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Los macrigaitas son mala gente.

Los macrigaitas son mala gente.

Por Manuel Suárez Suárez
miércoles 12 de septiembre de 2018, 12:02h

Que un pequeño grupo de socios del Centro Gallego de Buenos Aires escriba la página más oscura de la emigración gallega me produce hondo pesar. Los miles de socios que durante más de un siglo encontraron cobijo en su fogón solidario no se merecen tan enorme e injustificado desprecio. Claro que no nos extraña si analizamos el acontecer diario en la República Argentina. Desde que en las urnas, unos pocos votos más, le dieron carta blanca a una banda organizada de delincuentes se suceden actos de terror en contra de los más desfavorecidos. Hace años que George Orwell cantó la justa al expresar que “un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores; no es víctima, es cómplice”. Los macrigaitas entran dentro de los cómplices. Se manifiestan como entusiastas defensores del modelo macrista de gobierno estilo Titanic, es decir, aquel que solamente tiene botes para los pasajeros de primera clase. Son tan imbéciles que se autocalifican. Ellos mismos se eligen. ¡Me lo gané! ¡Nunca me regalaron nada!

Así es que llegamos a la reciente truchada (farsa) electoral en el Centro Gallego de Buenos Aires. La entidad está intervenida por el gobierno estatal. Es deber del interventor designado tratar de sacarla a flote para devolverla al cauce institucional. Acá es donde la cosa se complica. El interventor fue designado para cerrar el Centro Gallego. Le dieron órdenes precisas de acabar con un gasto inútil en ofrecer asistencia sanitaria a unos viejos pelotudos que van a morfarse cualquier mentira que les digamos. El interventor se dedica a destruir. Hay que deteriorar la imagen para que nadie se asocie. Se esfuerza en que los socios se cansen de no ser atendidos y se borren. Mientras va pone un candado por acá y otro por allá. Consigue que varios traidores se sumen al afane: a) miembros de las agrupaciones históricas que gobernaron la entidad desde el año 1926 (Antonio Boo); b) los delegados sindicales a los que les paga el sueldo entero con puntualidad; c) médicos que cobran con regularidad al no tener litigio contra la entidad. Además, gasta en pauta publicitaria en un espacio radial en el que habla de sus grandes logros coimeros.

Es cierto que el actual número de socios, alrededor de los cinco mil, está muy lejos de la histórica cifra de los cien mil pero también se constata que es la mitad, aproximada, de los que tenía el Centro Gallego con el presidente Vello. Es evidente que hubo un esfuerzo desestabilizador. El interventor tiene orden de privatiza y debe cumplir con lo que le dijeron en Puerto Madero: Hacéme el favor y sacá a esos gayegos. ¿Entendés que necesitamos el edificio limpio? La verdad es don Ñoquinterventor va progresando en su siniestra labor. Al contar con traidores dentro se puede permitir la desfachatez de hablar de vender el Centro Gallego. Es curioso que los socios honrados, alguno queda, no lo hayan sacado del orto. Quizás creyeron que no se iba a animar a vender sin el aval de los socios. Quizás creyeron que los socios nunca iban a aprobar una venta. Bueno, el caso es que utilizando los restos de una agónica agrupación, se obtuvieron el 15% de los votos de los habilitados para votar en la cita electoral del pasado lunes 10. La campaña mesiánica usó parte de los recursos que el INAES entrega para el pago del personal. Se hicieron miles de llamadas teléfonicas con el mismo cuentito de las sectas que por desgracia proliferan en la capital porteña. Nosotros somos tus auténticos salvadores y queremos cuidar de tu salud. ¡Socorro! ¡FUERA ESTAFADORES DEL CENTRO GALLEGO DE BUENOS AIRES!

Manuel Suárez Suárez

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