La vallisoletana que cortará el bacalao

El tiempo basura de una legislatura maldita -¡5 millones de parados y las arcas del país en ruina!-está llegando a su final. España quiere un cambio -tampoco sabe muy bien hacia dónde-pero cambio. El conjunto de los españoles somos hoy como esos equipos a punto de descender de categoría mientras el entrenador sigue erre que erre.

No conozco a nadie en el solar patrio que ponga en cuestión la victoria del PP el 20N. Otra cosa será si Pérez Rubalcaba -con la ayuda de las viejas glorias que al leonés no quieren ni verle en las sillas de platea-es capaz o no de movilizar a esos tres millones de desencantados que dicen abstenerse o cambiar de voto. En cualquier de los casos el éxito electoral de la derecha está servido.

¡Cuidado, señores del PP, porque ello no significa necesariamente nada! Quizá dentro de seis meses -como es más que previsible-el país sea un gruñido contra las huestes populares en el poder porque la cosa no está precisamente para tocar la flauta. Todo el mundo supone lo que se van a encontrar debajo de las alfombras.

Soraya

Tampoco nadie cuestiona el rol que la vallisoletana Soraya Sáenz de Santamaría -¡lo que sufrió esta chica cuando Rajoy decidió en el 2008 entregarle el grupo parlamentario!-va a tener en ese próximo Ejecutivo. De hecho, el pasado sábado Rajoy, que le ha colocado en el puesto número dos por Madrid (todo un dato), ante sus mesnadas madrileñas le auguró "un gran futuro político..."

Tengo para mí que lo esencial de Soraya es su enorme capacidad de trabajo, stajanovismo que diría el clásico, su sentido de la moderación y la preparación técnica. Controlará gran parte del poder político del Gobierno y, sin duda, será persona clave en la cooptación de personas solventes en la vasta y complicada administración del Estado.

Dicho en roman paladino: que será vicepresidenta política y, por ende, cortará el bacalao.

¡Ojalá que el poder no termine por hacerle levitar! En Valladolid en invierno suele hacer mucho frio.

Graciano Palomo. Periodista.