Pero ¿dónde está la sociedad civil española?
viernes 08 de agosto de 2014, 08:55h
Sin duda, una de las muestras más claras de que una
democracia es más completa que otras -la democracia siempre es perfectible,
desde luego-reside en la fuerza de su sociedad civil. En Gran Bretaña,
doscientos 'notables' representantes de diversas actividades ciudadanas, desde
cantantes como MIck Jagger, Sting o Brian Ferry, actores y actrices como Judy
Dench, científicos como Stephen Hawking, rostros conocidos de la televisión,
profesores universitarios distinguidos o hasta el entrenador del Manchester,
sir Alec Ferguson, han firmado un manifiesto pidiendo el 'no' en el referéndum
sobre la independencia de Escocia que se celebrará el próximo 18 de septiembre.
Otros rostros conocidos, como el de sir Sean Connery (ennoblecido por la
Reina), se han decantado, en cambio, por el 'si' independentista. Sin miedo a
decir cada cual lo que piensa, los representantes de la sociedad civil se han
colado de hoz y coz en un debate en el que al Reino Unido, y a Europa, les va mucho.
Y aquí, en la España de los timoratos a pronunciarse, comenzando por esa
Cataluña de los silencios profesionales y mediáticos, ¿dónde queda en la
democracia española la sociedad civil?
Me hago esta pregunta azuzado por la brillante campaña
'Sigamos Juntos', que se lleva a cabo en ese Reino Unido que quiere seguir
estándolo (todo indica que la derrota de los independentistas dentro de
cuarenta días va a ser importante). Pero también inquieto ante muchos,
demasiados, silencios en la sociedad española, que no solo en la catalana,
donde me resulta evidente que muchos proclaman su adhesión 'patriótica' por
conveniencia, pero muchos más callan por lo mismo...y por temor a las paredes
del vecino. Hasta ahora, las reacciones en la intelectualidad, entre los cantantes
-pero ¿dónde está el admirado Joan Manuel Serrat?--, en el empresariado, han
sido demasiado melifluas, acobardadas. ¿Nada hay que contrarreste
manifestaciones como las de la Diada, único soporte que le queda ya a Mas para
mantener su política suicida? Para creer en una sociedad civil catalana
tendríamos que asistir a otros debates mediáticos -a algún debate mediático, al
menos--, al florecimiento de gentes, más allá de los políticos, que se decanten
por el 'no', que sean capaces de decir el voz alta lo que muchos escuchamos a
amigos catalanes, incluso ligados a Convergencia Democrática: que la sociedad
entera, en la Cataluña corrompida que está enseñando sus vergüenzas al
mundo --qué lamentable espectáculo el de
quienes agachan la cabeza ante el tremendo 'affaire Pujol'--, camina con paso
firme hacia el abismo.
Cierto que en España se han producido manifiestos a favor y
en contra del derecho de los catalanes a decidir; pero los abajo firmantes
tenían más de políticos que de personas
admiradas por su actividad intelectual o artística y el ámbito de resonancia de
aquellos textos ha sido casi nulo. Cierto también que algunos animan
movimientos como el 'libres e iguales' que congregan en alguna ciudad española
a unos centenares de personas. No es eso; o no es solamente eso, porque aplaudo
todas las formas de organización ciudadana pacífica que puedan darse.
Simplemente me pregunto por qué callan, ante lo que está por venir, otros que
algunas veces sí han hablado, fuesen los de 'la zeja' o los del ceño, y por qué
no se manifiestan otros que nunca han hablado, como si lo que ocurre en este
país nuestro no fuese, más allá de las bambalinas, de los focos o de la caja
tonta, con ellos.
Ya sé, ya sé que la democracia británica, admirable por
muchos motivos, es como el chiste del césped: lo tienen tan verde, tan bonito,
porque lo abonan, lo riegan todos los días y...porque el césped tiene
cuatrocientos años. Y porque si llaman a la puerta a las seis de la mañana es
el lechero. Nuestro césped no tiene tantos años, ni tanto riego, ni tanto
abono, más allá del de los campos de fútbol, e incluso esos, a veces, tienen su
historia negra, como el césped del Camp Nou, comprado, recuerda usted, a los
cuidados del negocio de floristería de doña Marta Ferrusola, esposa del ex
president Jordi Pujol. La democracia se riega con debates televisivos, como el
reciente y me dicen que admirable entre el independentista escocés Alex Salmond
y el ex ministro de Finanzas Alistair Darling, escogido por Cameron para
representar al 'no' en la consulta; se abona con plena libertad mediática y se
enriquece con la participación en la vida política de figuras como el cantante
de los Rolling Stones o la escritora JK Rowling, 'madre' de Harry Potter, que
donó un millón de libras a la campaña 'Mejor Juntos' de los unionistas.
Muchas veces me he proclamado partidario de una consulta
libre, en la que puedan participar todos los implicados en una decisión tan
grave como la separación de un territorio del resto del Estado. Que se celebre
incluso aunque sea en base a la tremenda injusticia que supondría que solamente
votasen quienes habitan en ese territorio, como si a mí, por ejemplo, no me
fuese nada en la independencia o no de Cataluña: no me quiero sacar el
pasaporte para visitar, por ocio o por negocio, esa ciudad maravillosa que es
Barcelona.
Pero si pedimos a los líderes europeos que se pronuncien
sobre la independencia catalana -y recuerden que fue Artur Mas el primero que,
con su desdichada carta a los mandatarios de los países de la UE, llevó a su
'diplocat' al desastre--, ¿cómo no vamos a pedírselo a nuestros personajes más
admirados popularmente, como deportistas o artistas de elite? ¿Cómo excluir la
opinión de los ciudadanos corrientes y molientes del resto de España? La
política es, como se dice del periodismo y los periodistas, algo demasiado
serio como para dejarlo en las exclusivas manos de los políticos. Así que
vamos, que empiecen ya, que el público se va.
fjauregui@diariocritico.com