¡Se nos hunde el Centro Gallego de Buenos Aires!
jueves 30 de octubre de 2014, 10:40h
No se si ando un poco desorientado. Puede que sea así ya que
en estos tiempos tecnológicos dicen que es necesario tener un GPS para
encontrar el camino. Creo que mis hermanos uruguayos no votaron guiados por
ningún asesor electrónico sino por el acertado razonamiento que los llevó a
escoger al nieto de Galicia, Tabaré Vázquez Rosas, para volver a ponerlo en el
timón da la generosa patria de don José Artigas. Supongo que el aparatito será
de utilidad si sabemos hacia donde vamos o si conocemos el destino. En mi caso,
cuando lo necesité en noviembre de 1958 no lo pude utilizar. Hice, agarrado de
la mano de mi madre, un largo viaje en el "Cabo de Hornos" sin saber donde
estaba aquel lugar mágico llamado Montevideo.
En
aquellos tiempos mi orientación era más sonora que visual. Los domingos por la
mañana viajaba hasta mi aldea de Tines [Vimianzo] arriba de los sonidos de una
gaita que salía de la radio. Los demás días de la semana era un botija más de
una ciudad que se movía con el alegre candombe de los tamboriles
afro-montevideanos. Soy de la idea de que las singladuras emigrantes no tienen
una cartografía que las pueda acotar. Son sentimentales y son también,
circulares. Si hubo un viaje de ida, habrá uno de vuelta. El retorno cierra la
singladura. Sea en el montevideano "Cementerio del Norte" o en el porteño de
"La Chacarita" o en el panteón de la aldea parroquial; la unidad espiritual no
la desplaza el viento ni la frenan las fronteras. La emigración termina cuando
nosotros lo decidimos poniendo el cierre sin que para eso haya que mover un
pie.
La
historia de nuestra larga emigración recoge cifras y estadísticas. Fue muy
negativo para Galicia que más de un millón de sus habitantes buscasen abrigo
lejos del agua fresca del aldeano manantial. Aunque no todo fue oscuridad
dentro del destrozo migratorio. Antes de embarcar recibimos una vacuna
anti-nostalgia. En el exterior, nuestro étnico ADN se hizo inmune a tres muy
extendidas enfermedades: avaricia, envidia y orgullo. Cada alama emigrante
viajaba con su protección sanitaria y por tanto viviría siempre lejos de ruines
intereses. Siendo poseedores de una trayectoria de nobleza por los caminos del
mundo, me cuesta entender que ahora mismo esté a punto de desaparecer el Centro
Gallego de Buenos Aires sin que haya reacción alguna.
Recojo
una observación de Roberto Arlt que va muy bien para centrar un poco lo que
quiero reflejar en estas líneas. En las crónicas de viaje ---publicadas en
"Aguafuertes españoles"--- que el escritor argentino escribió sobre Galicia
antes de la Guerra Civil expresa: "La República Argentina es la segunda patria
del gallego porque la patria sentimental, la de la morriña, es Galicia".
Ciertamente que Arlt admira a los gallegos porque somos dignos de las mayores
consideraciones si miramos para la gran obra hecha con esfuerzo honrado.Un
ejemplo exitoso lo tenemos ---o lo teníamos--- en el Centro Gallego de Buenos
Aires. Aquí es donde hay que corregir y por desgracia, hablar casi en pasado.
Hoy la histórica entidad socio-sanitaria está fuera del control de las manos
emigrantes.
El
acogedor hogar de la esquina porteña de Belgrano y Pasco fue intervenido por
orden judicial. Fue designado un interventor que es la máxima autoridad. El
dinero para mantener el funcionamiento sale de las arcas públicas. Lo
acontecido es lo más triste que podía suceder. Los asociados perdieron la nave
que hasta entonces era llevada por unos directivos salidos de las urnas. Algo
grave tuvo que pasar para que una de las más importantes sociedades gallegas
del mundo cayese en el mayor de los hundimientos. La sucesión de errores en la
gestión hizo que el Centro Gallego fuese sumando deudas que se hicieron
imposibles de pagar. Ninguna de las últimas directivas quiso realizar la
reforma que se necesitaba para poder ir amortiguando la crisis sin caer en el
pozo de la iliquidez de fondos y por lo tanto en la quiebra de los servicios de
asistencia médica.
Aunque
hay responsables del desastre ---ninguno dio la cara para reconocer los
errores--- lo que más me duele es la comprobación de que no hay ningún
movimiento para comenzar a estudiar la recuperación de la entidad. No se habla
del retorno de las autoridades electas. No se habla del final de la
intervención. No se habla de nuevas elecciones. Me niego a creer que murió el
espíritu luchador e innovador del emigrante que llenó Buenos Aires de sudor
honrado. La realidad me quiere hacer pesimista. Sigo siendo optimista pero lo
que veo no me gusta nada. Las agrupaciones "Pro Centro Gallego" andan enredadas
entre ellas sin ponerse acuerdo en un asunto básico que no es otro que el
futuro del Centro Gallego. No hay liderazgo moral ni tampoco económico; estoy
hablando de la ausencia de figuras representativas que pudiesen empujar del
carro o ayudar a que empujen las nuevas generaciones de descendientes.
La
intervención del Centro Gallego de Buenos Aires fue la peor noticia generada en
la emigración ---después de la muerte de Alfonso R. Castelao--- y semeja que no
pasó nada. Una gran riqueza patrimonial e inmaterial está en peligro pero los
dirigentes solamente tienen voz para criticar al gobierno argentino. No
entiendo nada. Los ministerios competentes en sanidad y asistencia social no son los responsables de la mala
administración. Los trabajadores cobran sus salarios con guita que viene de la
administración pública. Algo no va bien cuando nuestros descendientes olvidan
el origen y dejan que se funda una sociedad emigrante si su partido político
sale beneficiado. El Centro Gallego fue cayendo en el descrédito porque no se
administró con criterio Si ahora va tirando ---aunque sea con respiración
asistida--- hay que ser agradecidos con quien nos echó una mano. El pedido de
ayuda urgente tuvo lugar en una audiencia con la señora presidente de la
República Argentina en la Casa Rosada. No tengo la más mínima duda de que la
sensibilidad de doña Cristina delante del problema fue una especie de homenaje
a su abuelo Pascasio de A Fonsagrada. Fuerza Centro Gallego de Buenos Aires!
Manuel
Suárez Suárez