¿Alguien quiere ser ministro de Economía?
miércoles 02 de noviembre de 2011, 00:07h
Espanta
el no sé si buen o mal ejemplo que nos ha ofrecido el griego Papandreu
convocando un referéndum para saber si los griegos aceptan o no el
durísimo plan de ajuste dictado por Europa (es decir, sobre todo por
Alemania) para salvar la economía del país heleno. Da la impresión de
que Papandreu, que aparentemente a ninguno de sus homólogos europeos
avisó de esta paso que ha dado, tira la toalla, harto de soportar las
presiones de los mercados y de la calle. Y Europa, boquiabierta, tras
enterrar un montón de miles de millones de euros en una Grecia que no
solamente no hizo los deberes, sino que ocultó a todos la verdad,
comprueba una vez más que no es capaz de gobernar la situación.
Resulta
ciertamente difícil pronunciarse contra las consultas populares como
forma de gobernar, especialmente en una Europa que ya ha dejado de ser
la cuna de las democracias ejemplares, del consenso y de las ideas, para
convertirse en una burocracia llena de rutinas y de disensiones
internas, mientras un 'motor' -algunos, con humor negro, han hablado de
'cuarto Reich'-decide lo que ha o no de hacerse. Papandreu ha tratado de
sacudirse este yugo de la manera ahora más inconveniente: un referéndum
en el que se pregunta a los ciudadanos si quieren o no ajustarse más el
cinturón da lugar a muchas demagogias, a respuestas inducidas, como
bien saben quienes convocaron consultas cruciales en España -OTAN--, Holanda o Irlanda, sin ir más lejos.
Pero
lo que quiero destacar con esta mención a la ocurrencia de Papandreu es
la dificultad que entraña ahora ejercer el poder desde una nación
europea...cuando el poder se ha desplazado fuera de las fronteras
nacionales. No entiendo cómo algunos exigen más compromisos concretos a
los programas electorales del PP o del PSOE cuando los dirigentes de uno
y otro partido ignoran lo que va a ocurrir mañana: este martes comenzó
negro para las bolsas, el lunes el Banco de España nos confirmó que el
crecimiento económico del último trimestre fue cero, este jueves se
reúne el G-20 y tal vez adopte medidas que en algo sustituyan a los
viejos esquemas de Bretón Woods, Obama prepara una trascendental reunión
con los principales dirigentes de una Europa que ha perdido su
identidad...¿Cómo, entonces, esperar milagros, compromisos
que vinculan, cómo intentar sacar petróleo de unos programas que han
sido redactados más bien a ciegas, cuando nadie sabe siquiera qué grado
de cumplimiento tendrán los próximos Presupuestos Generales el Estado?
Los
españoles quieren cambio porque este Gobierno está patentemente
agotado. El cambio de rostros, de voluntades regeneradoras, es la única
esperanza a la que pueden aferrarse unos ciudadanos asustados, que han
dejado de creer en buena parte en la madre Europa, en la capacidad de
sus representantes políticos, en la solvencia de las instituciones, que
consideran que Berlín está demasiado lejos como para entender las cosas
que pasan en Andalucía, en Cataluña, en Euskadi, en Aragón o en
Castilla-La Mancha, por citar solamente algunos ejemplos.
Bueno,
al menos es de agradecer que se hayan acabado las promesas
irresponsables de creación de no sé cuántos millones de puestos de
trabajo, aunque sí se nos hable (¿?) de procurarnos la "felicidad". En
fin...
La
verdad es que, ante este panorama, y con lo que se ha devaluado en
España la palabra 'ministro', me cuesta pensar que alguien lo quiera ser
de, por ejemplo, Economía. Ignoro a quién diablos se lo ofrecerá
Mariano Rajoy, el hombre que cargará con la inmensa responsabilidad de
llevarnos a buen puerto, pero al candidato al sillón en el caserón de la
calle de Alcalá no le arriendo la ganancia. Sobre todo, cuando nos
están avisando de que la recuperación del empleo no se empezará a
producir hasta...¡2016! (el plazo que nos ofrecen los gurús cabezas de
huevo es, por cierto, cada vez más lejano).
Quienes
hayan tenido la paciencia de seguirme alguna vez conocen que pienso que
una de las pocas fórmulas para devolver a la ciudadanía un mínimo de
confianza consiste en aceptar que estamos ante una segunda transición y
gobernar con el pacto y el consenso en la mano. Pero, claro, de eso no
se va a hablar demasiado, me temo, en la campaña electoral que está a
punto de comenzar formalmente, la campaña más triste de este triste
noviembre que comenzó con un martes negro. Y, además, en Berlín ¿qué
saben de estas dos Españas machadianas y cainitas? Ellos ya hicieron lo
suyo, y bastante bien, por cierto. Que inventen ellos, ya se sabe. Pero a
lo que íbamos: ¿alguien para el Ministerio de Economía?