¿Parar el mundo? Para qué

Una semana negra más, sí. Da la sensación, aunque sea por la experiencia de la propia inercia, que el tono oscuro -al borde del pánico- de cada semana es menos intenso que el de la siguiente... Ya, claro. Los expertos aconsejan no mirar hacia atrás. Lo que ocurre es que cuando alguien tira de valentía (con una cierta dosis de inconsciencia) y decide mirar sólo hacia adelante, se da de bruces con un horizonte tan complejo, tan incierto, tan cargado de alegorías dantescas, que no sabe si refugiarse en la dificultad del pasado o pedir un pasaje para el otro extremo del Planeta. ¡Que paren el mundo!, que me quiero bajar, gritaría Mafalda parafraseando al anónimo que puso en circulación esta derrotista sentencia.

No es, menos mal, lo que se observa por la calle. No. Los impulsos hacia el pánico colectivo se ahogan con tertulias, cerveza y vino en las terrazas de esta calurosa primavera. Hasta el presidente Herrera prefiere predicar sobre el abismo al que se asoma el país desde una planta en la que brilla la luz, gracias a la novedosa tecnología LED.

Esa es, en efecto, la economía real. La que despliegan, día a día, miles y miles de empresarios en este país, en esta Comunidad, en un entorno minado y de generalizada desconfianza. Pero ahí siguen. Gracias y enhorabuena.

Lo que sucede ahora, como bien conoce el lector, es que la mayoría de los empresarios cuentan con una caja prácticamente vacía. Y los bancos, en fin, tampoco pasan por su mejor momento. Aunque, quién sabe, porque si realmente no pudieran afrontar la demanda de liquidez de los empresarios, tampoco se explicaría que hayan aumentado en un 112% el crédito destinado al sector público de Castilla y León durante los últimos cinco años (2007-2011). Pero lo cierto es que el sistema financiero que opera en la Comunidad no sólo no ha mantenido, al menos, el crédito al sector privado en este periodo, sino que lo ha recortado en más de un 5% (unos 3.500 millones).

Es decir, la banca tiene liquidez para el sector público, tienen excedentes para aparcar miles de millones bajo las alas del BCE, pero no puede atender la demanda del pequeño empresario.

Serán los misterios del famoso "riesgo". O sea, que si no se avala un préstamo con el patrimonio personal, con el alma y con el cuerpo, no hay financiación. Y como quien más quien menos está a dos velas, la famosa ratio de "riesgo" saca del mercado a la inmensa mayoría de los aspirantes a un crédito.

Una circunstancia nada coyuntural, por cierto. Va para largo.

Por eso, ahora, unos y otros miran hacia otras entidades. Algunos, por ejemplo, buscan refugio en las vías de financiación que ofrece Iberaval. Una SGR solvente, en efecto. Y muy eficaz. Pero el sistema de garantías está tan encorsetado, que requeriría una reforma urgente de la normativa reguladora para que satisficiera realmente una parte del potencial volumen de demanda existente.

Otros, como el presidente de la Empresa Familiar de Castilla y León, reclama una entidad regional de capital-riesgo de gran envergadura, capaz de asociarse a los proyectos empresariales más audaces y prometedores. Es una opción, sin duda. Aunque, por el momento, de menor interés para la micropyme (que es la empresa media de Castilla y León) y menos aún para el empresario autónomo.

Y una minoría analiza la evolución del Mercado Bursátil Alternativo (BMA), también conocido como la bolsa de las pymes, que ya reúne a unas 150 empresas, aunque ninguna de ellas de Castilla y León. También es una fórmula interesante. Mucho. Quizás despegue a medio plazo, cuando pase esta tormenta económica y financiera... Y en ese momento, claro, quizás no sea tan atractivo asumir el riesgo de abrir el capital de una pyme a los vaivenes especulativos del mercado.

Nada fácil, ya se ve. Financiar la actividad de una pyme es, en estos momentos, casi un milagro. Y por ello, quizá, sea conveniente reconocer -al menos- que los empresarios de Castilla y León no reclamen que se pare el mundo, porque no se quieren bajar.

Manuel Trapote. Periodista.