Qué hacer contra la corrupción: prevenir y controlar
domingo 21 de diciembre de 2014, 12:19h
La carrera electoral genera la tentación de prometer que la
solución contra la corrupción es el aumento de penas o la creación de
comisiones de investigación, y es difícil proponer alternativas menos
grandilocuentes y marketineras pero de resultado seguro, de acuerdo con
experiencias de países como Chile o Uruguay. Y esto porque la idea de combatir
la corrupción únicamente a través de la penalización es antigua e ineficaz: el
castigo llega -con suerte- cuando el hecho ya fue consumado y solo en pocos
casos. La entrada en vigencia de la Convención de Naciones Unidas contra la
Corrupción, en 2003, refleja un cambio de paradigma: la lucha contra la
corrupción no puede basarse únicamente en la represión sino que las políticas
preventivas son esenciales.
Los hechos de corrupción suceden en ámbitos secretos. Esta
es la principal razón por la cual es muy difícil, sino imposible, medir sus
costos con precisión. Para enterarnos de estos hechos debemos incentivar que
aquellos que participan o los conocen lo cuenten. Y para evitar esa opacidad
debemos echar luz sobre toda estructura estatal o procedimiento que sea
permeable a la corrupción, desde pequeñas coimas hasta grandes negociados.
Para avanzar contra la corrupción hay dos presupuestos
imprescindibles: la existencia de una genuina voluntad política de hacerlo y la
asignación de recursos apropiados para que las políticas sean eficaces.
El protagonismo de esas políticas, además, debe ser
compartido con la sociedad civil e involucrar al sector privado, que no es un
mero espectador o perjudicado por la corrupción sino que también es
protagonista de su concreción.
Es necesario identificar cuáles son aquellas prácticas que
generan y propician la corrupción por su falta de visibilidad, estructura
monopólica, ausencia de controles o permeabilidad a los conflictos de
intereses.
La transparencia y la prevención de la corrupción deben ser
un componente central en todas las políticas de Estado, en lugar de estar
circunscriptas solo a un órgano y a la buena voluntad de los responsables de
contadas áreas de la administración.
Es necesario contar con una Ley de Acceso a la Información
Pública moderna, avanzar en materia de gobierno abierto y también contar con
una ley de regulación del lobby. La ciudadanía debe tener acceso a la agenda de
reuniones de interés de sus representantes así como también conocer qué es lo
qué están haciendo los funcionarios, cómo se están manejando los fondos
públicos, quiénes son los proveedores del Estado, etc.
Argentina cuenta con organismos de control que podrían
descubrir estas prácticas y actuar en consecuencia, pero que por falta de
decisión del Ejecutivo en avanzar en el control de la corrupción, o más bien
por su interés en lo contrario, fueron desarticulados, haciendo que su nivel de
trabajo y eficacia baje hasta lo imperceptible. Nos encontramos, entonces, con
dos noticias: una buena, que es que algunas de las herramientas que se
necesitan para combatir la corrupción ya las tenemos y otra, no tan buena, es
que están herrumbradas. Es necesario fortalecer organismos como la Oficina
Anticorrupción con nuevas facultades, dándole autonomía, o en el caso de la
Auditoría General de la Nación, revisando la conformación de su cuerpo
directivo. También es necesaria una nueva Ley de Ministerio Público que amplíe
las funciones de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas.
Se hace imprescindible una ley de protección de testigos y
denunciantes de hechos de corrupción pública y privada, que proteja a peritos,
testigos, víctimas e informantes de manera adecuada, que promueva su
colaboración y les brinde seguridad física y jurídica. En este mismo sentido,
es también necesario incorporar la figura del "arrepentido" al Código Penal.
Muchas de estas iniciativas están listas para ser tratadas en el Congreso.
Falta la voluntad política para avanzar.
Manuel Garrido,
Diputado nacional (UCR).
Ex Fiscal Nacional de Investigaciones Administrativas