Crítica de la película
'Caballeros, princesas y otras bestias': Esperando la carcajada
Con 'Caballeros, princesas y otras bestias' pasa algo muy malo para ser una comedia, te pasas toda la película esperando la llegada de la primera carcajada, pero esta no llega en ningún momento. A pesar de los esfuerzos de un aplicado James Franco, el guión de Danny McBride no se sale en ningún momento de los chistes de caca, pedo, culo y pis. En su deferencia hay que decir que tampoco se guarda ningún chiste bueno para él, y eso que es el protagonista. Parece un tipo gracioso que en cualquier momento vaya a soltar la cosa más divertida por la boca, pero al final te das cuenta que sus gags son tan rompedores como los chistes de Arévalo.
Se intenta internar en un género, el de la parodia de los cuentos infantiles, que 'La Princesa Prometida' y 'Shreck' ya explotaron tiempo atrás con mucho más éxito. Claro que lo hace desde una perspectiva supuestamente gamberra y vulgar, que no deja de enmascarar su soez conformismo. Hacer una película con un protagonista fumeta y soltar varios chistes de pollas no te convierten en un cómico rompedor desde hace más de 30 años.
La película no deja de ser una soez e infantil sátira sobre películas como las de 'Conan', lo malo es que no hace gracia, y ese no deja de ser su único objetivo. El director, David Gordon Green, confirma su decadencia tras su interesante inicio en el cine indie. Aunque su mayor fallo haya sido intentar rodar un guión tan infumable como el de McBride. Nadie le pide peras al olmo, pero al menos se pueden esperar tres carcajadas de un producto como este.
Natalie Portman continua sacando rédito monetario a su Oscar, y parece más que decidida a hacer realidad aquel dicho de que los bebés vienen con un pan bajo el brazo. En su caso un pan millonario y una carrera tambaleante. Su paso por 'Caballeros, princesas y otras bestias' sólo será recordado por enseñar un magnífico cuerpo, ya sea el suyo o el de su doble. James Franco es el que más empeño pone, aunque su esfuerzo no se vea recompensado ni por una mísera sonrisa. Danny McBride, guionista y protagonista absoluto, suelta toda una ristra de chistes zafios, soeces, poco originales y, lo que es peor, sin ninguna gracia.
En definitiva, una comedia que busca la irreverencia y que lo único que encuentra es una lamentable ausencia de risas. Y de eso se trataba, ¿no?
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