ETA, sus presos y Batasuna, como una piña

¿Qué importa más al español medio, los ciento seis muertos en accidentes de tráfico durante los días de la semana santa, más otros sesenta heridos graves, o lo que harán ETA y Batasuna en el caso de que el gobierno no se preste a favorecer la presentación de los "abertzales radicales" en las elecciones del 27 de mayo? O también: ¿Siente mayor enfado por las nuevas amenazas etarras, por el silencio del ex director de la Policía Díaz de Mera o por el descuido de un oficial de la Guardia Civil que no transmitió a sus mandos ni al juez, en su momento, la información que proporcionó el confidente Zouhier de que "el minero" Trashorras tenía en venta 150 kilos de dinamita de Mina Conchita?

Desde luego, hay informaciones que inevitablemente crispan y alientan al desánimo de la ciudadanía. Cabe suponer que a Díaz de Mera, como a ese oficial de la Guardias Civil se les reclamarán cuentas de sus silencios, voluntarios o por descuido, pero que pudieron resultar de extraordinaria importancia a la hora de resolver el jeroglífico que indudablemente es la preparación y ejecución del crimen masivo de los trenes de cercanías.

En cuanto a ETA y Batasuna, la sentencia del gobierno parece manifiestamente clara. Frente al pretencioso y chulesco Joseba Permach -"Batasuna tiene derecho a presentarse a las elecciones municipales", ha dicho-, el gobierno es terminante: O bombas o votos. O está con ETA, y eso es indudable, y en ese caso queda invalidada su presentación como opción política "como las demás, y con los derechos de las otras fuerzas políticas vascas", como pretenden Otegi, Permach, Barrena y sus protectores de la banda ETA. ¿Qué querrían  el gobierno, y el PSOE, PNV y  varias fuerzas políticas democráticas más? Que Batasuna, de una vez por todas, renunciara a su "primo zumosol", al paraguas de la banda, y que tuviera el valor de presentarse por sus propias fuerzas de presentación popular habiendo renunciado previamente a procedimientos como los que emplean "sus primos" de la banda: la amenaza, el chantaje, el crimen.

Por lo demás, acabamos de asistir a la "sobreactuación" de un etarra que, en la Audiencia Nacional, ante testigos y taquígrafos, declara que ETA  no dejará de matar -"vamos a seguir con la lucha armada", es su forma suave de proclamar- hasta que se reconozca la soberanía de Euskal Herría, hasta que Euskadi consiga la independencia.

Todo permite deducir que el famoso proceso y el final dialogado fue un intento fallido que pasó a la historia de manera definitiva y sin posibilidad de recuperación posible. Hay demasiados fanáticos decididos a impedirlo.