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Ochenta y cuatro días

Ochenta y cuatro días

Por Antonio Miguel Carmona
miércoles 19 de febrero de 2014, 09:20h
Las españolas tendrían que trabajar ochenta y cuatro días más al año si quisieran tener la misma retribución que el hombre. Un dato tan escalofriante como obsceno y cuya reflexión nos lleva a preguntarnos qué estamos haciendo a favor de la igualdad.

Escuchar a Almudena Fontecha de la Unión General de Trabajadores resumir el informe sobre la igualdad en España pone, ciertamente, los pelos de punta. Una realidad que, lejos de corregirse, empeora.

Así, la ganancia media de las mujeres ha disminuido de tal manera que la brecha, la desigualdad, la diferencia con la del varón, ha aumentado hasta el punto de agrandarse la asimetría salarial entre ambos géneros.

De esta manera podemos decir que la mujer cobra casi una cuarta parte menos que el hombre para el mismo puesto de trabajo e idéntica antigüedad. Una diferencia, como digo, que incluso ha aumentado en dos puntos el último año.

Una cuestión que no se corrige con la mejor o peor formación. Pensarán ustedes que, a mayor formación, menor desigualdad. Todo lo contrario: las científicas y técnicas reciben un salario que es un 30% inferior al del varón.

Tengo la convicción que, siguiendo el paradigma de devaluación salarial que persigue el Gobierno de la Nación, la desigualdad es un instrumento de política económica para alcanzar fines cuyos medios son cuando menos espurios.

Así, la desigualdad es la consecuencia inequívoca de tensar los salarios a la baja. Cuerda que se rompe por el lado más débil, por el menos protegido, por el más vulnerable.

Por eso la devaluación salarial recae sobre todo en jóvenes y en mujeres. Una devaluación que no fomenta nuestra competitividad, sino que supone una transferencia de renta de los trabajadores a las empresas.

Y, como consecuencia de esta pérfida política, jóvenes, mujeres o parados de larga duración, se ven expuestos a abusos y trampas, chantajes y desprotección.

Por eso, sin incorporar otros motivos históricos, ésta es la razón -es decir, la reforma laboral o la depreciación salarial-, por la que los segmentos menos protegidos aumentan sus diferencias de renta y de derechos con respecto a aquellos ya consolidados.

Por eso se agrava la desigualdad de la mujer. Aquella que trabaja en las labores del hogar casi cinco horas diarias, frente a las dos del varón. Aquella que tendría que trabajar, como digo, ochenta y cuatro días más al año si quisiera igualar la retribución salarial de su compañero.
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