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Parole, parole, parole

Parole, parole, parole

Por Óscar Sánchez
martes 10 de abril de 2012, 00:24h
No sé lo que pensarán ustedes, pero yo creo que a veces hablamos más de la cuenta. La semana de pasión ha sido también una semana llena de palabras de esas que uno piensa que habría sido mejor si no se hubiesen pronunciado. Según la tradición católica, Cristo pronunció solo siete breves frases cuando estaba en la cruz, las célebres "siete palabras", y ninguna de ellas era una condena. Algunos de los que hoy se proclaman sus seguidores oficiales, como el Obispo de Alcalá de Henares, no se cansan de hablar y hablar, condenando a las penas del infierno a homosexuales, mujeres que abortan y, en general, a todos aquellos que no piensan como ellos.

Si es cierto que el patriotismo es el último refugio de los canallas, no lo es menos que el moralismo -que no es lo mismo que la moral- es el último refugio de los hipócritas. Pero sobre todo, las palabras suelen ser el último refugio de quienes no tienen nada que decir. Habría que traer a colación a Calderón de la Barca y decirle a más de uno que "cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla".

Hablando de los clásicos, me viene a la memoria un conocido aforismo de Groucho Marx -me confieso marxista irredento- que dice que "es mejor quedarse callado y parecer tonto, que hablar y despejar todas las dudas". Si trasladásemos el profundo mensaje contenido en esta sentencia a la política española actual, nos podríamos encontrar con distintas versiones:

Versión Montoro: "es mejor quedarse callado, y dar la sensación de que se tiene un programa oculto, que presentar el presupuesto y que se vea que ese programa es aun mucho peor de lo que nos imaginábamos".

Versión de Guindos: "es mejor quedarse callado que conceder entrevistas en el extranjero y que vuelva a subir el pan (o, lo que es lo mismo, la prima de riesgo)".

Versión Rajoy: "pase lo que pase, es mejor quedarse callado". Ni huelgas generales, ni declaraciones de presidentes vecinos, le harán cambiar de opinión.

Curiosamente, hay algunos políticos como Wert, a quienes la máxima grouchiana se les puede seguir aplicando literalmente.

Me consta en todas partes cuecen habas y en todos los partidos hay políticos locuaces que se esfuerzan casi a diario en demostrar la irrefutable verdad de las palabras del genial Groucho, y lo hacen casi con el mismo tesón que emplean en acallar las voces de los que sí tienen algo interesante que decir. Inmerso como está el PSOE en sus procesos congresuales, quizás debería colgarse a la entrada de todas las sedes un cartel que dijese: "es mejor quedarse callado que aburrir a todo el personal con querellas internas, pero sería todavía mejor salir a la calle e intentar conectar de nuevo con una ciudadanía cada vez más desencantada".

Hay políticos, sin embargo, a los que uno no se cansa de escuchar. Hace poco estuve viendo la entrevista de Jordi Évole a Felipe González en La Sexta -no pude verla cuando se emitió y la tenía grabada- y me llamó la atención una frase del ex Presidente del Gobierno. Decía, más o menos, que "cuando alguien sale de la política y no sirve para nada, entonces es que tampoco servía para la política". Me hizo pensar en muchos políticos en ejercicio, ¿a qué se dedicarían si saliesen de la política? Nunca he pensado que para dedicarse a la política sea necesaria una determinada cualificación -para algunos puestos dentro de la política, sí, quizás para otros no-, pero creo que sí es necesario demostrar, además de otras cualidades, como la inteligencia o la honestidad, que se posee un medio de vida al margen de la política, de lo contrario, el político pierde la suprema libertad de decir "no" y se convierte en un ser sumiso y acrítico, capaz de lo que sea con tal de seguir.

Descendiendo a lo local, y hablando de declaraciones poco afortunadas, no quiero dejar de mostrar mi apoyo a Manolo Sierra y al Colectivo contra el olvido por ese hermoso mural que han realizado en una tapia de la universidad para homenajear a los docentes represaliados durante la dictadura. El Alcalde de Valladolid, a quien la máxima de Groucho Marx se le queda pequeña, lo calificó como "pintada" y poco después unos fachas, de los que todavía quedan algunos ejemplares en nuestro ecosistema  mesetario, lo atacaron con sprays, sin duda inspirados intelectualmente por las palabras del primer edil. Donde el pueblo pone arte, algunos vándalos solo saben poner gruñidos de pintura.

En fin, el mundo está muy mal repartido. Los que deberían callarse, hablan y los que deberían hablar, a veces se quedan mudos. Como no quiero pertenecer al primer grupo, me voy a ir despidiendo. Salud y feliz día 14.

Óscar Sánchez Muñoz. Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Valladolid.
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