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La 'política de comunicación' de ZP

Cuando él era aún jefe de la oposición, pregunté a José Luis Rodríguez Zapatero cuál era su política de comunicación. Me miró como si fuese un marciano:

-"Nosotros no tenemos de eso, somos gente honrada" me respondió, para mi pasmo.

Bueno, luego demostró que sí tenía política de comunicación. Unas veces, equivocada. Otras, supongo que no tanto, puesto que ganó las elecciones y no le ha ido del todo mal en los sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas. Siempre he querido  ver la mano del ex secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, en estas estrategias, no sé si honradas o no, pero complicadas, discutibles y discutidas en todo caso.

Dicen todas las fuentes que ahora el ‘superasesor’, aunque ya no esté en La Moncloa, sigue divirtiéndose imaginando estrategias retorcidas, imposibles carambolas a tres bandas, que luego le transmite, por el tam tam del móvil, al ‘jefe’. Pero he hablado con más de un miembro del Gobierno y también con dirigentes del PSOE que piensan que ‘los maquiavelismos made in Barroso’ empiezan a resultar claramente perjudiciales a la imagen presidencial. Eso, antes, podía discutirse; de hecho, ahí está Zapatero, en la cúspide del poder, como muestra de que ha habido aciertos a la hora de marcar el camino. Pero ahora, que ZP se ha instalado en el error en este terreno parece indudable. La última metedura de pata, denunciada como tal por propios y ajenos,  ha sido esa rueda de prensa a bombo y platillo en el atril de La Moncloa junto a la ministra de la Vivienda, que, como se sabe, está vinculada al ‘superasesor’.

Ha de darse cuenta Zapatero de que no por mucho correr en el anuncio de las buenas nuevas -yo no lo critico por ponerlas en marcha; sí por hacerlo con  precipitación- estas noticias van a ejercer una mayor influencia sobre el electorado. Esa rueda de prensa, grandilocuente, en un marco que jamás había sido reservado a los ministros, ha sido precipitada y sin contenidos adecuados, lo que ha sido denunciado por los medios de comunicación de manera unánime. Ya hemos visto otros episodios de excesivas prisas por hacer ofertas al electorado, para enfado de los responsables de la economía española, que entienden que tales ofrecimientos no están lo suficientemente aquilatados y pensados. Con lo que, temen algunos, puede llegar a producirse un ‘efecto boomerang’ entre los ciudadanos.

No acabo de ver dónde está el delito que antaño parecía ver Zapatero en mantener una política de comunicación. Tratar de engañar a la gente vendiendo humo sí me parece políticamente delictivo.  Quizá a eso se refería el entonces aspirante a La Moncloa cuando de manera tan extraña respondió a mi pregunta. Luego, claro, la realidad es como es y va, supongo, obligándote a hacer cesiones.

También dijo Zapatero, cuando aún no se había sentado en el sillón de La Moncloa, aunque estaba a punto de hacerlo: “El poder no me cambiará”.  Yo creo que están ocurriendo muchas cosas que demuestran que Zapatero sí ha cambiado, y que no, como le susurran algunos pelotas al oído, son los españoles los que están virando, mientras él permanece como un eje, fijo.
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