Del debate en el Parlamento Europeo sobre Grecia se desprende cierto mosqueo generalizado por la actitud de su actual gobierno, que en esencia, y dejando a un lado la particular teatralidad de su discurso, parece continuador, en punto a frivolidad e incompetencia, de los anteriores. Éstos, los anteriores, llevaron a Grecia donde hoy se halla, en la miseria, la quiebra y la suspensión de pagos, mientras que el de Tsipras, igualmente ayuno de talento y energía, cree poder conjurar la catástrofe a lo Rajoy, ignorando el problema, bien que en la modalidad de endosárselo a sus socios de Europa, a los que, por cierto, debe un dinero.
Es Tsipras, en tanto representante y responsable del Estado griego, el que debe dinero, y no el Pueblo griego. Por lo tanto, a él y a su gobierno, y al resto de los partidos, compete la búsqueda, y el hallazgo, de la solución a las calamidades que por la estupidez de sus políticos y por la cleptocracia del sistema sufre, y de qué manera, el Pueblo.
Pues bien; en Estrasburgo, en el único reducto de la UE donde se hace política, pues en los demás lo que se hace es usura, maquinaciones para alterar el precio de las cosas, especulación financiera y servicio a los lobys de la plutocracia, se ha hecho patente, en la derecha, en el centro y en la izquierda, ese mosqueo general que, según pasan las horas y los días, va convirtiéndose en una certidumbre, la de que éstos de Syriza no saben por dónde se andan, ni saben reconocer la magnitud del problema, ni, en consecuencia, ofrecer a su pueblo no una ilusión, sino un remedio.
Dejando a un lado los argumentos de la derecha más pesetera e insolidaria, abundan, no obstante, los que desde posiciones de generosidad y progreso censuran la acción, la inacción más bien, del gobierno griego. De los primeros, el de Pons, que recuerda a Tsipras que parte de la deuda que tiene es con España, que empobrecida y sin poder, quitándoselo de la boca, les prestó un dineral, olvida que si España estaba y sigue estando empobrecida es por la brutal corrupción política de la que tanto podría decir su propio partido. De los segundos, de los argumentos sensatos y racionales sobre la situación, es de los únicos que cabe esperar, ya que no de los de Tsipras, ni de los de Pons, ni de los de la Merkel, algo.