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Poli-amor, o la pérdida del oremus

Por Pascual Hernández del Moral.
miércoles 28 de octubre de 2015, 11:13h

Venancio amigo, ya no se trata de aceptar socialmente los amores enardecidos de la poetisa Safo por sus compañeras, en la ciudad de Mitilene, nombre que, con frecuencia, ha designado a toda la isla de Lesbos. Tampoco se trata de aceptar o no la poligamia de ciertas culturas, en las que se pretendía rentabilizar al macho fecundador inmediato, querido Venancio, frente a la hembra, que tarda nueve meses en dar fruto. O la poliandria, como la de tus vecinos los awás de Brasil, pongo por caso, en el que una mujer es “conllevada” por varios hombres, como consecuencia de la falta de mujeres. En el primer caso, Safo manifiesta sus enamoramientos apasionados por las de su mismo sexo. En los segundos, se trata de la procreación, para el mantenimiento de la especie, cosa que tú y yo hemos hecho generosamente, como dices tú, colega Venancio, con gracia y sabiduría, con la misma y con la misma mujer.

En el poli-amor a tres, o sea tres individuos que, mediante una “ceremonia”, (que deja a sociedad perpleja por lo inaudita) se unen, yo diría que en matrimonio, a tres señoras de muy buen ver, permíteme, Venancio amigo, la apreciación subjetiva; y, acaban de firmar ante la notaria de Río de Janeiro Fernanda de Freitas Leitão, un convenio, acta matrimonial o lo que sea, que da “validez jurídica” a la unión.

No es una cosa extraña a los nativos caingang de BRASIL, que practican la unión digamos “grupal” desde tiempos inmemoriales, como siguen haciendo los awás, y parece que les funciona. De tu CUBA natal no se sabe que existiera tal arrejuntamiento, camarada Venancio. Aunque en el mundo occidental, en tiempos próximos a los nuestros, la comunidad ONEIDA en el siglo XIX y la KERISTA, que duró hasta finales del siglo XX, promovieron en sus comunas el “amor grupal”, o sea, un todos y todas con todas y todos, más o menos. JOHN HUMPHREY NOYES, socialista utópico estadounidense, fundó la comunidad Oneida en 1848, sobre la base ideológico-espiritual de que sus seguidores habían alcanzado “la santidad”, y no podían pecar. Más reciente es la secta Kerista, de JOHN PELTZ, que se basó para fijar las relaciones amorosas de sus militantes en la poli-fidelidad, funcionó en CALIFORNIA hasta el año 91 del pasado siglo.

Las uniones basadas en el poli-amor se hacen entre individuos que sexualmente deben tolerar las relaciones entre los dos sexos, con homosexuales o heterosexuales, ellos y ellas o ambos, o sea un carajal, colega Venancio, para que puedan todos con todos y todas, que no sé si me explico. Si a mí con mi santa, uno de cada sexo, y prolíficos como lecho de pobre, ya me cuesta trabajo entenderme, con otra u otro más en el berenjenal no sé qué pasaría. Pero bueno, al parecer estas uniones poli-amorosas se permiten en algunos pocos sitios, a pesar de la oposición de los “conservadores”, que argumentan que “van contra natura”. Sin embargo, los “progresistas”, como siempre, querido Venancio, argumentan que “lo que no está expresamente prohibido, está permitido”; además, argumentan que las novedades en este ámbito sufren al principio la oposición de la sociedad, pero esta acaba debilitándose, y lo novedoso termina siendo “normal”.

Yo, Venancio amigo, que soy muy antiguo, creo que la sociedad está perdiendo el oremus. Si dos, como dije antes, tienen muchos roces, no quieras ver qué puede pasar con tres o más, porque estas uniones poli-amorosas son “abiertas”, por decirlo así, y a ellas se puede incorporar en cualquier momento otro individuo o individua que sea aceptado por los que formaron la primera unión. Vamos, un follón abierto.

Y es que BRASIL es pionera en estos matrimonios, quizás por influencia atávica de sus indígenas. Pero la idea del poli-amor está reclamándose como otra forma legal de unidad amorosa.

Miedo me da la actuación de los “animalistas”, amigo Venancio, que defienden los sentimientos de los animales. Y de que los que practican el bestialismo con cabras, ovejas burras, perras y otras bestias no reclamen su “derecho” y el su “querida pareja” a normalizar su relación, defendiendo su derecho a ser felices, “por encima de todo”.

¡¡Que San Antón no permita la pérdida total del oremus!!

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