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Mendigos en Valladolid

miércoles 07 de marzo de 2012, 13:03h
" La solución al problema no es, por tanto, policial ni de persecución, sino de política social y de humanidad"
Pedir una moneda en la calle, tender la mano demandando caridad, ejercer la mendicidad en la vía pública, en una plaza, a la puerta de una iglesia... será multado, según acuerdo del ayuntamiento de la ciudad de Valladolid, con una sanción de hasta 750 euros, que podrían llegar a los 1.500 si esa solicitud de auxilio se hace con actitudes coactivas o de acoso. Eliminamos de este "correo sin respuesta" estas últimas modalidades (la coacción o el acoso) porque nos parecen reprobables, y nos fijamos en el hecho de pedir pacíficamente para comer, de solicitar una ayuda de emergencia, de implorar una pequeña cantidad de dinero; de, a fin de cuentas, ejercer la mendicidad por razones de estricta necesidad, tal como les ocurre, por desgracia, a decenas de miles de españoles o de extranjeros en nuestro país.

     En primer lugar, nadie es mendigo por "hobby" ni por capricho. Quien sale a la calle a suplicar una limosna es porque se le han agotado todas las vías para obtener algún dinero con el que afrontar su propia desesperación, y la de su familia. Si hay mendigos, es porque algo falla en la sociedad  (porque no hay trabajo, porque no hay unas medidas sociales de protección, porque nadie les concede nada a estas pobres gentes si no se hacen visibles extendiendo la mano o sentándose ante una caja de cartón en las zonas más transitadas). La solución al problema no es, por tanto, policial ni de persecución, sino de política social y de humanidad.

      Y en segundo lugar, ¿de dónde van a sacar el dinero para pagar la multa estos indigentes, en caso de ser sancionados por el ayuntamiento de Valladolid?. ¿Van los mendigos a engrosar oficialmente a la nómina de vallisoletanos deudores, con unas cuentas pendientes con las armas municipales? Además de pobres ¿van a ser convertidos en delincuentes por incumplir el reglamento de la ciudad? Todo ello nos parece absurdo, y no sabemos qué dirían Miguel de Cervantes o Miguel Delibes o Francisco Umbral, que fueron ciudadanos de la capital del Pisuerga y del Campo Grande, ante estas medidas municipales.  O mejor dicho, no lo sabemos pero sí lo sospechamos: dirían que se trata de medidas con nada justas, con escaso sentido práctico, y que quizá sean concesiones a las apariencias más que intentos de resolver un profundo problema de los seres humanos marginados. La mendicidad, que es consecuencia de la pobreza, no se resuelve ocultando, persiguiendo o cambiando de lugar a los pobres. Y las corporaciones municipales no están para maquillar y falsear las evidencias, sino para colaborar a su solución. Señor alcalde de Valladolid, amigo Francisco Javier León de la Riva: le pedimos, por caridad, una limosna; la limosna de que anule un decreto sin sentido.

Luis del Olmo. Periodista.
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