Por
Francisco Muro de Iscar
jueves 04 de diciembre de 2014, 21:37h
Cuando
la violencia de los hinchas de fútbol, de los ultraloquesea prende y causa
víctimas, la sociedad se revuelve y reclama medidas y los políticos se ocupan
de lo que no se han ocupado antes y si es preciso cambian las leyes, en lugar
de aplicarlas cuando debían. Cuando son los políticos los que excitan la
xenofobia, las cosas cambian. A los partidos xenófobos y hasta fascistas en
Europa -UKIP, Frente Nacional francés- se los descalifica, pero cuando los que
hacen política xenófoba son los partidos tradicionales, los
"legítimos", entonces todo cambia.
En
Reino Unido, el primer ministro David Cameron acaba de exponer lo que será su
política sobre la inmigración: "si vienes aquí y no tienes trabajo, no
recibirás las ayudas para los desempleados. Y si lo tienes, no las percibirás
hasta que pasen cuatro años". A Cameron no le importa que esas medidas que
va a tomar, entre ellas la de expulsar a los comunitarios que no hallen trabajo
en seis meses, choquen frontalmente con las directrices europeas. Se está
jugando unas elecciones y vale todo. Además, Ángela Merkel ha aprobado una ley
en la misma dirección. En Francia se ha expulsado a gitanos, Bélgica tampoco es
ajena a esta corriente y en Suiza, aunque la tasa de paro apenas supera el 3
por ciento, el Gobierno ha planteado un referéndum para reducir al mínimo, un
0,2 por ciento del censo cada año, la entrada de inmigrantes. La buena noticia
es que los ciudadanos suizos, nada menos que un 74 por ciento, han dicho no a
esta medida.
Francisco
Soláns, un abogado experto en temas de Extranjería, que no se muerde la lengua
cuando hay que decir la verdad, señala con acierto que "Europa tiene
ciudadanos de primera -los nacionales de cada país-, de segunda -los europeos
en otro país- y luego están los extranjeros" y que ante el crecimiento de
la xenofobia, necesitamos un pacto de Estado europeo que rechace los argumentos
falaces sobre este tema que utilizan los políticos para alcanzar el poder o
mantenerse en él. O se hace eso o crecerá otra vez en Europa un sentimiento que
deberíamos haber eliminado para siempre.
En
España no somos ajenos al problema. Cuando los necesitamos, puertas abiertas.
Ellos cambiaron nuestra demografía y aportaron una natalidad absolutamente
indispensable para un país que se muere de viejo. Sin ellos no hubiera crecido
nuestro PIB como lo ha hecho. En España son un 12 por ciento de la población
pero sólo son responsables de un 5,6 por ciento de la utilización de los
servicios públicos. Ahora no sólo podemos hablar de las dificultades para
otorgar la nacionalidad o la residencia, de innumerables trabas o de las
pruebas que se hacen pasar a menores no acompañados. También podemos hablar de
lo fácil que es conseguirla para quien puede comprar un piso o hacer una
inversión de unos cientos miles de euros. A esos ni se les mira la nacionalidad
ni su dedicación. La OCDE ha dicho que los inmigrantes tienen un impacto fiscal
positivo para los países a los que llegan y que son un recurso, no un problema.
Las fronteras no pueden ser un valor absoluto. Las personas, inmigrantes o
refugiados, sí lo son.