martes 25 de junio de 2013, 23:54h
La enseñanza es un bien caro que no está al
alcance de todos. Cuesta mucho dinero. De ahí las becas como factor
ideado para compensar la desigualdad social y la carencia de recursos
económicos. Reducir el número de becas, su cuantía o las condiciones
para poder acceder a una de ellas se convierte en una decisión que
trasciende del plano económico para instalarse en el solar de la
política.
Por eso han armado tanto revuelo unas palabras del ministro de
Educación preguntando en voz alta sí sería lógico pagar los estudios
(mediante una beca) a un hipotético estudiante que al no superar el 6,5
(exigencia de nota mínima para obtener dicha ayuda) demuestra que no
está bien encaminado y quizá debiera estudiar otra cosa.
Es sabido que al ciudadano José Ignacio Wert, desde mucho antes de
su encomienda ministerial, le iba la marcha dialéctica; la provocación
intelectual. Tengo para mi que ha sido en ése registro en el que hay que
situar unas palabras nacidas, sin duda, para la polémica. Porque
discutible es que el sistema público de becas establezca un fielato que
pueda dejar fuera a aquellos alumnos (sin recursos) que no alcancen una
nota de 6,5,mientras que en igualdad de resultados académicos, otros
alumnos que tampoco consiguen dicha puntuación, puedan continuar
estudiando si su familia puede pagar plaza en un colegio o en una
universidad privada. Sí el criterio que se infiere de las palabras del
ministro Wert -que estudien sólo aquellos alumnos que superen esa nota-
fuera de aplicación universal, entonces sería difícil tildarlas de
clasista. Pero no parece que fuera esa la conclusión. De modo que de lo
dicho queda la idea de que al ministro le parece bien que aquellos
alumnos que no alcancen la nota establecida para acceder a la beca,
dejen de estudiar. Situación que no alcanzaría a quienes por disponer de
recursos económicos, sí podrían continuar estudiando. La discriminación
estaría servida y de ahí las reacciones y el nuevo lío político en el
que se ha metido el ministro.