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¿Qué busca Estados Unidos en el medio oriente?

¿Qué busca Estados Unidos en el medio oriente?

Por Ricardo Lafferriere
sábado 18 de abril de 2015, 23:53h
Las notables "concesiones" que Estados  Unidos realiza a Irán -en su tratado nuclear, en su acuerdo de trabajo militar articulado contra ISIS, en el retroceso de su presión contra la dictadura de Assad en Siria- ha instalado en el análisis el interrogante sobre cuál es el objetivo norteamericano en el oriente medio.
 
Es que, como balance, la sensación es que Irán "va ganando" en todos esos pasos. Ha incrementado su influencia en la región, está reduciendo su aislamiento de la economía occidental -que la estaba asfixiando- y le permite una mayor libertad para apoyar a sus brazos paramilitares -especialmente Hezbollah- para azuzar y arremeter contra las aristocracias sunitas del Golfo. La última novedad es la declaración del supremo Ayatollah Ali Khamenei, en la que relativiza totalmente el acuerdo en marcha aclarando que no se permitirán inspecciones en las instalaciones nucleares, lo que implicaría lisa y llanamente que no habría acuerdo, ya que el mismo, según Obama, "no estará basado en la confianza sino en las verificaciones más estrictas de la historia."
 
Desde esta columna hemos insistido en los últimos meses que lo que da coherencia a esta política de la superpotencia es su decisión estratégica de desplazar su centro de atención hacia el Asia Pacífico, como consecuencia de un movimiento estratégico que asumió hace una década y que no fue otro que independizar sus decisiones del petróleo de la región.
 
Para lograrlo tomó varias líneas de acción cuya finalidad fue lograr su autonomía energética -básicamente, a través de poner a punto la tecnología del fracking para extraer hidrocarburos profundos en los que su subsuelo es el más rico del mundo, incentivar las energías alternativas y reiniciar su desarrollo de reactores nucleares generadores-.
 
La retirada de la región, sin embargo, plantea una necesidad: cubrir el "hueco" que dejará su repliegue. Y para ello, está recurriendo a la vieja y permanente táctica de los imperios cuando necesitan garantizar una paz manejable en situaciones en las que no desean comprometer grandes esfuerzos: construir equilibrios.
 
Sin embargo, en política nada es gratis. Los que más sufrirán -como siempre- serán las personas comunes que viven en las zonas en conflicto, cuya suerte no suele figurar en los grandes movimientos estratégicos.
 
Una pequeña muestra se vio hace un par de días, en el Consejo de Seguridad, donde curtidos Embajadores de poderosas potencias guerreras no pudieron contener las lágrimas al observar el video que mostraba un grupo de médicos tratando infructuosamente de salvar la vida de niños afectados por el bombardeo de gases tóxicos, reanudado por el gobierno de Al Assad luego de la atenuación de la presión norteamericana -y de Naciones Unidas- por el uso de armas prohibidas. Es que ahora el "enemigo" es ISIS, extremista sunita, que también lucha contra el dictador shiíta-alawita  Al Assad (lo que le gusta a EEUU), aunque también contra su tradicional aliado saudí (lo que no le gusta tanto).
 
Los cuatro grandes países con intereses en la región son Turquía, Arabia Saudita, Israel e Irán. Estados Unidos necesita generar allí una equivalencia de poder que mantenga un equilibrio "virtuoso" destinado a que los cuatro se encuentren en relativa paridad.
 
Ese simple objetivo es, sin embargo, conmocionante de sus antiguas alianzas y lealtades. Israel dejará de ser su "portaaviones" en el mar del petróleo y el reino saudí dejará de ser su mayor aliado político en la región. Turquía no será más el país privilegiado por sus lazos con la OTAN, lugar de emplazamiento de los primeros misiles atómicos antisoviéticos en la temprana segunda posguerra. E Irán dejará de ser visto como el enemigo principal para pasar a ser un protagonista más del ajedrez local.
 
La poblaciones locales... bien, gracias. Los israelitas seguirán recibiendo cohetes palestinos en sus ciudades, los palestinos seguirán sufriendo las sangrientas represalias israelitas, los sirios rebeldes seguirán recibiendo gases venenosos, los sunitas que viven en zonas tomadas por ISIS seguirán siendo bombardeados por la coalición de las monarquías sunitas lideradas por Arabia Saudita, en lucha contra ISIS, los yemenitas recibirán bombas lanzadas por drones norteamericanos dirigidos por sauditas por haber tenido la mala suerte que su gobierno fue tomado por rebeldes Houtis respaldados por Hezbollah -shiíta "paraestatal" iraní- generando un grave peligro a la ruta del Mar Rojo y al límite sur de Arabia Saudita, los kurdos -hasta ayer masacrados por ISIS con armas norteamericanas que recibían porque eran luchadores contra Al Assad- hoy luchan con divisiones de mujeres y armas norteamericanas contra ISIS, mientras Turquía, aliado de la OTAN y formalmente también de Estados Unidos, mira con simpatía la sangrienta ofensiva antikurda del Estado Islámico.
 
Esto pasa en las poblaciones. En el escenario, la nueva política adquiere una nueva lógica. En lo profundo, se tratará de que nadie tome más ventajas de lo que EEUU considera que es necesario para mantener el equilibrio, aunque para ello deba aparecer en algún lado en alianzas diferentes y hasta contradictoria a las que realice en otro. Estará -en diferentes teatros operativos- con Irán y con Arabia Saudita, con Israel y con los palestinos, con los kurdos y con Turquía. No es casual que sólo "ayude" con bombardeos, pero sin poner sus soldados en tierra ante tan confusos teatros de operaciones militares...
 
No termina siendo muy diferente al de los policías destacados en una esquina, dejando pelear a los rivales sin intervenir, favoreciendo su mutuo desgaste y agotamiento.
 
Hoy, Estados Unidos está acordando con Irán lo que realmente interesa al país persa: el levantamiento de las sanciones económicas, sin lo cual el ahogo a que lo somete la ofensiva petrolera saudí de reducir a la mitad el precio del petróleo le haría insostenible su estabilidad interna. Y también acuerda con Irán la coordinación de su lucha contra la Jidah extremista-sunita, que amenaza el gobierno -también shiíta, como el de Irán, pero "amigo"- de Irak.
 
Sin embargo, ayuda a las monarquías sunitas lideradas por Arabia Saudí a resistir la agresión Touti en Yemen, colaborando con drones y equipamiento militar a la alianza de las monarquías conservadoras que integran, además del reino saudí, Jordania, Marruecos, Kuwait, Bahrein, Qatar, Sudan, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos -de sus aliados sunitas, sólo Pakistán resistió la presión para participar- contra los rebeldes Houtis sostenidos por Irán -y Hezbollah-.
 
¿Qué quiere Estados Unidos en el Oriente Medio? Pues alejarse de la región lo más rápido que pueda. El partido se juega ahora en otro lado: el Asia-Pacífico. El peligro dejó de ser la "yugular" del petróleo. Ahora son las vías del comercio global. Sus políticas en la región no presentan por eso alianzas permanentes sino, como ha sido desde el fondo de la historia la política de los imperios, generar equilibrios que neutralicen a los díscolos.
 
Claro que eso choca con una convicción que, a diferencia de los viejos imperios, ha reclamado para sí la superpotencia americana: el reconocimiento de una excepcionalidad moral cuyo destino histórico sería la implementación de la democracia en el mundo.
 
Tal vez, para terminar con los malos entendidos, deba reconocerlo de una vez terminando con una contradicción que corroe su conciencia y altera a su opinión pública.
 
Sería una concesión al realismo que, aunque tardía, reconocería que no son ni más ni menos que cualquier concentración de poder en la historia universal. A partir de allí, sin pretensiones de superioridad y entendiendo que todos tienen intereses más o menos legítimos, quizás pudieran ayudar mejor a construir en el mundo una convivencia plural y pacífica que sea regida por el estado de derecho.
 
 
Ricardo Lafferriere
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