En lo que es el clásico más importante del mundo, Argentina y Brasil demostraron porque habían llegado a esa instancia. Los que pensaban que por la calidad de los jugadores se iba a ver un partido de ida y vuelta, habrán quedado decepcionados, ya que nada fue así. Ambos dejaron en claro el respeto que se tienen y en un verdadero juego táctico los dirigidos por Scaloni pudieron aprovechar una de las pocas ocasiones de gol generadas, y tras una excelente asistencia de Rodrigo Paul –de extraordinario encuentro- apareció Di María para dejar atrás todos los fantasmas y críticas recibidas por los genios del twitter, qué desde un sillón y con una birra osaban cuestionar al crack del PSG por lesiones sufridas en la selección, y con una emboquillada ante el arquero brasilero auguraba un final feliz.
Y Brasil intentó de todas las formas posibles, pero si no era De Paul, era Paredes, Lo Celso, Otamendi, o un Romero –gran revelación de la Copa- que cortaban las ilusiones de los locales, que con un Neymar –de gran partido, dando la cara por su equipo durante los 90 minutos- no pudo llegar a peligrar al Dibu Martínez, y cuando llegaron el uno blanquiceleste –esta vez vestido de Rojo ¿poniendo la mística de Independiente en el Maracaná quizás?, demostró porque fue elegido el mejor arquero de la Copa.
Y así fue todo el partido yendo y yendo Brasil, y Argentina bien parado esperando poder sacar una contra y casi lo logra sobre el final, pero un dos a cero hubiese sido exagerado.
El final llegó y el que recibió todos los abrazos como no podía ser de otra manera fue el Diez, el que lloró como un chico, el que acostumbrado a ganar títulos de todo tipo con el Barcelona y con las juveniles argentinas y los juegos Olímpicos, le faltaba conseguir un título con la selección mayor, y su carrera no podía terminar sin esa estrella, esa estrella que soñó cuando empezó a jugar en su Rosario natal, esa estrella que soñó cuando España quiso que se nacionalizara, pero él, más rosarino que Fontanarrosa y Olmedo juntos, fue por su conquista, que quien dice puede acompañar con alguna más. El peso ya se lo sacó de encima, y con un verdadero grupo que se juramentó ir por el “golpe” y se aisló por más de cincuenta días todo puede pasar.
El logro llegó de la mano de Messi, y de las manos del Dibu Martínez, pero también le hizo un lugar en la historia al director técnico menos pensado. Nadie creyó en Scaloni, sin ninguna experiencia previa, quien no solo hizo el trabajo de renovar el plantel y de rodear a Messi con jóvenes con hambre de gloria, sino que logró formar un verdadero grupo que supo interpretar su idea y plasmarla en el campo de juego.
Quedará para más adelante si algunos cambios tardaron más de lo debido, ya habrá tiempo para analizar, pero ahora es momento para festejar, como lo está haciendo todo un país, que necesitaba esta alegría, esta descarga ante tantos resultados adversos y ante una pandemia que no pudo impedir que Messi demostrara porque es el mejor jugador del mundo.
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