“Por el frío, volvió a faltar GNC”, “Vuelve el frío riguroso y prevén nuevos cortes de energía eléctrica”, “El frío y la crisis del sistema energético”, “Por el frío, restringieron más el uso de electricidad a las industrias” son algunos de los titulares que aparecieron en algunos medios de comunicación en el último mes de junio. Como se puede llegar a inferir, en realidad, a causa del frío se reabrió el conflicto de la crisis energética, pero no es su causal más importante, sino un disparador y agravante de la crisis. Sin duda, hay muchos otros factores en juego, que no hacen a cuestiones coyunturales, como pueden ser las bajas temperaturas típicas del invierno.
La realidad es que existen problemas muy concretos no sólo en el sector energético, sino también en el transporte ferroviario, el servicio subterráneo, como en otras concesiones, licencias o permisos de servicios públicos. Mientras tanto, todo esto ocurre en un marco macroeconómico favorable, que pareciera evidenciar otro andar del mismo país. De acuerdo al último Informe Económico de la Secretaría de Política Económica del Ministerio de Economía y Producción, correspondiente al primer trimestre de 2007, se observan tendencias similares a las de los últimos cuatro años. Es así como vemos que la actividad económica continúa creciendo a tasas muy elevadas, cae progresivamente el desempleo (a pesar de que el último trimestre publicado por INDEC registra un pequeño aumento respecto del IV trimestre de 2006), la incidencia de la indigencia en los hogares también baja trimestre a trimestre, los ingresos siguen en suba, al menos en el sector formal, y se sostienen tanto el superávit fiscal como los saldos positivos en el sector externo, aún cuando en el primer trimestre se observó cierta desaceleración en las exportaciones. Por último, en materia monetaria y financiera se destaca la expansión del crédito, que continúa creciendo en forma acelerada con tasas estables.
Lo cierto es que, en medio de estas buenas noticias, unos meses atrás ya se comenzaba a hablar de la tan preanunciada crisis energética. Como es bien sabido, continúan las restricciones en la provisión de gas natural comprimido para las estaciones de servicio con contratos interrumpibles, y las distribuidoras de gas limitaron el gas natural a los grandes usuarios, aún a aquellos que pretendían cubrirse del racionamiento con contratos firmes. Según explica el Gobierno, para cubrir la demanda domiciliaria. Como es de suponer, la falta de gas pone en peligro también el abastecimiento eléctrico; ya que las usinas necesitan gas para poder funcionar. Es por ello que Argentina se ha visto obligada en este último tiempo a importar energía eléctrica de Brasil y Uruguay.
Sin embargo, se hicieron notar los famosos cortes de luz programados, que afectaron a la industria, a muchos comercios, servicios y edificios públicos de todo el país.
Se sabe que el aumento de la demanda de los servicios públicos, junto con una oferta que no lo acompaña, es un posible desencadenante, entre otros, de esta situación. El Indicador Sintético de Servicios Públicos (ISSP), elaborado por el INDEC, que mide el consumo global de los servicios públicos, da prueba de esto.
El último dato disponible, de abril de 2007, muestra que el ISSP aumentó un 1,4% en términos desestacionalizados, respecto del mes anterior. En cuanto al desempeño de los sectores Transporte, Comunicaciones y Provisión de electricidad, gas y agua, el ISSP registró en el primer trimestre de 2007 una suba del 15,5% con la fuerte influencia del rubro Telefonía. A continuación se presenta un detalle del ISSP actualizado al primer trimestre de 2007.
En este periodo, la provisión de electricidad, gas y agua mostró un comportamiento heterogéneo. La generación de electricidad y el agua librada a la red crecieron un 4,9% y 2,5% respectivamente, mientras que la producción de gas se redujo un 6,2%.
El Indicador Sintético Energético (ISE) muestra patrones similares al ISSP, creciendo sostenidamente durante los últimos cuatro años. El ISE, medido por el INDEC, muestra el desempeño del sector energético a partir de un conjunto representativo de formas de energía secundarias: gas licuado de petróleo, naftas, kerosén y combustible para retropropulsión, diesel oil, gas oil y fuel oil.
También se toma el total de electricidad generado en el país y el gas distribuido por redes. El último ISE publicado por INDEC, referido a los datos de marzo de 2007, muestra una variación positiva de 3,6% respecto de marzo de 2006 en la serie desestacionalizada y de 3,9% con estacionalidad para el mismo periodo.
Comparando marzo con febrero de 2007, también se observa un aumento del 2% en términos desestacionalizados y un alza de 15,3% con estacionalidad
En el acumulado del primer trimestre de 2007, con respecto a igual periodo del año anterior, los mayores crecimientos correspondieron a Gas distribuido por redes (5,2%), Electricidad (4,9%) y Fuel Oil, neto de centrales eléctricas (4,9%). Mientras tanto, las principales caídas se vieron en Gas licuado de petróleo (-9,8%) y Naftas (-4,1%).
Se puede ver que, a pesar de la mayor producción en el sector energético, mientras la demanda alcanza niveles insospechados, la oferta aún no llega a cubrirla, manifestando así un déficit. Este es uno de los motivos por los cuales se apela a las restricciones de gas y de electricidad. Sin lugar a dudas, a nivel económico, este panorama ha impactado y continúa impactando fuertemente en los niveles de producción de la industria y también en el sector servicios, aunque el Gobierno no haya reconocido ni oficializado aún mediciones de este tipo.
Llegados a este punto, las preguntas a plantearse pueden ser varias y de diferente tenor.
Retornando al inicio podríamos interrogarnos en primer lugar si la escasez de gas y electricidad se debe sólo al frío. La lista de causas podría ser mucho más relevante sin lugar a dudas. En ella se podrían incluir los problemas de infraestructura básica, la falta de inversión, justificada desde el punto de vista empresario por los precios poco atractivos desde la pesificación y el aumento de la demanda debido al crecimiento de la economía. Otro factor no despreciable es la falta de articulación entre el sector público y el privado en materia de servicios públicos. Existen serios problemas en la relación Estado-empresas privatizadas de servicios públicos. Entre ellos podemos desatacar, entre otros, la falta de incentivos que viabilicen las inversiones, los continuos cambios en la regulación y la ausencia de reglas claras en la política tarifaria.
Otra posible pregunta podría relacionarse con el tipo de soluciones que esta situación plantea. Invertir para aumentar la oferta y cubrir la demanda sería una posible respuesta, más bien focalizada en el largo plazo. Aunque para que esto sea factible, deberían darse ciertas condiciones favorables para invertir, cosa difícil de percibir hoy en día. Otra vía más promisoria al corto plazo, es la de presionar para no consumir (logrando entonces que caiga la demanda), ya sea a través del racionamiento como mediante el aumento de las tarifas, debiendo ser esta última opción compatible con el otorgamiento de subsidios a los estratos más pobres de la población.
Lo que queda claro es que la crisis energética apela tanto al sector privado como al sector público. Es así que se debe entender al Estado en su rol subsidiario. No debería ser puramente un controlador, sino que debería además brindar un escenario favorable para las operaciones del sector privado. Se trata de una corresponsabilidad que debería aún ser reconocida y asumida por ambas partes.
Por Ana Martiarena
Profesora con dedicación especial en el Departamento de Economía de la Universidad Católica Argentina (UCA)
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