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Una crisis tan pequeña como la rueda de prensa

“Dos preguntas nada más”. Y solamente admitió dos preguntas. Al presidente del Gobierno le gustan las sorpresas y cada vez menos las explicaciones. Así que fue en la noche del jueves cuando comunicó a sus ministros cesantes que se marchaban, y dónde, y a los que entraban, lo mismo. Los demás, claro, conocieron que había crisis en el Gobierno cuando llegaron a la reunión del Consejo de Ministros. Y fue apenas hora y media antes de que Zapatero compareciese ante las cámaras en La Moncloa, a las diez de la mañana del viernes, cuando los medios de comunicación comenzamos a enterarnos de lo que se nos iba a anunciar oficialmente. La verdad, la cosa no era para tanto secreto. Porque ‘esto’ no ha sido una crisis, sino más bien una remodelación mínima, que no ha afectado a las áreas sustanciales del Ejecutivo.

Más bien, diría yo, una minicrisis cosmética. Que María Antonia Trujillo, al frente de un Ministerio de escasísimas competencias como Vivienda, estaba quemada como una tea, era algo patente desde hacía meses. Y lo mismo podría decirse de Carmen Calvo en Cultura. Dos fieles de la ‘casa Moncloa’, como el periodista César Antonio Molina, que ha dirigido bien el Instituto Cervantes, y Carmen Chacón, de la Ejecutiva socialista, de la Nueva Vía que puso a ZP en la secretaría general del PSOE, vicepresidenta del Congreso y casada con el ‘asesor en  la sombra’, director de la Casa de América y ex portavoz Miguel Barroso, son las estrellas que entran para ocupar el sillón durante ocho meses. Junto a ellos, un científico realmente prestigioso, Bernat Soria, dispuesto a agotarse en una cartera tan complicada como Sanidad, en la que Elena Salgado ha funcionado con mano de hierro y eficacia probada.

Esto es todo. Economía, con un Solbes cansado, sigue. Y Exteriores, y Trabajo -cartera cada vez más clave- y Defensa e Interior y, en fin, todo lo demás. Esto no ha sido un conejo sacado de la chistera, sino una maniobra de distracción que Zapatero dijo -no dijo mucho más, la verdad- tenía diseñada desde hacía tiempo. Una pequeña bomba política, de escasa potencia, para hacerla estallar tras el debate sobre el estado de la nación, para demostrar que no está agotado, que le quedan recursos, que aún hay un Gobierno y que está pilotado desde La Moncloa.

Ahora se hablará de los nuevos rumbos de Sanidad, de que si Jordi Sevilla pasará a convertirse en el nuevo líder del socialismo valenciano para preparar la batalla, dentro de cuatro años, contra Camps; de que si Elena Salgado se ha consolidado como ‘miss gestión’ en el ánimo de Zapatero…Pero poco más. No merece, en mi opinión, mucho más comentario esta remodelación. Todo sigue igual, aunque con algunas caras relativamente nuevas. Otra foto de gobierno, con tres sonrisas nuevas, pero con los mismos rostros mandando.
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