lunes 07 de abril de 2014, 16:14h
En la carnicería de mi barrio había un cartel que decía:
"Tengo un acuerdo con el Banco, yo no doy crédito y ellos no venden
carne".
Esta "regla de especialización" se aplica tanto para la
economía, como para un amplio conjunto de acuerdos que rigen la organización de
una sociedad, de manera de maximizar el bienestar social.
En ese contexto, existen un conjunto de bienes y servicios cuya
provisión por el Estado, ya sea en forma directa o a través de un contrato con
el sector privado, es superior, como solución, al de su provisión por parte del
sector privado directamente.
De la misma forma, se verifica la situación inversa, hay
bienes y servicios, la mayoría de ellos, que son mejor provistos por el sector
privado que por el Estado.
Entre los primeros, los que necesitan la intervención
estatal, también es recomendable que, cuando se puede escribir un contrato, la
provisión del bien o servicio en cuestión, siempre que el contrato esté bien
hecho y existan las instituciones para el control de su ejecución y solución de
controversias, esté a cargo del sector privado.
Mientras que, ante la imposibilidad de un contrato, lo mejor
es que el bien o servicio sea provisto, directamente por el Estado.
Toda esta larga perorata teórica, viene a cuento del debate
que ha surgido, en estos días, en torno a los problemas derivados de la
incapacidad del Estado en brindar el servicio de seguridad que, por lo arriba
comentado, es mejor que sea provisto directamente por el Estado.
En torno al tema de la seguridad, o de la falta de ella, no
estamos en presencia de un "Estado ausente", como algunos han comentado.
Estamos en presencia de un "Estado ineficiente y
fracasado" para brindar el servicio de
seguridad. Y esta no es una diferencia semántica.
La Argentina tiene hoy instituciones judiciales, policiales,
carcelarias, etc. que existen y cuestan muchísimo dinero a la sociedad.
Un Estado ausente implicaría, justamente, la ausencia de
dichas instituciones. Pero las instituciones están.
Sin embargo, no están funcionando como la sociedad pretende
que funcionen.
Por lo tanto, el problema de la Argentina de hoy no consiste
en cómo evitar los llamados
"linchamientos" que, obviamente, deben ser condenados, tanto moralmente, como desde un aspecto
absolutamente práctico: es un sistema muy ineficiente desde el punto de vista
social. Como un Banco vendiendo carne.
El problema de la Argentina de hoy es cómo hacer para que
las instituciones que están destinadas a brindar seguridad, funcionen como tienen que funcionar para que
los índices de delincuencia se reduzcan a un nivel tolerable para la sociedad.
Es cierto que hay cuestiones que trascienden a los sectores
directamente involucrados.
Una sociedad con elevados problemas de pobreza, distribución
del ingreso, y exclusión, es una sociedad con mayor tendencia a tener problemas
de seguridad.
Pero no es menos cierto que los problemas mencionados, aún
con los instrumentos adecuados, tardarían décadas en resolverse. Peor aún, si
estamos usando los instrumentos equivocados.
En efecto, este gobierno, pese al relato, no ha mejorado,
sustentablemente, los problemas distributivos y de pobreza. Más allá de los
programas de asistencia social directa, que si bien presentan cuestiones de
diseño, van a favor de mitigar la exclusión, tanto el sistema de subsidios
económicos, al consumo de electricidad, gas, agua y servicio de transporte
aéreo, como, lo más grave, el abuso del impuesto inflacionario, empeoraron, en
estos tiempos, la realidad social.
Dado que no podemos esperar a que se mejore la distribución
del ingreso para actuar, urge, entonces, revisar a todas las instituciones designadas para la
tarea de seguridad.
Las fuerzas correspondientes, salvo honrosas excepciones, no
parecen tener los medios, el entrenamiento, y la preparación necesaria para
combatir eficientemente a la delincuencia.
Las leyes, los procedimientos y los jueces, tampoco parecen
estar a la altura de las circunstancias.
Las cárceles, dado el elevado número de reincidentes, no
rehabilitan, si no que "especializan" aún más a los que han cometido delitos.
Por lo tanto, el problema no es un Estado ausente, es un
Estado que no brinda adecuadamente los servicios que debe brindar, pese a su
costo récord.
La opción para el delito no puede ser entre la justicia por
mano propia y la libertad.