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¿Quién dijo que Maragall se retiraba?

¿Quién dijo que Maragall se retiraba?

Ha sido casi todo lo que se puede ser, salvo ministro (no quiso), abad de Montserrat (está loco pero no tanto) y presidente del F.C. Barcelona (hasta ahí hubiéramos llegado, que no se juega con los sagrados símbolos de la catalanidad). Hoy en Diario e-Xclusivo nos enteramos de lo que anda bullendo en la mente y en la acción diaria de un Pasqual Maragall ya sólo militante de base del PSC y ya veremos por cuánto tiempo.

Ya es abuelo y eso se le nota en su evolución ideológica. De formar parte del Front Obrer i Camperol, el FOC, versión catalana del FELIPE de los últimos años 50 y primeros 60 del pasado siglo, al Partit dels Socialistes de Catalunya-congrés (el de Joan Raventós y Raimon Obiols); de éste último al PSC-PSOE, ya con inequívocas señas socialdemócratas; y, por ahora, al centroizquierda y al alumbramiento del Partito Demócrata Europeo. Veintiún años entre el gobierno municipal de Barcelona y la presidencia de la Generalitat tripartita. Un año sabático en Roma y toda una legislatura como líder de la oposición socialista en el Parlamento catalán. Este es el resumen del período 1979-2007 de la vida pública de Maragall.

Y aún le quedan ganas –y el columnista se teme que cuerda—para seguir en la brecha. Y es que Pasqual no para. Como no lo hizo durante sus doce meses en Roma. De aquellas, el alcalde romano Franco Rutelli (del Partito Democrático de la Sinistra, ex PCI) acabó siendo poco menos que el delegado de Maragall en la gestión de los asuntos de la Ciudad Eterna. El ex alcalde olímpico se lo pasó en grande; Rutelli no tanto.

Ahora, el azar y la necesidad a partes iguales, han vuelto a unir a Maragall con Rutelli y il professore Prodi, primer ministro, en lo que viene a ser, por un lado, el paradigma deseable de la transversalidad política; y, por el otro, el acomodamiento de los partidos socialdemócratas de la UE al capitalismo globalizador. Si no puedes vencerlos, Pasqual, únete a ellos, aunque sea para actuar de mosca cojonera –cosa que a nuestro hombre le encanta—y seguir dando que hablar e, incluso, en qué pensar. Que esta es otra. Y no será el columnista quien discuta la imaginación y la creatividad –en demasiadas ocasiones, excesivas ambas—maragallianas.

Hay Maragall para rato, como dijimos cuando su reciente abandono de la presidencia del PSC. Él ha vislumbrado nuevos horizontes. Intuye por dónde debe ir la acción política durante el próximo quinquenio y se vuelve hacia a Europa, la patria grande de casi todos nosotros. Otra cosa es que sea capaz de llevar a la práctica su pensamiento político. En solitario, imposible. Y en compañía de otros ya se verá.

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