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Prohibido ser político...

Prohibido ser político...

miércoles 06 de junio de 2012, 00:14h
Cuando yo acabé mi carrera de Derecho, tuve un pequeño rifirrafe con mi padre. Como todo padre preocupado por el futuro de su hijo, él quería que me colocase inmediatamente y me consiguió un puesto como Procurador de un famoso Abogado. Pero yo le dije que no, que yo había hecho la carrera de Derecho para ejercer de Abogado. Y ni corto ni perezoso, dejando a mi padre de morros, me fui a ver a un pariente cercano, con mucho dinero y con una fábrica de alimentos que facturaba enormes cantidades mes a mes. Claro, muchas facturas, significan, también, muchos impagados. "Ya soy Abogado -- le dije-- y me gustaría trabajar contigo". Me sorprendió, porque inmediatamente y sin preguntarme nada, me dijo que sí y que al día siguiente, a las siete de la mañana, me esperaba en la fábrica. Y allí fui al día siguiente, con mi traje, mi cartera y unas enormes ganas de enfrentarme a mi primer caso. Suena a novela, pero les prometo que lo que les voy a contar es verídico. A las siete de la mañana del día siguiente, yo estaba allí como una vela. Mi pariente, sin inmutarse, me presentó al encargado de la fábrica, quien me dio un mono azul y una pala, me guió hasta los vestuarios y esperó a que me cambiase. Así empezó mi primer trabajo recién licenciado. Estuve más de siete meses mezclando harinas de todo tipo para hacer pienso, cargando camiones, ensacando y acordándome de mi pariente un día sí y otro también.

Cuando pasaron los siete meses, me llamó a su despacho y me dijo: "Ahora sí. Has trabajado bien durante estos meses, sin faltar ni un día y sin protestar por los trabajos que te han encargado. Mañana vienes y te daré tu primer caso". Y así fue. Se me olvidaba decirles que tengo muy buena relación con él, antes y ahora, y siempre recordamos esta anécdota con cariño. Cuando me veía trabajando, se acercaba a mí con cierta sorna y me decía: Te estás haciendo un hombre Daniel y algún día me lo agradecerás.

Luego, la vida me ha llevado a ejercer la profesión de Abogado durante más de quince años, a montar una productora de televisión y radio, una imprenta, a incorporarme a tareas cuasi políticas en mi región, abrir un restaurante y muchas más cosas que no vienen al caso.

 
En todos estos trabajos que les he citado, salvo en el de mezclador y ensacador de piensos, siempre me he encontrado con profesionales de la política. Me refiero a esos que nunca han hecho nada en la vida más que ser políticos desde la cuna.

He tratado pues con mucha gente, que desde que cumple los 18 años y tiene posibilidad de trabajar, siempre, siempre, se ha dedicado a la política. Empiezan incorporándose a las juventudes de no sé qué y siguen en los aparatos del partido, de no sé cuál. A los treinta y tanto años, o quizá  antes, han conseguido estar tan incrustados en el engranaje que ya dan el salto a Procurador, Senador, Diputado, Concejal o Alcalde.

Y amigos, una vez alcanzado ese "status" ellos ya saben que nunca, nunca, les van a dejar tirados. Seguirán ahí toda su vida, o irán saltando de cargo en cargo. Dará igual que sean temas de Turismo, Medio-Ambiente, Urbanismo, Cultura o Economía. Sirven para un roto y para un descosido. ¿Y saben lo más asombroso? Que esos personajes, cuanto menos han trabajado fuera de la política, más soberbios son.

Cierren ustedes los ojos y los verán. Cada uno de nosotros tiene cerca, muy cerca esa imagen del político distante, vanidoso y despectivo. Ese político que te mira de arriba abajo perdonándote la vida. Esos son los "profesionales de la política". Luego hay otros y otras, claro, que conocen muy bien lo que es sufrir un descuento en la nómina, lo que es pisar la calle, trabajar de sol a sol, pagar a empleados o arruinarse. Para ellos, todo mi respeto y también mi admiración. Son más humildes que aquellos, más cercanos que aquellos y saben escuchar a los ciudadanos.

Me encantaría que algún día, nuestros gobernantes fuesen capaces de establecer jurídicamente las condiciones indispensables para el acceso al cargo de representante de los ciudadanos. Que fuesen capaces de prohibir el acceso a la política a toda aquella persona que, por decirlo pronto y claro, no haya luchado por sobrevivir, que no haya mamado el sufrimiento, pisado la calle y peleado por un empleo. Ser el representante de los ciudadanos, tiene más enjundia que ser Notario.
Daniel MovillaTwitter: @danielmovilla
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