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La desconexión del PSOE

La desconexión del PSOE

Por Óscar Sánchez
domingo 28 de octubre de 2012, 23:53h
Hace tiempo que quería expresar públicamente mi opinión sobre la situación del PSOE y los últimos resultados electorales me han ofrecido la ocasión de hacerlo. No lo hago desde fuera, porque soy un afiliado del PSOE e incluso he desempeñado cargos en el partido, pero quiero publicar mis reflexiones a través de un medio de comunicación y no las expreso únicamente en los foros internos del partido porque creo que el debate sobre el futuro del PSOE no es solo un debate interno, sino que la sociedad tiene mucho que decir en él y, en buena medida, la solución a la crisis que atraviesa el partido vendrá, precisamente, cuando seamos capaces de escuchar más a la sociedad, una sociedad que es parte interesada en el debate porque necesita urgentemente que exista una alternativa de gobierno de izquierdas.

Durante los últimos días, después de las elecciones vascas y gallegas, mucho se ha publicado en los medios sobre la situación del PSOE. He leído casi todo y he encontrado reflexiones muy acertadas. Sin duda, los malos resultados electorales han tenido un efecto desencadenante de las críticas generalizadas, pero sería una perspectiva muy estrecha considerar solo esa parte del problema. Lo cierto es que los problemas del PSOE son muy profundos y vienen de largo. No son achacables exclusivamente a la dirección actual, aunque la dirección actual no haya hecho nada por afrontarlos y siga enrocada en una estrategia de dejar pasar el tiempo y esperar a que el desgaste del PP -que creen inevitable- vuelva a convertir al PSOE en la única alternativa viable de gobierno. Una estrategia muy arriesgada, porque lo que se está viendo es que el divorcio entre la ciudadanía y las elites políticas es cada vez mayor y quizás el PSOE, como se está comprobando, no sea capaz de atraer de nuevo a esos votantes que considera "suyos", pero que tal vez ya no lo sean nunca más.

En mi opinión, subjetiva y discutible como cualquier otra, los problemas del PSOE afectan a todos sus elementos constitutivos como partido: a sus líderes, a sus estructuras y a su funcionamiento interno, a su ideología y a su oferta programática, e incluso a su militancia.

Los líderes del PSOE -hablo de los cargos orgánicos e institucionales de alto nivel- son hoy, en su mayor parte (por supuesto, no todos), políticos profesionales con larguísimas trayectorias, supervivientes natos bien asentados en la organización. Algunos de ellos han hecho toda su vida, no solo "toda su vida política", sino, literalmente, "toda su vida", en el partido, careciendo de experiencia profesional o laboral alguna fuera de él. Abundan entre ellos esos personajes que en el argot político se califican como "de colmillo retorcido", acostumbrados a la dialéctica amigo-enemigo que domina los procesos internos, expertos en componendas entre grupos y facciones. Una de las características que los define es su polivalencia: les da igual dedicarse a la cultura que a la agricultura y rotan de un cargo a otro manejándose siempre con la misma soltura. De hecho, sirven para cualquier cosa y se vanaglorian de ello, porque como ellos y ellas dicen, "todo es política". Para la especialización ya están los funcionarios o los asesores de turno, y por eso precisamente necesitan rodearse de tantos asesores cuando ejercen algún cargo de gestión.

En alguno de los comentarios leídos en estos últimos días se decía que la esperanza recaía en la renovación generacional dentro del partido. Lamento discrepar: En las generaciones jóvenes de líderes, los que tienen entre 25 y 40 y pocos años, la realidad antes descrita es aún mucho más grave. Gran parte de estos dirigentes llevan encadenando cargos desde que tienen uso de razón, no han tenido nunca un trabajo remunerado fuera de la política y es dudoso que pudiesen encontrarlo dada su falta de preparación en cualquier otra cosa que no sea la política pura y dura.

En definitiva, la desconexión entre estos políticos y los problemas reales de los ciudadanos no es un tópico, es una triste realidad. Viven en otro mundo. Son de otro mundo. Su principal preocupación es, por encima de todo, su supervivencia personal, incluso por encima del éxito electoral del partido, porque, como decía un viejo conocido de la política, "de perder también se vive, y a veces muy bien". Sin ir más lejos, en esta comunidad de Castilla y León, con 25 años de gobierno del PP, hay muchos socialistas que podrían poner nombre y apellidos a esa frase.

Por eso, los problemas del partido no se pueden solucionar simplemente sustituyendo a unos líderes por otros. No conozco una batalla interna dentro del partido en la que alguien fuera capaz de explicar las diferencias ideológicas, programáticas o estratégicas entre los distintos bandos. Solo diferencias personales. Solo el "quítate tú para ponerme yo".

Por supuesto, el problema no solo es personal, las estructuras y los modos de funcionamiento internos han contribuido, y mucho, a la realidad actual del partido. Un sistema de agrupaciones locales anacrónico, unos procedimientos congresuales pensados para disuadir cualquier debate, unos mecanismos de elección de los cargos orgánicos y de las candidaturas electorales en los que la democracia es puramente nominal, raras veces real. El partido ya no cumple las funciones que debería cumplir, aquellas que la estasiología clásica enumeraba: no sirve de conexión entre el Estado y la sociedad, no es el lugar en el que se elaboran las políticas públicas (esa función de policy making se ha desplazado a los think tanks o directamente a los lobbies), no sirve para captar "nuevos talentos" para la política, no sirve para canalizar las demandas sociales hacia las instituciones. En definitiva, el partido ya no es el instrumento de la participación política de los ciudadanos, como debería serlo en virtud del artículo 6 de la Constitución.

En tercer lugar, la crisis del PSOE es también una crisis ideológica, pero en este caso la crisis no es suya en particular, sino que se enmarca en una crisis global de la izquierda incapaz de articular una alternativa global a un poder económico global. Las viejas ideas estatistas ya no sirven y si la socialdemocracia se empeña en basar todo su discurso en la defensa numantina del Estado del Bienestar, caerá inexorablemente en la insignificancia política. El problema es que toda la política de la izquierda tenía un marco: el Estado, y ese marco se está evaporando. La reforma de las estructuras del Estado, aunque sea necesaria, no es suficiente. ¿De qué nos sirve hacer nuestra democracia más eficiente y mejorar el funcionamiento del circuito representativo si las instituciones nacionales carecen de poder para enfrentarse a los grandes problemas de nuestro tiempo, ya sean socioeconómicos o medioambientales? Cuando los indignados gritan "que no nos representan", reflejan intuitivamente un malestar, una desazón por la falta de eficacia de las instituciones para actuar ante la crisis, pero cuando las únicas soluciones que se proponen son reformas del sistema electoral o la potenciación de los mecanismos de democracia participativa, como el referéndum, con todo lo deseables que estas reformas puedan ser, se yerra completamente el tiro, porque lo que hace falta es democratizar el ámbito de decisión política internacional e incluso global. Puede sonar a utopía, pero a mi juicio lo que es utópico es seguir pretendiendo que nuestros pequeños Estados sean capaces de proteger a sus ciudadanos en un entorno globalizado.

En cuarto lugar, ni siquiera la militancia del PSOE está libre de responsabilidad en la profunda crisis de esta partido. El propio concepto de "militancia" -con las connotaciones que se encierran en dicho término- está en crisis y resulta completamente ajeno a las inquietudes políticas de los más jóvenes. La militancia del PSOE es hoy una militancia cada vez más escasa, más envejecida y más encerrada sobre sí misma. Una militancia en la que predomina una "cultura de partido" propia de los partidos de masas de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, en la que difícilmente se puede sentir identificada una persona de buena fe que se acerque hoy en día al partido con inquietudes políticas.

Muchas cosas tienen que cambiar para que los ciudadanos vuelvan a interesarse por el PSOE. Como dice un buen amigo experto en comunicación política, los ciudadanos "han desconectado del PSOE" y, como quien hace zapping ante el televisor cuando la programación de un canal no le interesa, solo volverán a sintonizar con el canal PSOE cuando pongan algo nuevo. Están hartos de las viejas reposiciones de programas enlatados y de ver siempre las mismas caras en el televisor. Quieren algo nuevo y algo que al mismo tiempo sea real, auténtico. Y, cuidado, porque cada vez hay más personas que, hartas de tanto programa mediocre, apagan definitivamente el televisor de la política.


Óscar Sánchez Muñoz. Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid.
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