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¡Feliz Cumpleaños, Michelle!

¡Feliz Cumpleaños, Michelle!

Francamente,  me gustaría solo decirle “¡Feliz Cumpleaños, Michelle!”.

Finalmente uno se apropia de lo que es querido. Y lo que se desea cuando se celebran los cumpleaños, es saludar, abrazar compartir una fecha importante, y expresar todos los buenos deseos del mundo, alegrarse en el fondo porque tenemos a la persona apreciada, querida, cercana.

Uno sabe, sin embargo que Michelle Bachelet Jeria, es además la Presidenta, y que junto a su personalidad esencialmente cálida, alegre, espontánea, emotiva, acogedora, que se hace querer, está la figura política, la expresión de una esperanza colectiva.

Pero también está el desafío de gobernar un país que madura a sus problemas y sus perspectivas, en movimiento, en proceso de crecimiento y desarrollo. Por lo tanto, con problemas que pugnan por expresarse, también en desarrollo, interrogantes, demandas a la vez que perspectivas.

Pero también -a no olvidarlo- con intereses corporativos y de clase en juego, con historias, concepciones y proyectos en pugna, con una herencia de autoritarismo  y soberbia tanto como de dolor y demanda de justicia.

En definitiva, con un pinochetismo que se parapeta en la derecha política y un sector empresarial recalcitrante y  una ultra izquierda  cuyo lenguaje, proyectos y acciones prácticas, permanecen en la nebulosa de las utopías delirantes.

Michelle, perdón, la Presidenta Michelle Bachelet, llega a sus 57 fértiles años, en un escenario difícil, complejo, a veces decepcionante, pero siempre desafiante.

Y a mí me parece que ella lo tiene bien claro y que lo enfrenta con determinación, pero también con altura de miras, tratando de consensuar, de tender puentes, pensando en el futuro, en las tareas superiores.

De ninguna manera en la chimuchina barata  en que aparecen entremezclados políticos de diferente  raíz política, incluso encontradas, pero identificables en una sola mediocridad y priorizando intereses electorales egoístas, o de la coyuntura mediática.

Entonces resulta  comprensible que la presidenta haya pedido en una entrevista televisiva y en una expresión que pudo ser dramática, que deseaba que el regalo de cumpleaños que esperaba era “confianza”.

”Confianza y más confianza” dijo, pidió.

Y esto es serio.

De una parte, las encuestas revelan una baja en la confianza de las personas y tras una feroz campaña por parte de la derecha -lo que podría ser natural- y de sus propios aliados -lo que es simplemente incomprensible-  han puesto en duda su capacidad de liderazgo, su capacidad de mantener sus objetivos, la eficacia de su administración, la oportunidad de sus iniciativas políticas,  y hasta la propia honestidad de sus intenciones.

Una declaración insolente, una suposición infame, un golpe bajo alevoso, una expresión de intolerancia o de machismo decimonónico, siempre encontrará el altavoz de una prensa que sigue “uniformada”, y que no ha variado en sus métodos de la guerra sucia, de la agresión sicológica en su afán, hoy confeso, de “desalojar” del poder -es decir del Gobierno- a las fuerzas democráticas.

La intención de descalibrar a la presidenta Bachelet y hacer todo lo posible –todo-, y más allá, si es necesario, por hacer fracasar su administración, y frustrar su programa, el programa de la Concertación, del progreso y de la profundización de la democracia.

De manera que  éste no es un cumpleaños cualquiera. Se celebra en medio de una fuerte lucha política, y así como le llegarán flores a la presidenta, habrá que tener cuidado porque algunas vendrán sin duda con espinas.

Por eso el deseo de la Presidenta de recibir “confianza” como regalo, tiene un significado muy profundo. Y quienes  participan del gobierno -tanto en el Parlamento, como funcionarios del Estado, como sus asesores más directos- deberían asumir este deseo como un desafío de su gestión.

En este terreno las comunicaciones no pueden seguir basándose en la el uso y el abuso de la imagen que proyecta la Presidenta, sino que es una materia que debe ser construida creadoramente, con iniciativas efectivas con pasión, también. Y sobre todo con un compromiso estratégico.

Y claro, con la gente. Haciendo real lo prometido en la campaña  en lo que respecta a participación de la gente.

Porque  en política, la confianza es algo que se gana, en el escenario de la realidad, de lo realizado, de lo construido (ojalá con el pueblo, no sólo para el pueblo). No tanto en el poder de la simpatía personal, en los objetivos enunciados , sino con los hechos y las realizaciones.

Y como la contundencia de ellos parecen ser  más que reales, lo que queda en evidencia es que no se ha sabido comunicarlos con la misma efectividad.

Bajar del 53 por ciento de la votación obtenida en la definición presidencial del 11 de enero de 2005 a un 39.1 por ciento de la aprobación ciudadana (y un 42,7 por ciento de desaprobación), según encuesta de la consultora Adimark, no es un mero detalle, una simple fotografía de un momento, sino que tiene que ser analizado a la luz de los hechos que provocan esas cifras. Y sus efectos políticos.

Francamente, no podría callar sobre este conjunto de  consideraciones, cuando la Presidenta  celebra su cumpleaños. Y hay muchos que le desearán felicidades y éxitos.

Y si de regalar se trata, además del abrazo y deseos de buena salud, felicidad y éxitos yo le regalaría la lealtad y el apoyo franco, honesto, responsable, comprometido, de su coalición; una oposición más decente y unos funcionarios del estado más eficientes y honestos. (No es mucho pedir, verdad!).


No es mucho pedir, porque nos importa la democracia, las libertades, el progreso la justicia y porque  hay riesgos para la consolidación democrática en el país, por la desestabilización y desconfianza que generan las políticas obstruccionistas de la Derecha y el aventurerismo ultraizquierdista.

Y finalmente, porque con toda franqueza, nada me gustaría más que decir sólo: “¡Feliz Cumpleaños, Michelle!”.

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Marcel Garcés
Periodista
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