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Más cerca del morbo que de la transparencia

Más cerca del morbo que de la transparencia

Por Montse Serrador
jueves 07 de febrero de 2013, 23:33h
La iniciativa del presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, de dar publicidad a sus bienes patrimoniales y a sus ingresos no deja de ser una decisión loable cuyo objetivo, en principio, pretendía ser un ejercicio de transparencia y demostrar que no cabe pensar en actuaciones ilegítimas en el ejercicio de la actividad política. Empezó Herrera y continuó el delegado del  Gobierno, el presidente de la Diputación de Valladolid, los procuradores del PSOE -incluido su portavoz Óscar López, los del PP...-, y cabe pensar que en las próximas jornadas se sumarán los representantes de las instituciones locales y provinciales. Sabemos ya, todos los ciudadanos, los de fuera y los de dentro de Castilla y León, lo que tienen y no tienen nuestros políticos,  sus propiedades inmobiliarias, sus depósitos en las cuentas corrientes, sus hipotecas...Un "desnudo" patrimonial casi integral, porque seguro que en algún caso hay prendas que siguen tapando las vergüenzas. Sin embargo, no me negarán que el morbo está servido y el que más y el que menos se ha lanzado a los papeles a descubrir con malsana curiosidad las posesiones del político en cuestión para envidiarle o, incluso, alegrarse de esa hipoteca que pesa como una losa, aunque siempre depende del salario con que se mire.

Decía el alcalde de Valladolid que en esta obsesión por hacer públicas las declaraciones de bienes de los políticos se puede caer en el "marujeo". No sé si es el adjetivo más adecuado, más bien no, pero lo cierto es que también se ha conseguido que los ciudadanos se queden con datos y cifras que en frío resultan difícil de asumir. Hoy mismo, en una conversación de cafetería, tenía la oportunidad de escuchar a un ciudadano, parado para más señas, que mostraba su indignación por que el presidente de la Junta había declarado que disponía de un millón de euros en fondos de inversión. Ese es el resultado en una sociedad en la que el estado anímico de sus ciudadanos está por los suelos mientras sus políticos esperan a que "pase el cáliz de la amargura". Por eso, a veces, es mejor que las medidas transparentes se conviertan en invisibles, como diría el amigo Nieto.
 
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