y en la creatividad, en el talento, en la capacidad emprendedora y el conocimiento. Pero para que esta apuesta fuera viable resultaba imprescindible mejorar los diversos factores, físicos, técnicos y humanos, que inciden en la producción. Mejorarlos sí, pero no a cualquier precio y de cualquier manera, sino teniendo muy presente que un crecimiento que implicara daños sobre el medio ambiente era pan para hoy y hambre para mañana. Pan hoy para algunos, pero un mañana de hambre para la mayoría.

Convencido de ello, el Gobierno abordó en 2004 un amplio conjunto de reformas con el fin de mejorar cada uno de los aspectos que iban a ser claves para adoptar ese nuevo modelo de crecimiento.

Había que mejorar el capital físico y las infraestructuras, y por ello el Gobierno impulsó en 2005 el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes (PEIT). Un plan cuyos tres principios son la modernidad, la seguridad y la sostenibilidad (yo lo pronuncio con t de talento y de talante, que es lo mismo que con zeta de Zapatero), que nació tras un amplio debate y con un gran consenso y que supone el mayor esfuerzo inversor en infraestructuras de la historia de España.

En 15 años, hasta 2020, se prevé invertir 250.000 millones de euros; un dinero que estará magníficamente empleado si, además de mejorar nuestra competitividad, contribuye a una mayor cohesión social y territorial. Bien, éste es un compromiso que ha comenzado a hacerse realidad. El reto ahora, según se recoge en el programa electoral que hoy hemos debatido, es incrementar la participación de las diversas administraciones en la gestión de los servicios y las infraestructuras. Es ésta una necesidad que sentimos muchos, y que se justifica tanto en la lógica constitucional del reparto de competencias como en cuestiones de pura eficacia.

Si las infraestructuras son importantes a la hora de establecer un nuevo modelo de crecimiento, aún más lo es el capital humano. El talento o el genio individual sirven de poco si no existe una estructura que ampare y promueva la investigación. No más fugas de cerebros. Así lo pensábamos cuando en el programa de 2004 expresamos nuestro compromiso a favor de las políticas de investigación, desarrollo e innovación. Y lo pusimos en práctica, entre otras medidas, doblando en tres años los presupuestos en investigación civil o estableciendo medidas como el Programa Ingenio 2010, el Estatuto del Personal Investigador en Formación. Aunque, tratándose de investigación los frutos no son inmediatos, hay que decir que ya en 2005 habíamos superado a Italia en porcentaje de I+D respecto al PIB. Para valorar este dato debemos recordar que tras ocho años de gobierno del PP estábamos detrás de Portugal y Grecia.

Como es conocido, en este momento somos la octava economía del mundo, pero aún estamos lejos de ocupar ese lugar en el ranking de países más avanzados en producción científica y en innovación tecnológica. Hay que ser responsables y aspirar a un mayor grado de excelencia. Precisamente porque confiamos en nuestras posibilidades nos hemos puesto la meta de figurar en 2015 entre los diez primeros en esta clasificación.

En nuestro programa se incluyen muchas medidas para lograrlo. Medidas legislativas, como una nueva Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, y propuestas de impulso político, como la de doblar los recursos públicos destinados a I+D+i civil respecto a la presente legislatura. El objetivo es mejorar la formación y la cantidad de las personas que dedican su vida a la investigación, y para ello nos fijamos como meta, ambiciosa pero realizable, que en los cuatro próximos años se incorporen 50.000 personas a la comunidad científica.

Compañeras, compañeros, si hay un ámbito en el que la exigencia de responsabilidad se hace ineludible ése es el del medio ambiente. Conviene insistir en ello porque en esta legislatura, mientras que el Gobierno hacía importantes esfuerzos por abordar los problemas relacionados con la energía y los recursos naturales desde planteamientos racionales y con responsabilidad, el PP ya lo sabéis, entre primos anduvo el juego, se han obstinado en continuar su estrategia de utilizar esos recursos como arma de confrontación política, y ha despachado uno de los principales problemas que afronta el planeta con una actitud frívola, indolente, cuando no abiertamente irresponsable.

“Y si no, pregúntenle a la edil de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, que va culpando de los desastres medioambientales al polvo subsahariano.”

Los mismos que se han pasado cuatro años anunciando toda serie de catástrofes, de amenazas infundadas y desastres imaginarios, han llegado a mofarse de nuestra preocupación ante unos riesgos muy reales y sobre los que existe un amplio consenso. Pero ante el disparate, responsabilidad. Unos riesgos de tal magnitud nos obligan a trabajar, no ya por un futuro mejor, sino para que exista ese futuro. Tomar conciencia del problema e implicar en ello a toda la sociedad, como ha hecho el Gobierno, no es caer en el catastrofismo. Lo catastrófico sería no intervenir cuando todavía estamos a tiempo de hacerlo.

Porque, en efecto, aún estamos a tiempo de evitar o reducir muchos de los efectos que el desarrollo incontrolado ha producido en el planeta. Y de la misma forma que los expertos están de acuerdo sobre las causas del cambio climático, hay coincidencia respecto a las medidas que ayudan a frenarlo; respecto a la necesidad de ahorrar energía y buscar fuentes alternativas, de incidir en ámbitos como el transporte, la construcción, la industria o la agricultura; y coinciden en la urgencia de reducir las emisiones de contaminantes a la atmósfera y de gestionar de una manera más responsable los residuos. En esta línea van las medidas que ha puesto en práctica el Gobierno.

Medidas como el Plan de Acción de la Estrategia de Ahorro y Eficiencia Energética, que se aprobó en 2005; el mismo año en que pusimos en marcha el Plan de Energías Renovables 2005-2010. Y los mismos objetivos tiene una nueva norma que me parece especialmente importante, el Código Técnico de la Edificación, con el que, entre otras medidas de ahorro energético, se generaliza la instalación de fuentes de energía solar.

Que estamos a tiempo lo demuestra el que estas acciones del Gobierno ya han tenido efectos positivos. Hasta ahora, el crecimiento económico tenía como consecuencia inevitable el aumento de las emisiones de gases contaminantes. Sin embargo, gracias a estas medidas, en 2006 se invirtió por primera vez esta tendencia y, mientras que la economía creció al 4%, las emisiones se redujeron en el mismo porcentaje.

Pero aunque los frutos ya se perciben, es mucho lo que queda por hacer para frenar el cambio climático y hacer frente a sus efectos. Por eso nuestro programa incluye numerosos compromisos en este sentido, que inciden en todos los ámbitos: En las ciudades, donde vive el 65% de nuestra población, y en el medio rural.

El objetivo de conseguir unas ciudades más limpias, menos contaminantes, se traduce en planes como el de Rehabilitación de la Edificación y el de Renovación Urbana. El primero se dirige a la mejora de viviendas y edificios ya construidos, y prevé la rehabilitación de medio millón. El segundo destinará 200 millones de euros a la renovación de edificios públicos en ciudades de más de 50.000 habitantes.

Nos preocupa el medio ambiente, pero es necesario tomar conciencia de que el medio rural necesitaba una atención que llevó al Gobierno a impulsar la Ley de Desarrollo Sostenible en el Medio Rural, una de las últimas que se aprobaron en esta legislatura. Mejorar la situación social y económica de las personas que viven en este ámbito, garantizar para ellas unos servicios públicos de calidad, y, por supuesto, proteger y conservar el patrimonio natural y cultural, son objetivos de esta importante Ley que deberemos desarrollar en la próxima legislatura. Del mismo modo que debemos asegurar el futuro sostenible de la actividad pesquera

Compañeras, compañeros, en estos cuatro años hemos trabajado intensamente para invertir una tendencia que nos abocaba a un futuro muy incierto.

Lo hemos hecho, y debemos seguir haciéndolo, por solidaridad, pues la atmósfera y los mares fueron los primeros en sufrir los efectos de la globalización; porque las sequías o las inundaciones asociadas al cambio climático provocan al año millones de víctimas, y siempre en los mismos lugares, pues desastres naturales y pobreza son dos males que siempre van de la mano. Lo hemos hecho, y debemos seguir haciéndolo por una exigencia ética, porque es profundamente inmoral que despilfarremos bienes escasos que no nos pertenecen en exclusiva.

Sí, asumir responsablemente el reto de proteger el medio ambiente es una cuestión de solidaridad física, espacial, pero también temporal. Es una cuestión de solidaridad entre generaciones; de cohesión social. Es la actitud del que sabe que recibe un legado muy valioso pero muy frágil y que tiene la obligación de cederlo a quien venga después, al menos, en las mismas condiciones.

Pero no sólo es una cuestión de solidaridad, también debemos hacerlo por pura supervivencia. Y más quienes vivimos en un país especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático. Cualquiera que eche un vistazo al estado en el que hoy se encuentran algunas de nuestras costas, arrasadas por la especulación; cualquiera que asista al despilfarro de agua que se produce en algunos lugares donde apenas llueve, comprobará que no hablo de fantasías, sino de dolorosas realidades.

En estos cuatro años los socialistas hemos puesto freno a esta tendencia, y nos sobran credibilidad y argumentos para proponer nuevas medidas en este Programa electoral.

No pueden decir lo mismo quienes han alentado un urbanismo desatado, quienes han utilizado un bien escaso como el agua con intereses espurios, los que han puesto en riesgo la cohesión y la solidaridad territorial con sus políticas de recursos naturales. No, no merecen crédito quienes han ignorado, e incluso han llegado a burlarse de la justificada preocupación de millones de ciudadanos, entre los cuales se incluye una juventud que se muestra ahora cada vez más concienciada con este tema que nunca. Los otros, los frívolos, ahora se quieren subir al tren de la conciencia medioambiental con meras declaraciones de intención. No es suficiente.

La España del atraso secular, la España del 'que inventen ellos' es parte del pasado y en gran medida ha sido gracias a la determinación de los gobiernos socialistas, primero de Felipe González, ahora de José Luis Rodríguez Zapatero, que han impulsado la innovación, que por responsabilidad, han confiado en nuestras capacidad para recuperar el tiempo perdido.

Nuestro país ha llegado tarde a todas las revoluciones industriales. Ahora estamos ante una nueva revolución. Una revolución de escala global, cuya materia prima es el conocimiento, y en la que, a diferencia de las anteriores, está en juego la supervivencia del planeta.

Por primera vez en nuestra historia podemos liderar un proceso de cambio profundo. Por primera vez somos capaces de estar entre los primeros en llegar al futuro, y no vamos a desaprovechar esta ocasión.

Quisiera acabar con una receta de un catalán ilustre, Federico Mayor Zaragoza, que me decía la semana pasada: “sin implicación activa, sin compromiso, uno es solo un mero espectador de la vida. Alguien incapaz de proporcionar un futuro diferente a sus hijos”.

Es la receta de los valores que cambian el mundo: “Conciencia, compromiso e implicación. El obstáculo más importante para el desarrollo humano es la indiferencia, y la energía más poderosa: el compromiso”.

Enhorabuena compañeros, a trabajar y a ganar.

Muchas gracias".
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